domingo, 28 de febrero de 2021

¿Protección?

Siempre me ha costado entender la política. Si el hombre es un animal político, yo he debido quedarme en lo de animal. El debate sobre la inclusión de todas las poblaciones de lobo en el Listado de Especies en Régimen de Especial Protección ha sido un buen ejemplo de lo incomprensible que resulta a veces la política, al menos para mí. Sobre el papel, bastaba echar un vistazo a su mapa de distribución para saber qué modelo de gestión ha funcionado mejor en la península ibérica en el último medio siglo de cara a su conservación. Hoy, aunque pueda parecer paradójico, el 95% de la población lobuna, la más saludable de toda Europa Occidental, vive entre Cantabria, Galicia. Asturias y Castilla y León, al norte del Duero, precisamente donde se le caza. ¿No debería ser este un buen argumento para continuar con la actual estrategia? Otro ejercicio ilustrativo para valorar la viabilidad de las distintas gestiones sería atender al estado de las poblaciones loberas donde se encuentra «protegido». Por ejemplo Portugal, donde su presencia año a año se desvanece; o Sierra Morena, donde en este tiempo ha estado prohibida su caza y los lobos que había desaparecieron hace una década. Las pequeñas poblaciones que existen al sur del Duero o en Portugal lo hacen gracias a «inmigrantes», lobos en dispersión de esta zona madre. A pesar de todo, nos sigue costando hacer ver que la caza es una buena herramienta para la conservación. Pese a quien pese, al lobo se le ha protegido cazándolo. En esto están de acuerdo los más acreditados científicos, aunque es algo tan palmario que cualquiera puede verlo. Pero ni con todos los datos objetivos a favor se ha conseguido implantar el modelo de gestión de la especie al norte del Duero, ni siquiera mantenerlo; y parece ser que, al contrario, se va implantar la estrategia que no funciona en la zona en la que el lobo mejor prospera. La decisión de votar a favor de la «protección del lobo» a nivel nacional en dicho debate por parte de los representantes de las comisiones de Aragón, Castilla-La Mancha, Cataluña, Extremadura, La Rioja, Baleares y Canarias, comunidades en las que no se sufre la realidad de convivir con esta especie, no parece tener ni pies ni cabeza, yo al menos no lo entiendo; a no ser que su motivación en realidad no sea la conservación del predador y responda a un generoso impulso de solidaridad con el mundo rural y los ganaderos norteños, con el encomiable afán de que en el futuro sufran el mismo número de ataques al ganado que en las comunidades que representan. Por favor, que alguien me lo explique.

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