martes, 31 de enero de 2023

Cristal y huesos

No todo lo que se rompe se puede volver a pegar. Incluso teniendo entre las manos todos los pedazos y que encajen a la perfección los añicos. No se puede. Estamos hechos de cristal y huesos. Aunque a simple vista parezca lo contrario no son lo más quebradizo los huesos, capaces de soldarse bajo una escayola. Lo frágil es transparente. Ahí donde no se notan las fisuras, de repente un día cualquiera, parte sin remedio. La confianza, la voluntad, la ilusión, la fe, la certeza, la amistad o el amor son macetas al borde de la ventana. Siempre en riesgo. En una estrecha repisa tan segura los días de sol como peligrosa durante el vendaval de tormenta. Escribió Javier Marías que «la fe es voluble y frágil; se tambalea, se recupera, se fortalece, se resquebraja. Y se pierde. Creer nunca es de fiar». Ni el resto de nuestra delicada fracción vidriosa. Sin embargo, equilibristas ante el abismo, descuidamos sin reparo esa verdad incómoda. Quizás porque la única manera de exprimir la vida sea disfrutar lo caduco como si fuera eterno. Habitar conscientemente tan solo lo transitorio. Últimamente a nuestro alrededor se desmoronan parejas. Parejas que eran tiempo, certeza y voluntad desbaratadas sin razón y sin remedio. Uno se lleva el aire y el otro tan solo respira atónito en un desierto inesperado y hostil. Tienen todos los trozos pero ya no saben qué hacer con ellos. Ya no se puede. Y para nada les sirven los huesos. Asistimos a estos desencuentros a la vez que los domingos nos juntamos de la mano en el curso prematrimonial con decenas de ilusionados novios felices como nosotros, ansiosos de volar juntos lo que permita el tiempo. Un día fueron ellos. Allí escuchamos largas charlas de matrimonios duralex que sobrevivieron. «La vida es frágil y fugaz. Eso es lo que la hace interesante», dice Joël Dicker. Merece la pena pero aun así tengo miedo por si un día el cristal de uno de los dos se rompe y es el otro el que siente el frío invierno. Si por desgracia o descuido somos de los que nos quebremos. Y aunque logremos juntar los pedazos ya no se pueda. Y se amontonen los huesos.

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