domingo, 28 de febrero de 2021

Los animales olvidados

Por lo general, un buen cazador conoce bien a los animales que persigue, sus debilidades, sus virtudes, su aspecto, pues ello le será de gran utilidad para capturarlos, pero, también por lo general, olvida, o en el peor de los casos desprecia o persigue a aquellos otros animales que conviven con aquellos y que intervienen muchas veces en su propia existencia y bienestar. Para hacernos una idea de la biodiversidad animal en el territorio español referida a todos los ecosistemas –marino, dulceacuícola y terrestre–, datos incluidos en bibliografía especializada de 2011 dan un total de 56.346 especies de invertebrados, de los que 42.197 son insectos; y de 1.185 especies de vertebrados, de los que 426 pertenecen a los peces, 30 a los anfibios, 66 a los reptiles, 543 a las aves y 120 a los mamíferos. Cifras más que respetables. Naturalmente, conocer cada una de esas especies sería descabellado para cualquier mortal, por muy inteligente que este fuere. Sin embargo, ese mortal sí podría alcanzar conocimientos teóricos y prácticos globales de los grupos en los que están incluidas; y concretos de las que incidan, de una u otra manera, en el planteamiento y gestión de la actividad cinegética Así, entre los invertebrados, saber el papel que algunos de ellos representan directa o indirectamente sobre las especies de caza en ocasiones podría ayudar al mantenimiento de los ecosistemas e incluso al desarrollo de la ciencia aplicada. La ciencia Mantenimiento de los ecosistemas interviniendo con medidas de protección de aquellos que son fuente de alimento para nuestros animales cinegéticos; por ejemplo un buen número de insectos y miriápodos consumidos en las primeras etapas de la perdiz roja, moluscos gasterópodos (caracoles) muy apetecidos por los zorzales o insectos acuáticos consumidos con frecuencia por las anátidas y limícolas. Desarrollo de la ciencia aplicada colaborando con los científicos en el estudio de aquellos otros que provocan enfermedades a través del aporte de datos de campo, por ejemplo en el seguimiento de la presencia y perjuicios ocasionados por determinados agentes tales como lo pueden ser, entre otros muchos, los ácaros (garrapatas) que infestan a los conejos; los nematodos que atacan los pulmones de la cabra montés; los insectos dípteros conocidos como el «barro», el «gusano de la garganta» y el «gusano de cabeza», los dos primeros presentes en el corzo, venado y gamo, y el tercero en el muflón; o los insectos malófagos que viven entre las plumas de las aves. Y entre los vertebrados, anfibios, reptiles, aves y mamíferos, estar al corriente del papel beneficioso que representan en el ciclo biológico de las especies de caza, no de aquel otro basado en la creencia en ocasiones injustificada de que se comportan como enemigos implacables de estas destruyendo sus puestas o sus camadas o mermando sus poblaciones. Porque no es así, porque en la naturaleza tienen su cabal cabida, porque si desaparecen aparecerán otros seres que los sustituirán, a lo mejor para peor. La regla de oro consiste en lograr el equilibrio entre todos los componentes del ecosistema, asunto desde luego de sobra complicado, pues nosotros mismos lo quebramos a menudo con actuaciones que van más allá de lo permitido por la naturaleza. Dañamos los hábitats, circundamos el campo, provocamos la superpoblación de animales para nuestro propio beneficio, impedimos mediante la legislación el control de animales potencialmente perjudiciales a los intereses de los ciudadanos, planteamos la supervivencia de especies en peligro de extinción con métodos que rozan las leyes naturales… Seamos sensatos. Dejemos en la cuneta discusiones, leyendas, intereses... y embarquémonos todos para surcar las aguas de la confianza, de la estrategia para conseguir resolver, o al menos paliar, el problema. Y, entre tanto, no olvidemos, no despreciemos ni odiemos, tratemos como se merecen a los seres que nos acompañan en el planeta, ya que todos formamos parte del patrimonio natural. MARZO Lolo de Juan Los suspiros de mi caballo alargan los días de luz y se templan los hielos y los miedos. Marzo trae sosiego al campo, desmochan venados y los alocados corzos comienzan a marcar el territorio. Se desparasitan caballos y se cuajan las siembras donde el nitrato y urea les hace dar el estirón. Marzo trae alientos de calma y tardes de sol. Comienza el monte a tallar su mosaico de flores. El mundo entero se prepara para la gran fiesta que está por llegar, esa cuyos ojos son dulces, sus trazos elegantes y su color vivo. Se arranca una liebre a los pies Talibán que aprieta el paso camino del cortijo. Las chimeneas aún bullen, más que por necesidad, por estética y compaña. Camino entre la reforestación de alcornoques sembrados por mis padres, con la ilusión de saber que hay que dejar huella en nuestro paso por la vida, aunque en ésta no vean sus ojos el descorche de estos macheros que ya van luciendo bornizos. El hombre que planta un árbol sabiendo que no va a disfrutar del frescor de su sombra, ha encontrado el verdadero sentido de la vida.

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