sábado, 28 de enero de 2023

Cien horas para cazar al 'padrino', violador de niños

No se pueden abrir los regalos de Reyes cuando la imagen que tienes en tu cabeza es la de un niño de tres años al que un desconocido está violando. Esa y otra veintena similar. Fotos y vídeos con criaturas en la boca del infierno, a merced de un pederasta, un hombre sin rostro. Así arrancó la operación Lucero , en la que el Grupo I de Protección al Menor de la Policía Nacional logró en poco más de cien horas atrapar en Barcelona a Lucio G ., un boliviano nacionalizado español de 41 años, que llevaba una década larga sodomizando a los hijos más pequeños de amigos y conocidos. La tarde del día 5 cuando las cabalgatas de Reyes empezaban a iluminar caras infantiles, en un despacho del complejo policial de Canillas uno de los agentes del Grupo I, un veterano que estaba de guardia, vio los vídeos que habían colgado sus colegas de la Policía de Queensland (Australia) hallados en la ' dark web' . Se escuchaban palabras en español, de ahí la alerta. Cuando aparece ese tipo de material en la base ICSE (en la que policías de más de 60 países comparten agresiones a menores), lo habitual es que se haya grabado en algún país suramericano. Pero no: los ojos acostumbrados a bucear en millones de píxeles que harían vomitar a cualquiera detectaron que las imágenes podrían haberse captado en España. Había un cochecito que simulaba el de alguna policía local, aunque era una mala reproducción; tenía dibujada una estrella de sheriff. Noticia Relacionada estandar No Un juguete y la banda sonora de una película acorralaron a un violador de niños de tres a 10 años Cruz Morcillo La Policía aisló imágenes fragmentadas para obtener la identidad del sospechoso que grababa las agresiones y las subía a canales pedófilos El grupo al completo (seis agentes) se moviliza. «Nos dejamos el alma. Había imágenes con pinta de ser muy recientes y era prioridad absoluta localizar al individuo que podía estar abusando en ese momento de otro crío», explica el inspector Javier Izquierdo, al mando del grupo. Segundo paso con el reloj disparado: con un software limpian el audio que se escuchaba de fondo y recuperan frases. Es la banda sonora de la película 'El clan de los rompehuesos'. El doblaje no era de una versión suramericana, sino española. Estaba en Netflix y en otras plataformas, imposible saber dónde se emitió o en qué fecha. «Es lo peor. Tú te estás imaginando al niño de cinco años, al tipo que está jugando con él con premios y amenazas hasta aislarlo» Repasan una y otra vez los vídeos del agresor: hay niños violados, otros desnudos y un tercer tipo, críos a los que manosea el agresor. Tienen entre tres y diez años. Amplían imágenes, aíslan fotogramas. En una foto borrosa aparece una ventana y a través de ella vislumbran unos tejados de la calle, que localizan vía Google maps. Se ve una fachada con una cristalera oscura y peculiar. Unos policías se dedican a diseccionar esas imágenes y otros a rastrear en la red oscura en busca de modismos y giros de quien habla o escribe. Peinan foros de distribución de pornografía infantil, van contextualizando datos mínimos y cruzándolos con bases de inteligencia. En la 'dark web' no hay IP «No podemos sacar una dirección IP de la dark web, hay que dar la vuelta. Encontramos un nick que utilizaba para navegar ahí pero también para identificarse en otros foros abiertos», detalla el inspector Izquierdo. Con esa labor de artesanía cibernética obtienen una lista de candidatos por toda España, cinco o seis tipos que podrían encajar. Es domingo, 8 de enero, y llevan cerca de 70 horas trabajando a destajo en busca del rastro imposible. En otro fotograma centran una mano, un nudillo y una cicatriz en forma de V. Y de refilón una   ceja muy característica, casi pegada al párpado. Centran la casa en Sant Pere de Ribes (Barcelona) y cotejan padrón e inquilinos. La ceja que comparan en una fotografía de documentos oficiales lo delata. Es domingo por la tarde: lo tienen. El candidato se llama Lucio G . Operación Lucero ABC «En Ese disco duro, ahí están» El arrestado indicó a los policías dónde guardaba más archivos inéditos. El inspector Izquierdo, jefe del Grupo I de Protección al Menor, coteja la primera pista El lunes 9 empieza el rastreo personal. Los agentes viajan a Barcelona con más información en sus portátiles sobre el individuo de la que él mismo recuerda. «Estaba abusando de un niño de cinco años. Teníamos que intervenir. Todo eran tan rápido que las contestaciones básicas nos llegaron muy justas», admite otro de los miembros del Grupo I, encuadrado en la Brigada Central de Investigación Tecnológica. Tan rápido que a las 36 horas, el día 11 de enero, el pederasta estaba detenido en el piso de Sitges que compartía con otro hombre, desolado al averiguar con quien compartía vida. «Esas son mis sábanas», balbuceaba cuando le mostraron alguna de las agresiones. «No lo he sabido ver». El menor tiene 3 años; el mayor, 23. Hace 13 que el monstruo dejó de violarlo. Se lo llevaba al monte. Nunca lo había contado «En el registro el detenido se fue dando cuenta de que teníamos todo. Coincidía el colchón, las sábanas... sabía lo que íbamos buscando y en cierto modo nos guio: en esa carpeta, en ese disco duro ahí están», cuenta el jefe de grupo. Guardaba más archivos inéditos, grabaciones del delito, sorprendido de que lo hubieran pillado después de tantos años de impunidad. En poco más de cien horas le cazaron. Arrancaba la peor parte: la de las víctimas. Los policías convertidos en heraldos del horror y en psicólogos. El menor de los niños tiene 3 años ; el mayor 23. Hace 13 que el monstruo dejó de violarlo. Nunca lo había contado. Se lo llevaba al monte o lo encerraba en el piso que compartía con su familia. No hay imágenes. Fue un amigo suyo de 18, también abusado por este individuo, el que les condujo hasta él. «Estaba atemorizado, solo quería olvidar», cuenta N., el agente que habló con las familias y los mayores de edad. Emigración y desarraigo Lucio había vivido en Valencia, Sant Pere y ahora en Sitges. Estaba en paro pero solía trabajar como repartidor. Se ganaba la confianza de familias bolivianas recién llegadas. La emigración y el desarraigo aúna lazos. El amigo se convierte en compadre y luego en padrino; varios le atribuyeron ese ascendente. Cuidaba a sus hijos, los recogía del colegio, les echaba una mano. Y los niños integraban a ese adulto de referencia como uno más y callaban. Las pistas imposibles Un cochecito de policía Fue el primer indicio de que los vídeos de agresiones sexuales a niños detectados en la 'dark web' por policías australianos se podían haber grabado en España. Aparecía un coche de juguete imitando al de policías locales, aunque con una estrella de sheriff en la puerta. 'El clan de los rompehuesos' En otro vídeo se escuchaba de fondo una música y unas palabras. Los agentes lograron identificar la banda sonora de la película 'El clan de los rompehuesos', doblada en castellano. Estaba en Netflix y en otras plataformas por lo que era imposible saber cuándo se había emitido y dónde. La conclusión es que las agresiones se habían producido en nuestro país. Una ventana y un tejado La segunda imagen clave la captaron a través de la ventana que salía en otro vídeo. Se veía un tejado, que los policías lograron situar en una calle de Sant Pere de Ribes (Barcelona), cruzando los datos con un nick que el supuesto agresor utilizaba en foros abiertos de pederastas. De los cinco o seis sospechosos por toda España (basándose en su forma de hablar y escribir en la dark web) era el único que había vivido ahí. La fachada tenía una cristalera peculiar. Una ceja y una cicatriz Detectaron también una microcicatriz en forma de V en un nudillo de la mano y que el autor tenía una ceja característica, muy pegada al párpado del ojo. El cotejo con una foto oficial redondeó la pesquisa. Primero había premios, luego amenazas, después castigos y ya la vergüenza a medida que crecían. Cuando el agresor detectaba riesgo de que hablaran porque el pequeño cumplía años, lo apartaba y elegía a otros. Sus preferidos tenían entre tres y siete años. «Esa camiseta se la compré a mi hijo para su cumpleaños», reconoció abatido un padre al ver una imagen. Ninguno había sospechado nada. «Se lo tuve que explicar a alguna familia. Esto no pasa en un día, es un proceso. En ese primer contacto con los padres surge la culpa y la vergüenza. Nuestra intervención está orientada a superar eso. Si solo te quedas con el reconocimiento de víctimas, los dejas tirados. Tienes que ofrecerles recursos y apoyo a través de la oficina para las víctimas delitos sexuales», continúa el policía al que le tocó contarles, explicarles. Entrenador de fútbol «A los menores no los tocamos para que el niño no sufra más -continúa-. Solo los explora el juzgado, una vez». Cuenta que nunca te acostumbras pese a los años que lleva. «Es lo peor. Tú te estas imaginando al niño de cinco años, al tipo que está jugando con él, con premio, recompensa, amenazas, luego lo aísla hasta que la criatura se siente abandonada, dejada de la mano de dios. El niño llega a asimilarlo como algo normal. Después trata de bloquear. Esto no me ha pasado, me callo, me da vergüenza... Hay que trabajar mucho esa declaración para que sienta que el policía le ayuda». Los cazadores del mal se convierten en sus salvadores. Tienen constancia de seis víctimas de Lucio. Intuyen que hay más. Entrenó a equipos de fútbol infantiles, compartió piso con varias familias, agazapado. El amigo, el compadre, el padrino. El demonio.

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