El joven y bello Narciso caminaba por el bosque con sus andares presumidos cuando la ninfa Eco lo contempló y quedó embelesada. Ella no podía declararle su amor, pues la diosa Hera la había condenado a sólo repetir la última palabra que escuchaba, un castigo por haber ayudado a su esposo, Zeus, a ocultar sus infidelidades. Por eso permanecía escondida, pero Narciso se sintió observado al escuchar el crujir de una rama y gritó «¿hay algien ahí?». «Ahí», respondió Eco. «Ven», dijo Narciso tras un intercambio de iteraciones, y la ninfa salió de su escondite y se ofreció al joven. El efebo, con un gesto de cruel desdén, la rechazó. Eco huyó tan desconsolada que se refugió en lo más... Ver Más
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