domingo, 28 de febrero de 2021

Un Valencia para llorar

La derrota ante el Getafe , que venía de cinco jornadas de apagón goleador, ha disparado la sensación de equipo débil y a la deriva que lleva acompañando al Valencia en los últimos tiempos. Con un presidente dirigiendo el tablero a miles de kilómetros; una dirección deportiva sin ninguna capacidad de decisión; un técnico que parece más preocupado por salir a la carrera del banquillo que por resucitar al vestuario; y sin la bocanada extra de aliento que supondría poder contar con el ánimo de su afición, los jugadores no consiguen enderezar el mareante rumbo que sigue la nave de Mestalla, un conjunto que vuelve a acariciar peligrosamente la zona de descenso a Segunda división. Preguntado en las cámaras de Movistar por la amenaza real de la pérdida de categoría, las lágrimas de Gabriel Paulista que acompañaron la respuesta testifican la tensión que atenaza a la plantilla. Un Valencia para llorar. Queda mucha Liga, disfruta de un pequeño colchón sobre los rivales que mira por el retrovisor (Cádiz, Alvés, Eibar, Valladolid, Elche y Huesca) y aún no hay motivos para encender las luces de alarma, pero el Valencia tampoco es capaz de apagar la bombilla de la inquietud que ilumina a su afición. Intranquilidad que va en aumento en una parroquia que recuerda con horror la temporada 1986-87, la última en la que Mestalla vio fútbol de Segunda. «Somos el Valencia y hay que luchar por este escudo, que merece mucho más que esto. Tenemos que hacer más de lo que estamos haciendo por un club tan grande como el Valencia. Tenemos que sacarlo adelante. Quedan muchos partidos y vamos a mejorar para llevar al equipo donde se merece», afirmó un emocionado Gabriel Paulista cuando se le preguntó por el descenso. El llanto del capitán fue el de un vestuario al que la pizarra de Javi Gracia no consigue revitalizar. El Valencia es un valle de lágrimas. El cuarto equipo en la clasificación histórica de la Liga deambula en la zona baja con Peter Lim, su propietario, más preocupado en Singapur por sus negocios que por el devenir del club y sin que los que mandan en Mestalla sepan cómo darle la vuelta a la tortilla. Los puntos cosechados como local mantienen a un conjunto que se desangra a domicilio y en alguna cita, como la de Valdebebas, transmitiendo además una imagen de indolencia. En Getafe, al menos tuvo la excusa de tener que jugar con diez prácticamente todo el segundo tiempo por la roja Diakhaby. «Nos ha dado cierta vida ganar en casa, pero desde luego reconocer que no estamos bien y hay que trabajar mucho para afrontar lo que nos queda de temporada con el ánimo y la fuerza para competir mejor que hoy», reconoció Gracia, un técnico que apenas cuenta con los refuerzos llegados en invierno: Cutrone, Ferro y Christian Oliva. Otro síntoma de la falta de sintonía que reina en el actual Valencia.

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