viernes, 29 de enero de 2021

Parroquia de San Gregorio Magno: Queremos contar contigo

Entre Moratalaz y Vicálvaro, Valdebernardo, un barrio que comenzó a poblarse en 1994, una mixtura de vidas, una combinación de estratos sociales quizá separados, o unidos, por un bulevar aún en proceso de limpieza postnevada. Y en medio, la parroquia de San Gregorio Magno, que no es cualquier Gregorio, y que no es cualquier parroquia. De estructura cúbica, es algo más que un templo, es un punto de referencia para una zona en la que se percibe una mezcla entre compromiso cristiano y la tibia religiosidad de la historia. Fueron las asociaciones de vecinos Afueva y Ascova quienes en 1998 solicitaron al Arzobispado la creación de una parroquia para el nuevo barrio. 14 de junio de 1999, el entonces arzobispo, Antonio María Rouco Varela, firmó el decreto de creación de San Gregorio Magno y nombró encargado administrador parroquial al sacerdote José Luis Sánchez. En 2000 se instaló un prefabricado y el 22 de junio de 2008 se celebró la liturgia de dedicación ya del templo actual. Un día que será grande en la parroquia y que se recuerda con afecto. Por cierto, que el templo está abierto desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche, pese a que se han tenido que retirar todos los objetos de valor por el riesgo, demasiado frecuente, de robos. Pero ahí sigue la Iglesia de puertas abiertas para una población de unos veinte mil habitantes. La vida de esta parroquia se entiende mejor si se conoce al equipo sacerdotal. El párroco, Francisco Luis González Adrán, está acompañado por el joven sacerdote Eugenio Pérez Turbidi. También les ayuda don José Barrio Sastre, un sacerdote mayor procedente de Astorga, que vive en la zona y ha visto nacer y crecer la parroquia. Un equipo volcado en el servicio, todo servicio. Lo primero que llama la atención, al llegar al templo, es el anuncio que dice: «Desde la parroquia queremos contar contigo. Servicio de acompañamiento telefónico a personas mayores en situación de soledad. Si conoces a alguien cercano que necesite una llamada de vez en cuando. Si quieres ser voluntario para acompañar a los mayores…». Una iniciativa que forma parte de «El plan Esperanza», un proyecto nacido a raíz de las necesidades que están surgiendo por el Covid-19. Los jóvenes de la parroquia lideran esta iniciativa en la que se busca hacer lo posible por estar cerca de los que más lo necesitan. El otro gran servicio es Cáritas. En medio de una zona en la que se ha incrementado de forma significativa la población inmigrante, mayoritariamente de América Latina, se atiende regularmente a 70 familias. También es el centro de distribución en la zona del Banco de Alimentos. En la pandemia se han incorporado varios jóvenes al numeroso grupo de voluntarios que atienden la larga mano de caridad. Una de las apuestas más llamativas es el Taller de San José, de carpintería y donado por una persona que se iba a jubilar y que permite que un grupo de feligreses enseñen a trabajar a los jóvenes, y también mantengan así al día la Iglesia. Sin embargo, en palabras del párroco, hay tres tesoros añadidos, a los que también están entregados. Son los Centros Amavir, residencia de personas mayores; el centro para personas con esclerosis múltiple Alicia Koplowitz y la Fundación Prodis para personas con discapacidad intelectual. En esta comunidad hay algunas otras originalidades dignas de ser reseñadas. Junto al Orfeón está el grupo de música moderna, que se denomina «Ciento por uno», en el que tocan varios padres con sus hijos. También hay un grupo belenista y otro de atención a la pastoral de la salud. Todo ello junto con la oferta de catequesis, infancia, Edge, Life Teen, jóvenes. De las últimas iniciativas hay que destacar los grupos de matrimonios y su inquietud por las actividades de verano, que les llevaron a organizar una peregrinación de familias. Los imponderables de la pandemia han hecho que las salidas mensuales de los peregrinos se hagan en recorridos más limitados. No hay que olvidar el aula de teología y la cuidadosa atención que los fieles prestan al templo. Durante este extraño tiempo de pandemia no se han frenado las actividades, entre otra razones por los amplios salones con los que cuenta la parroquia, que les permiten guardar las medidas de seguridad e higiene. Locales que se han convertido en el hogar habitual de no pocos del barrio.

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