miércoles, 3 de febrero de 2021

Madrid no existe

Madrid no existe, alcalde. Es verdad aquello nítido de Borges: el mundo es una actividad de la mente. Y a bordo de esta frase sucede ahora la ciudad, como una pura actividad de la mente, porque Madrid no está, y lo que aún queda. Vamos al supermercado como quien llevara prisas de hurto, vamos a la cafetería sólo de reojo, porque a la cafetería conviene no asistir, vamos al trabajo como quien se asoma un rato al abismo, y quizá en las terrazas de intemperie nos atrevemos a tomar un café de nostalgia, entre la urgencia y la desesperación, con temor al resfriado de gripe que ahora dicen que no existe. Paseamos, pero más como desahogo que como recreo, y llevamos, en fin, una vida de jubilados de la alegría, pero sin jubilación alguna. Porque la ciudad no existe, alcalde, pero sí existe el coronavirus, que es invisible, como invisibles son los males peores. Estamos, alcalde, rehenes de una ciudad que no existe, y las postales de Madrid, hoy, son unas postales exóticas, y hasta excéntricas, porque a veces reúnen a gente en la calle, gente que va y viene sin la mascarilla estupefaciente. La mascarilla fue una artesanía de quirófano, y de los chinos, que son gentes de usar costumbres a destiempo. A los pies de esta columna de esquina, alcalde, vienen dejando los lectores algunas quejas o reclamaciones, pero todas tienen vínculo con los comportamientos del transeúnte, ante la normativa anticovid. Hay quien lamenta que los jóvenes no usen mascarilla, en ciertas zonas, y hay jóvenes que entran en cabreo porque en ciertas zonas no les dejan estar sin mascarilla. De modo que, en general, hay un serio descontento, que a veces crece en una dirección, o bien crece en la contraria. Uno, en todo esto, ve siempre lo que ya hemos dicho: la ciudad no existe, Madrid no existe. Nos quejamos de lo que unos hacen, o no hacen, pero en rigor estamos gritando que se esfumó la Gran Vía, o la calle de Alcalá, o el mismísimo Bernabéu, porque la vida con mascarilla, en vilo de riesgo, no es vida. Madrid es hoy una actividad de la mente. Entre un pasado de nostalgia y un futuro sin fecha.

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