domingo, 31 de enero de 2021

Las claves del prodigio del balonmano español

En el rostro de los jugadores, además del cansancio, la emoción de verse reflejados en otro metal en un campeonato del mundo. Una cuarta presea mundialista (dos oros y dos bronces) para mantener a España en la élite después del cuarto, quinto y séptimo puesto de las tres últimas citas. Y, de paso, alimentar el orgullo, porque se conquistó contra Francia, que no es la todopoderosa bestia negra que fue, pero sigue siendo séxtuple campeona del mundo. Se logró, por si todo esto fuera poco, con una exhibición al más puro estilo España: portería, colectivo y alegría (35-29). Bronce con el enésimo truco de magia de este grupo de jugadores a los que no se les agota ni la ambición ni el hambre: siete metales desde 2011. Bronce en un Mundial de Egipto que acabó por ganar Dinamarca, revalidando así la corona, ante la ilusionante Suecia por 26-24. Colectivo Lo explicaba Viran Morros después del partido: «Todos han aportado y eso es muy importante en un equipo como el nuestro». Mientras otras selecciones, como Noruega, palidecen cuando su estrella (Sagosen) cae, en España no sobresale siempre el mismo nombre, muy difícil elegir al mejor del partido cuando todos aceptan los minutos que les corresponden y cumplen con su papel en el engranaje que es esta selección. La fórmula mágica, como los propios jugadores se encargan de repetir, es que son un grupo de amigos que juega al balonmano. Se conocen desde hace tiempo, tienen una misma filosofía a pesar de jugar cada uno en una punta del continente, y los nuevos no tardan ni un minuto en sentirse uno más, para eso están los partidos de fútbol o las partidas de mus. Portería «La portería española es la mejor del mundo», sentenciaba Albert Rocas a este diario. Siempre ha sido una baza fundamental en los éxitos de la selección. Lorenzo Rico, David Barrufet, Arpad Sterbik, José Manuel Sierra, José Javier Hombrados son algunos de los nombres que han dado lustre a esta posición, no siempre la mejor considerada. España, además, no tiene solo un nombre, sino dos, que se retroalimentan en su grandeza. Gonzalo Pérez de Vargas y Rodrigo Corrales, imprescindibles ambos en este bronce: 135 paradas, por 110 de Dinamarca o 102 de Suecia. Ayer, a un Corrales soberbio (16 intervenciones) se unió Pérez de Vargas con dos de tres penaltis parados. Tan importantes ambos que saben antes de empezar el torneo qué partidos jugará cada uno. Es un puesto que no se gana por un buen día, sino que se corrobora en los encuentros que toca ser protagonista. Ribera y las rotaciones El seleccionador, Jordi Ribera, celebró como todos la consecución de este bronce. En el puesto desde 2017, tenía en los Mundiales una cuenta pendiente y aprueba con nota en Egipto. Analista metódico, nada lo distrae durante los torneos. En este ha incorporado a un analista de vídeo, cuando en otros tenía su propia red de ojeadores en España que le enviaba los cortes para estudiarlos. Tan metódico y analista que durante la pandemia era normal que se viera dos o tres partidos al día, tanto de España como de los rivales, para tener todo controlado cuando llegara la puesta en escena. Habla pausado en los tiempos muertos, pero se le desata la rabia, como ante Dinamarca, cuando acabó viendo la tarjeta amarilla. Acepta la visión de los jugadores, pero mantiene una máxima con la que es implacable: las rotaciones. Todos tienen sus minutos durante los partidos, medidos para que al final del torneo nadie esté más cansado de la cuenta como sí pasa en otras selecciones. Es una de las claves de que España firme siempre los torneos de menos a más, y normalmente más frescos que otras selecciones que lo fían siempre a un equipo titular más fijo. Último Mundial del capitán Raúl Entrerríos cumple 39 años el próximo 12 de febrero. Y a estas alturas esperaba estar retirado disfrutando del balonmano sin dejarse la piel en la pista. Pero el coronavirus lo obligó a retrasar su salida un año más, con el objetivo de los Juegos de Tokio como meta para una extraordinaria carrera. Nueve medallas dan cuenta de su calidad como jugador, entre las que destacan el oro mundial en 2005, los oros europeos en 2018 y 2020 o el bronce en los Juegos de Pekín 2008. Este sí, asegura, ha sido su último Mundial, en el que los años no solo no le han pesado en el físico, sino que ha vuelto a completar un torneo brillante: cerebro del equipo, ordena las jugadas, anticipa los movimientos y, además, es la unión de todos en el vestuario. La meta de los Juegos El capitán Entrerríos lo admitía sin tapujos: «Estar otra vez en el podio, con la trayectoria que llevamos de estos años. Este bronce tiene un sabor muy especial para mí. E iremos a por todas en los Juegos de Tokio, como siempre». Una promesa que nace de la decepción que supuso aquel gol en el último segundo en Londres 2012 y que dejó a España sin medallas y, sobre todo, del dolor que supuso no clasificarse para Río 2016. Será para Entrerríos su último servicio, como para Viran Morros (37 años), Daniel Sarmiento (37) o Gedeón Guardiola (36) que esperan culminar sus carreras con un metal olímpico. No saben lo que pasará después de ellos ni lo quieren pensar mientras sigan haciendo trucos de magia para aumentar el palmarés.

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