miércoles, 24 de febrero de 2021

El evento

Ya vamos viendo que el gentío tiene una loca curiosidad por entretenerse en la noticia de una juerga de lujurias diversas, en un chalet de Madrid , alquilado por un rato. Resulta que en esa juerga había concursantes guaperas de algún carnaval televisivo, y resulta que en esa juerga había motivos para una denuncia de abuso sexual, según lo obrado por una chica que pasaba por allí. No conviene mezclar ambas novedades, los mozos de tele, y un presunto delito a investigar, obviamente, y no lo haremos. Porque lo que aquí nos ocupa son dos asuntos que este asunto lleva dentro, y a los que aún no se les ha dado atención, ni vuelo. El primero es el vicio incurable del consumidor por meterse en una casa ajena. Tengo algunos amigos, o conocidos, que echan la tarde del domingo visitando ‘el idealista’, por matar el rato pensando en casas que nunca comprarán, ni alquilarán. Y el segundo asunto es el regreso, y el auge, de la palabra ‘evento’, que es lo que se dice para arrendar una vivienda con objetivos secretos de fiesta. La palabra ‘evento’ se usa mucho en Latinoamérica, junto a la palabra ‘actividad’, y ambas sirven para aludir a un cumpleaños, un velorio, una orgía, o el nombramiento de un ministro. Aquí ya hemos comprobado, alcalde, que la palabra evento avala el alquiler de un chalet para actividades que ahora la ley no ampara, porque las reuniones son reuniones de escasa gente, y con mascarilla. Lo contrario al chalet de moda, tan visitado sin moverse uno de casa, porque ya veo yo, por este periódico, que es un sitio visitadísimo por lectores que gustan de frecuentar fotos. En Madrid hay cientos de juergas semejantes, alcalde, y parece que ahora las prohibiciones estimulan mucho a los bárbaros, que se saltan la ley bajo el pretexto de un evento que es otro evento. Pero es verdad también que nos gusta mucho darnos un voltio por el sitio de la infracción, igual que nos gusta asomarnos a la faena de las obras del barrio. Somos incurables, alcalde. O bien nos apuntamos a la clandestinidad, o nos asomamos a la clandestinidad de los otros. Eso sí, echando por delante al arrendador de la casa de juerga la palabra evento.

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