PESTAÑA intercity-barcelona-directo-copa22/23 Crónica 4 Intercity-Barça es un defecto del sistema. Una pérdida de tiempo. Algo que sólo en un país atrasado, amateur e intervenido puede producirse. En un sistema de competición privado, en que los clubes sean los propietarios de los torneos que juegan en justa correspondencia al hecho de que son ellos quien pagana las monstruosas fichas de sus jugadores, partidos como el de ayer no existirían para el bien del fútbol, del equilibrio mental de las estrellas y de los aficionados, que también pagan su dinero por ver la retransmisión en directo y merecen cada semana un espectáculo de primer nivel y no estas bromas alicantinas. Pero que el Intercity sea un equipo menor no es su culpa ni significa que el Barcelona, pese a su mañanero primer gol, estuviera para demasiadas alegrías. También Arujo evitó el empate cuando el balón prácticamente entraba y los de Xavi, a medida que pasaban los minutos, se iban rebajando cada vez más al rival. Y esto sí que es culpa del Barça: del técnico, del equipo y del club, que cada partido dan, sea cual sea al final el resultado, una vergonzosa imagen. Merecían que el pobre Intercity le arrasara, aunque el pobre Intercity no parecía dar para tanto. Dembélé, la gran apuesta de Xavi, hacía un ridículo difícil de explicar en cada balón que intentaba tocar. El hashtag que Movistar Plus sobreimprimía en la parte inferior izquierda de la pantalla era: «#LaCopaMola», como dando por hecho que todos los espectadores somos unos retrasados mentales. Qué vergüenza. Qué noche de agresión gratuita al fútbol y a sus aficionados, en todas las vertientes y por todos los costados. Sin que el empate pareciera inminente, ni siquiera una opción demasiado realista, a medida que el partido se acercaba al descanso la idea ni que fuera remota de un gol del Intercity no parecía tan absurda. Qué triste el Barça, qué triste. Ferran Torres y Memphis, otra noche desaprovechada. El público en la grada gritaba contra la propiedad del club: «Estoy hasta los huevos/ de la familia Ortiz». Y así llegamos al final de la primera parte. En la reanudación, Dembélé continuó fallando. Un remate muy inocente desmereció un control previo orientado de una gran calidad. Este chico es una decepción constante e incluso cuando hace algo bien enseguida se esfuerza en estroperarlo. El Barça no tenía eficacia, y el Intercity empezaba a coquetear tímidamente con el empate. Ferran Torres, como Dembélé, no desaprovechaba ninguna ocasión para dejar claro que los que confían en él se equivocan de cabo a rabo. Bueno, lo último no sé. Y aunque las crónicas futbolísticas no están para hacer confesiones personales tan exageradas, permítanme saltarme el registro para decirles cuánto me alegré en el minuto 59 del gol del empate del Intercity. Un equipo como el Barça merece este episodio humillante. Y ni siquiera como estímulo para la reacción, sino como espejo de su actual mediocridad. No se puede ser el Barça e ir así por la vida, ni mucho menos por Alicante. Laporta, gordísimo y echado como «patrás», casi no cabía en el asiento del palco. Si no reacciona con medidas drásticas, este equipo infumable y este entrenador que no funciona lo acabarán llevando por delante. Gavi, que había entrado por Pablo Torre, le puso un balón precioso a Dembélé y por primera vez lo aprovechó, rompiendo la ilusión local del empate. Pero lo que parecía definitivo no lo fue y otra vez Soldevila, franqueado por la incomparecencia de la defensa visitante, volvió a empatar. Independientemente de cuál fuera el resultado final, era increíble que el Barcelona se hubiera dejado arrastrar a una situación tan desesperada. Sin tiempo para especular con la prórroga, Raphinha marcó el tercero, pero Soldevila decidió hacer historia y en la que muy probablemente será la gran noche de su carrera le firmó un admirable hat-trick a todo un Barça. La prórroga se hizo realidad, y con ella la humillación que el Barcelona merecía. No se puede decir sin engaño, y engaño sabiendo que lo es, que Xavi o este equipo necesitan tiempo. No hay ningún tiempo que pueda salvar lo que ya se ve que no da más de sí. Que Laporta no sepa en qué técnico confiar no significa que pueda aguantar a Xavi sin darse cuenta de que el naufragio va a ser total. El presidente tiene que pensar más, comer menos, y reaccionar si no quiere que la inundación le ahogue a él también en este mar intolerable. Se pueden perder partidos, se puede tener una mala noche en Alicante y caer ante el modesto Intercity. Pero no se puede mostrar esta apatía, esta desidia, este desdén que ni es de ayer ni se puede atribuir al cansancio del Mundial. Lo que ayer fue el Barça -como el domingo en el Camp Nou, frente al Español- es lo que hay. No fue mala suerte ni un momento de ofuscación sino la más cruda realidad. El equipo de Xavi, y el propio Xavi, son un conjunto vacío, sin ideas y sin alma, que brilla como la hojalata en los primeros minutos de cada partido y luego se deshace en su más definitoria característica que es la nada. Nada. Este Barça no es absolutamente nada. No responde a ningún concepto, no posee ningún instinto. Ansu de rebote marcó el cuarto, salvando momentáneamente los muebles, que no la dignidad. Hablando de dignidad nunca se vio menos que en la grada del Rico Pérez, que cuando el Barça marcaba gritaba «Barça, Barça», y cuando empataba el Intercity, los mismos y con la misma dignidad, entonaban el vergonzoso «sí se puede». El Intercity -y no es un reproche, porque su actuación fue muy meritoria- parecía a dar muestras de agotamiento y el Barça lo encerró en su campo durante la segunda mitad de la prórroga. Victoria, pero humillante, del Barça en Alicante. Si Laporta y su directiva, escudándose en haber pasado la eliminatoria, insisten en su confianza ciega en Xavi, sólo conseguirán que al final el cáncer sea inoperable.
De Deportes https://ift.tt/rtP6LJk
0 comentarios:
Publicar un comentario