sábado, 30 de enero de 2021

El coronavirus reduce en un 66% la repatriación de presos desde cárceles extranjeras

El coronavirus lo ha cambiado todo, también la repatriación de presos españoles desde cárceles extranjeras, que en 2020 se redujo en un 66 por ciento en comparación con el 2019. Según los datos que maneja el Ministerio de Justicia, y que después proporciona al departamento de Interior, en 2020 se realizaron 25 repatriaciones de este tipo. El dato es muy inferior al de los años precedentes: en 2019 hubo 75, 121 en 2018, 174 en el 2017 o 191 en 2016. La explicación no es demasiado difícil de encontrar. Después de preguntar a varios de los actores involucrados en estos procedimientos, que ya de por sí son complicados, todos coinciden en que la crisis sanitaria ha tenido una incidencia capital. Hay dos factores relacionados directamente con la pandemia en los que coinciden tanto el Ministerio de Exteriores como la Fundación Abogacía Española, que juegan un papel decisivo en estas repatriaciones. Destacan que se haya comprometido la libertad de movimiento en todo el mundo y las dificultades que tuvieron, especialmente durante el inicio de la crisis sanitaria, los distintos centros penitenciarios para evitar que el virus entrara y posteriormente se expandiera entre los reclusos. Suspensión de vuelos «Las medidas restrictivas adoptadas por todos los países para contener la pandemia del Covid-19 han tenido un impacto claro en los operativos de traslado de detenidos, tanto individuales como colectivos», reconocen fuentes oficiales de Exteriores, quienes destacan la incidencia del cierre de aeropuertos: «Las suspensiones de vuelos han provocado retrasos en los operativos previstos, que van siendo retomados conforme las circunstancias lo permiten». Desde el gabinete que dirige Arancha González Laya también destacan que, pese a las dificultades propias de la pandemia, las oficinas consulares «han permanecido en todo caso pendientes de estos operativos y han realizado todas las gestiones y comunicaciones con las autoridades locales y españolas con vistas a acelerar, en la medida de lo posible, los traslados de detenidos». La labor de los consulados es especialmente relevante. Al ser las instituciones que están desplegadas sobre el terreno, son las que mejor información manejan sobre la situación de los españoles allí encarcelados y liberados. Desde la Fundación Abogacía Española, estiman que al cierre del ejercicio pasado había unos 872 españoles en cárceles extranjeras, de los que el 59 por ciento estaba privado de libertad por tráfico de drogas, la causa mayoritaria. No obstante, fuentes oficiales de la Fundación recalcan que es muy difícil conseguir cualquier retorno. Para que llegue a buen puerto, hay que tener constancia de que hay un español en esta situación, que los Gobiernos de los países afectados aprueben el traslado y que el delito exista en el Código Penal de los dos territorios. Es un proceso larguísimo «No merece la pena» «No merece la pena». Así de claro lo tiene, al ser preguntado por si volvería a ser una «mula», una persona que sabe lo que es dormir años en dos cárceles extranjeras por este motivo. La última vez que fue arrestado tuvo la mala idea de intentar pasar un control policial en un aeropuerto de Perú con una maleta cargada con casi ocho kilos de cocaína. Prefiere no dar su verdadero nombre, así que le llamaremos Benito. Este año, pese a todas las dificultades, ha conseguido ser repatriado y lo hizo sólo un mes después de cumplir su pena. De no haberlo logrado, se habría quedado en Perú en una situación casi peor: sin dinero, fuera de su país y con un pasado en la cárcel. Además, cogió el coronavirus. «Pensaba que no nos iban a dejar entrar en España. Tuve suerte de que en la prueba que nos hicieron en la embajada di negativo y pude hacer el viaje», resume este hombre, que todavía se acuerda de cuándo le cazaron -«creo que fue el 28 de agosto», dice- y también lo mal que lo pasó cumpliendo condena fuera de España. «No volveré a hacerlo» «Primero estuve 15 días en una especie de calabozo. Después, otros tres en otro, pero más pequeño. Apenas tenía metro y medio por metro y medio. Por último me llevaron a la cárcel de Sarita Colonia y ahí empezó la guerra psicológica», detalla Benito, quien revela que nada más entrar a dicho penal tuvo que pagar 1.500 soles peruanos. Una vez «instalado» en el adverso ecosistema que es una cárcel peruana, este hombre intentó adaptarse como pudo. «Siempre me porté bien, intentaba hacer cosas para mantener la cabeza ocupada», rememora. Como consecuencia de su mala decisión vivió encerrado la muerte de su madre y de una hermana. «Fue muy duro, siempre las tuve a las dos en la cabeza», reconoce. Ahora, desde un punto perdido de Madrid, Benito sólo piensa en recobrar una vida como la de cualquier persona. «La verdad es que no creo que vuelva a hacer esto nunca más. Ahora tengo unos contactos, buena gente, que me quieren apoyar un poco con unos negocios. Todo legal eh. Pero todavía estoy a la espera de ver si me dicen cuándo empezamos», asegura este hombre que, pese a sus dos tropiezos, pìde una nueva oportunidad: «No he sido una buena persona, pero tampoco tan mala. Siempre he intentado ayudar a los que me rodean». La importancia de la concienciación La Fundación Abogacía Española ha preparado, en estos momentos tan complicados para las repatriaciones, una página web especial en la que se puede ver el cortometraje Mula, creado para intentar concienciar sobre los riesgos que supone para cualquiera aventurarse a caer en manos de las mafias e intentar regresar a España con droga desde otros países. El documental relata las historias de varias personas que, en una situación complicada, cayeron en manos de las redes del narcotráfico. Después de prestarse a ser «mulas» para transportar droga, les pillaron y tuvieron que pagar sus penas en cárceles extranjeras.

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