jueves, 25 de febrero de 2021

La pandemia reinventa las canteras

España es un país futbolero y, por ende, de formación de jóvenes talentos. A principio de la actual temporada y según un informe del CIES Football Observatory, la Liga era, de los cinco grandes campeonatos europeos, la que mayor porcentaje de canteranos tenía entre sus clubes (el 20% frente al 16,3% de Francia o el 14% de Inglaterra). Cultivar la materia prima ha sido un ejercicio constante en las últimas décadas para los equipos de Primera división españoles, tanto por necesidad como por vocación. Una dinámica que se vio cercenada en marzo de 2020, cuando el coronavirus se extendió por el mundo y paralizó todos los ámbitos de la vida. También el fútbol. Los grandes centros de formación del panorama nacional se vieron forzados a una reinvención en su día a día, tanto en el aspecto deportivo como en el psicológico, que continúan aplicando casi un año después. Las competiciones futbolísticas en las divisiones inferiores tienen actualmente dos vertientes. Por un lado, las categorías que van desde prebenjamines hasta cadetes (de los 5 a los 15 años), que son ‘competencia’ de las comunidades, por lo que cada autonomía decide las restricciones que se aplican y si hay o no tanto partidos como entrenamientos. Así, mientras en Galicia no se está jugando ni entrenando, en Madrid sí se disputan encuentros. Por otro lado, están las ligas de los equipos juveniles, que aglutinan a chicos entre los 15 y los 17 años y que se están disputando con relativa normalidad, aunque siempre siguiendo las restricciones que marcan las autoridades sanitarias en cada momento. Luis Martínez y Marco Otero son dos de los responsables de la Academia del Valencia, inagotable fábrica que ha dado jugadores de la talla de Jordi Alba, José Luis Gayá o Carlos Soler. En un despacho, y con mascarilla, atienden a ABC y explican la nueva realidad que viven en la ciudad deportiva de Paterna. «Se está sometiendo a mucho estrés a los cuerpos de los jóvenes, tanto físico como mental. Se están duplicando o triplicando las lesiones musculares, sobre todo es los isquiotibiales», advierten los responsables valencianistas sobre los parones que en ocasiones sufren los jugadores juveniles que se ven obligados a ponerse en cuarentena, como cualquier otra persona, cuando salta un caso de posible contagio o contacto con un positivo. «Están diez días encerrados, comen solos en la habitación de la residencia. Luego vuelven y a los tres días, a jugar. Es duro», asegura Otero. Un nuevo día a día En la entidad de Mestalla, que cuenta con cerca de 370 jugadores en su academia, la incidencia del virus ha sido de aproximadamente un 10%, pero los costes, a veces, también son psicológicos. «Muchos chicos son de fuera. Los que no son de la Comunidad Valenciana no pueden volver a sus casas porque tienen obligaciones académicas. Las cuarentenas también les generan dudas, tienen miedos, como todo el mundo.En su caso, por ejemplo, de perder el puesto en su equipo. Por eso es tan importante el trabajo mental», expone Martínez, que ha echado en falta algo más de planificación a medio plazo por parte de la Federación tras el confinamiento obligatorio del pasado año. «Hubo llamadas, pero sobre todo estaban enfocadas a las competiciones y a su reanudación, no tanto a las dificultades que el parón generó a nivel de formación. Se toman decisiones muy alejadas del día a día del funcionamiento de una cantera». Cantaba el mítico grupo “Os resentidos” que Galicia es un sitio distinto. Prueba de ello es el Celta de Vigo, un equipo que mantiene «un espíritu de equipo humilde», como dice con orgullo Eduardo Covelo, director de su cantera. El gallego explica a este diario que el 85% de sus cerca de 200 alumnos, distribuidos en once plantillas, son de la provincia de Pontevedra, el 95% de los chicos son de la Comunidad. Algo que se refleja en la primera plantilla, que cuenta con doce futbolistas nacidos en las inmediaciones de la ciudad. «Hombres como Iago Aspas, Denis Suárez o Brais Méndez nos vienen al pelo para lo que queremos transmitir. Nuestros técnicos también son de aquí. El sentimiento de pertenencia ayuda a hacer efectivos los valores que pretendemos enseñar, la «afouteza» (valentía en gallego) que le llamamos aquí», explica Covelo. Sin embargo, también reconoce la dificultad de la empresa: «Tienes más posibilidades de sufrir un accidente de avión que de ser canterano y llegar al primer equipo». La pandemia ha obligado al Celta a ser creativo para compensar la falta de fútbol que sufren sus alumnos. Solo los dos equipos juveniles juegan y se entrenan con regularidad (con test cada 15 días), pese a que los aplazamientos en estas ligas son habituales. El resto de alumnos de las categorías inferiores, que no disputan partidos ni se entrenan desde marzo, ha trasladado toda su actividad al escenario doméstico. «Ahora los entrenamientos son por videoconferencia. Los preparadores físicos les llaman y les mandan ejercicios, sobre todo para mantener el tono muscular. También se trabajan aspectos tácticos del juego e incluso hacemos juegos cognitivos, como una especie de trivial del Celta, para ver quién tiene más fresca la historia del equipo», detalla Covelo. Sentimiento identitario Motivos para estar orgullosos también tienen los seguidores de la Real Sociedad, una entidad que disfruta de un potente proyecto futbolístico complementado por una importante inversión en los talentos de su provincia.Tiene 12 jugadores nacidos en Guipúzcua en el primer equipo, que ocupa la quinta plaza en Liga. «Somos 700.000 habitantes. Lo que para muchos sería una debilidad, para nosotros es una fortaleza. No somos un club fichador, es muy importante para el proyecto el sentimiento identitario, el vínculo». Atiende a ABC Roberto Olabe, director deportivo del conjunto vasco, que entiende a la figura del canterano y su formación como algo «profundo» y muy «especial». Claro en el discurso, explica que, pese a que la pandemia les ha obligado a seguir un camino adaptativo (cierres perimetrales o confinamientos han complicado aún más la ecuación futbolística), la intención de la entidad respecto a los canteranos no ha cambiado. «El club quiere tener en la cantera entre un 60% y un 80% de jugadores de aquí. Es un proyecto muy sólido», explica Olabe. Buen conocedor de los estigmas que atenazan al joven talento futbolístico, el director deportivo reconoce que hay un poco de hipocresía en la mitificación del canterano. «La gente lo que quiere es resultados. Más allá del reconocimiento que puedan tener (los canteranos) desde fuera, lo importante es el interno, el modelo que hay en el club, la idiosincrasia. Eso es lo que te da los resultados al final». Con esto último concuerda Héctor Font, uno de los responsables del día a día de la cantera del Villarreal, por donde él mismo pasó, una vida a la que no exime de dificultad: «Si los 25.000 espectadores de la Cerámica fuesen canteranos, solo cuatro llegarían al primer equipo». Aquí la pandemia también pasa factura y los juveniles son los únicos que pueden competir. Los jugadores del resto de categorías deben esperar. Como explica Font, cada plantilla de la cantera cuenta desde hace cuatro años con la figura de un psicólogo, uno más del cuerpo técnico. Edu Morelló es uno de esos especialistas en salud mental. «El futbolista hace una inversión muy grande para algo muy difícil. Les intentamos enfocar hacia lo que pueden controlar», profundiza Morelló, que también ha visto cómo la falta de actividad deportiva ha cambiado las rutinas de los jóvenes. «Intentamos que no se desconecten del fútbol. Tienen reuniones por videollamada, quedan para ver partidos y comentarlos. Mucho tiempo libre puede ser peligroso. Queremos que estén atendidos diariamente». Las fábricas del fútbol continúan moldeando el talento del futuro.

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