sábado, 30 de enero de 2021

El balonmano español, referencia mundial pese a la crisis

Y España volverá a pelear hoy por una medalla en un campeonato del mundo. Una frase que se repite desde hace casi dos décadas, en todos los torneos de entidad, año sí año también. Despertado el orgullo en los Juegos de Atlanta 96 (plata) y Sídney 2000 (bronce) y roto el cascarón con el oro en Túnez 2005, la selección masculina se sacudió por fin esa especie de complejo de inferioridad que atenazaba sus ilusiones. A partir de ahí, comenzó a creerse lo que era y a esculpir un palmarés que firmaría cualquier país, en cualquier deporte. Plata europea en 2006 y 2016, bronce olímpico en Pekín 2008, tercera del mundo en 2011, campeona del mundo en 2013, bicampeona europea en 2018 y 2020... Hoy busca un bronce ante Francia (14.30 horas, TDP). Y sin embargo, nada de esto ha conseguido despegar a una liga nacional que encadena crisis tras crisis. Recordaba Joan Cañellas a este periódico que el vestuario se sintió con la obligación moral de hacer un gran papel en el Mundial de España 2013 para intentar salvar al balonmano, hundido en la crisis porque la mayor parte de los patrocinios llegaban del sector inmobiliario. «Logramos el oro y no pasó nada». Tras las fotos de rigor, el brillo del oro quedó opacado por el día a día, la falta de infraestructuras y la puntilla a una competición doméstica sin visibilidad: la desaparición del Atlético de Madrid. La selección, no obstante, ha seguido sacando brillo al pasado y al presente, aunque con el coste obligado de que, a falta de competitividad y condiciones aceptables de vida profesional en España hayan tenido que emigrar a clubes europeos. Porque el brillo que no se ha sabido explotar en casa lo miran con envidia fuera. «Antes se fichaban extranjeros que llegaban a España con vitolas de muy importantes. Ahora es al revés. Si quieres crecer como jugador no hay otra para aspirar a grandes títulos. Aquí solo el Barcelona puede y no puede acogerlos a todos. Faltan otros equipos que compitan como antes estaban el Atlético, el Portland, el Ciudad Real...», explica Albert Rocas, bicampeón del mundo. En este Mundial de Egipto, España se nutre de 18 jugadores de los que trece brillan en Alemania, Francia o Hungría, cuatro viven en el oasis del Barcelona y uno del Ademar León, Rubén Marchán. A pesar de los pabellones semivacíos cada semana, el balonmano español es referencia planetaria. A falta de grandes físicos, el jugador español sorprende al mundo por su capacidad táctica y técnica. A España siempre se le achaca la rémora de que no tiene lanzamiento exterior, aunque ahí están Maqueda o los Dujshebaev como excepción. Pero es sobresaliente en visión de juego para gestionar las jugadas, anticiparlas y trabajarlas hasta el gol: Raúl Entrerríos, Joan Cañellas, Daniel Sarmiento. «Y la portería, por ejemplo, es la mejor del mundo. Otros países tienen uno que sobresale, aquí es un todo», sigue Rocas, optimista en que esa experiencia en el extranjero también ayuda al grupo. Escuela de Entrenadores de prestigio Un extranjero que no es tanto porque si a los jugadores españoles se los rifan en Europa, la fuga de cerebros se multiplica entre los entrenadores. Desde hace tiempo los equipos más punteros del continente, y las selecciones que más crecen en el resto del mundo, están dirigidos por técnicos nacionales. El partido inaugural de este Mundial lo protagonizaron Egipto y Chile, a las órdenes de Roberto García Parrondo y Mateo Garralda, respectivamente. Qatar tiene como director a Valero Rivera; y Argentina, a Manolo Cadenas, los antecesores de Jordi Ribera en el vestuario español. De aquella Escuela de Entrenadores que nació en 1963 de la mano de Domingo Bárcenas y que continuaron Juan de Dios Román o Javier García Cuesta salen cada año excelentes profesionales por los que pujan los equipos más poderosos de Europa: Pick Szeged (Juan Carlos Pastor) y el Veszprem de Hungría (David Davis), el TSV Hannover alemán (Antonio Carlos Ortega), el PSG francés (Raúl González), el Orlen Wisla (Xavier Sabaté) y Kielce de Polonia (Talant Dujshebaev). Varios de ellos, campeones de la Champions, cuya última edición tuvo a tres representantes españoles en la Final Four. «Son los mejores. Algunos empezaron de pequeños y otros han sido jugadores que se empaparon de sus técnicos. Vas creciendo con esta dinámica y entiendes que es un producto de mucha calidad, muy autodidacta. Los entrenadores de cantera dedican mucho tiempo libre a estudiar y formar jugadores», prosigue Rocas. Algunas de las claves del éxito: mucho estudio, adaptabilidad a los recursos y darle importancia al jugador. Falta hallar la fórmula para que el brillo de la selección reflote la liga. «Veo algo de luz. No podemos caer en la depresión sino seguir trabajando. Este es un país de fútbol y a la gente no le puedes decir lo que tiene que consumir» zanja Rocas. Hoy, el España-Francia. Un balonmano especial Trece de los 18 juegan fuera Maqueda y Corrales (Veszprem), Ángel Fernández, Álex y Dani Dujshebaev (Kielce), Sarmiento (Saint Raphäel Var), Solé y Viran Morros (PSG), Goñi (Chambery Savoie), Cañellas (Pick Szeged), Guardiola (TBV Lemgo), Adriá Figueras (Nantes) y Sergey Hernández (Benfica). Casi dos décadas entre las medallas «Desde 1996, cuando se logró la primera medalla (plata en Atlanta, y bronce en Sídney 2000), España siempre ha sido una selección bastante fiable. Ha mantenido ese ritmo de estar casi en todas las citas siempre arriba. Salvo alguno, claro. Desde hace casi 25 años se empezó a creer que podía estar arriba. Y ya nos quitamos el tabú con el oro en 2005», recuerda Albert Rocas. Además, bronce en Pekín 2008, bronce mundial en 2011 y oro en 2013, bronce europeo en 2014, plata en 2016 y dos oros en 2018 y 2020. Entrenadores de prestigio mundial También los técnicos nacionales son demandados por selecciones y clubes: Valero Rivera (Qatar), Mateo Garralda (Chile), Roberto García Parrondo (Egipto), Manolo Cadenas (Argentina), Toni Gerona (Serbia). En Europa, Szeged, Veszprem, Hannover o PSG tienen directores españoles.

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