domingo, 28 de febrero de 2021

Covid-19 y sus secuelas

Un año después de las marchas políticas que iniciaron la expansión del Covid 19 seguimos inmersos en la psicosis de la pandemia y todavía no se ha publicado ningún «Decamerón», fruto del confinamiento ¿De verdad hemos progresado desde el siglo XIV? La temporada cinegética pasada ha transcurrido en blanco: sierras y valles, humedales, incluso las estepas de Castilla y Aragón no han oído las detonaciones de las armas de fuego; las grandes ferias americanas se han suspendido o celebrado con asistentes virtuales; en España, alabado sea Dios, sigue en pie Cinegética para junio. ¡Inch Alá! Es decir, los humanos cazadores han borrado el año 2020 de su calendario, otros venadores como el lobo se frotan las uñas y afilan los colmillos porque sus diputados en el Congreso quieren favorecer los menús a costa de los ganaderos; todo sea por los expertos de los espacios silvestres ciudadanos. Los gobernantes más conspicuos habían anunciado que el «calentamiento global» –ahora nada ocurre en las oscuras aldeas– iba a aportar tórridas temperaturas que asolarían la agricultura, la sequedad ambiental desertizaría los bosques y media Europa se hermanaría con el Sáhara mientras la otra mitad se sumiría anegada por el crecimiento de los océanos. Pero la Madre Naturaleza, una rebelde inconsecuente, organizó lluvias constantes, una nevada de no te menees y unas heladas de para qué las prisas, trastocando los planes tan bien elaborados por quienes se sientan en los Parlamentos. Con la suma de todas esas circunstancias el resto de la vida silvestre está organizando un baile con muñeiras, jotas, bulerías, sardanas y hasta minuetos porque el gran predador que es el humano ha tenido un año de asueto. Que no lo festejen tanto porque la temporada 2021/2022 nos va a ofrecer unos campos rebosantes de caza y los cazadores volveremos al tajo con la ilusión de que las cuernas de venados y machos monteses han ganado grosor, que los jabalíes son tan abundantes que se bañan en la Cibeles como los madridistas y las perdices… no, las perdices, ¡ay!, son las mismas de años anteriores, de granja.

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