Hegemonía

La táctica de Feijóo consiste en ocupar el centro sin renunciar a su alianza objetiva con Vox, no es, en rigor, viable Nunca sabremos lo que ha ocurrido en Castilla-León con el protocolo sobre el aborto. Es posible que García-Gallardo haya ofrecido a los medios una versión deliberadamente distorsionada tras pegar la hebra con sus jefes de Madrid. Tampoco cabe excluir que sea un imbécil y haya soltado la bomba porque no distingue el tocino de la velocidad. O quizá a Mañueco se le fue el santo al cielo y no se dio cuenta de lo que había estado tratando en el Consejo de Gobierno hasta verlo caricaturizado por García-Gallardo. Los hechos certificables son estos dos: 1) No va a elaborarse un nuevo protocolo sobre el aborto. 2) El requerimiento de incompetencia enviado por el Gobierno a la Junta no pasa de ser una sobreactuación grosera. El episodio castellanoleonés ofrece dos aspectos, uno interesante desde el punto de vista de la política y el otro de cariz cultural. Vayamos por partes. La táctica de Feijóo consistente en ocupar el centro sin renunciar a su alianza objetiva con Vox, no es, en rigor, viable. Vox es un partido muy escorado a la derecha y con un peso parlamentario considerable. En el corto plazo, esto se traduce en una disonancia permanente entre lo que Feijóo coloca sobre la mesa, y los recursos de que dispone para ponerlo en práctica. Le costará mucho trabajo beneficiarse del voto socialista descontento con Sánchez si la formación con la que no tiene más remedio que contar entra en colisión directa con los instintos elementales del centro-izquierda. Asistimos a una contradicción de carácter performativo. El que propone matrimonio estando ya casado, está desmintiendo implícitamente su proposición; el que insta a la moderación cuando sus socios no son moderados, corre el riesgo de no ser tomado en serio. Esto, en lo que afecta a la recaudación de sufragios de aquí a las elecciones. La segunda parte es peor. La situación española es muy grave, incluida la económica, y Feijóo, si logra ser, como parece probable, el próximo presidente del gobierno, tendrá que intentar reformas de enorme calado. Es un misterio cómo podrá atar cabos con un gabinete fracturado, o dependiendo del apoyo parlamentario de Vox . La resurrección palingenésica de un PSOE presentable es lo único que podría sacarle del atolladero. Pero el milagro tardará tanto más en consumarse, cuanto más dure la alianza actual de los populares con Abascal. Noticia Relacionada estandar No Feijóo asegura que no se va a «coaccionar» a ninguna mujer que quiera interrumpir el embarazo en Castilla y León S.E. El líder del PP se desliga por completo de Vox y les recuerda que el que «manda» es Mañueco Voy a lo profundo, quiero decir, lo cultural. La idea, formulada por García-Gallardo, de interpelar a la madre para que decida si escucha o no los latidos del corazón del nonato, ha sido recibida por la opinión como peculiarmente odiosa. Y lo es, ya que encierra una suerte de intimidación. García-Gallardo ha entendido, además, que la intimidación opere como un disuasivo. La madre, abrumada por la percepción del latido, o por su negativa culpable a escucharlo, podría corregirse y no abortar. Simultáneamente, el rasgo odioso es una pamema al lado de las barbaridades anejas a la 'ley trans'. Y sin embargo, y esto es lo interesante, el enfado y el escándalo provocados por la 'ley trans', aunque grandes, son proporcionalmente menores que los que ha desatado la especulación de García-Gallardo. ¿Por qué este desequilibrio? La causa reside en que ciertos lugares comunes de la extrema izquierda disfrutan de lo que Gramsci, uno de los oráculos de Laclau/Mouffe, denominó «hegemonía». Un pensamiento es hegemónico cuando se puede verbalizar, por estúpido o dañino que sea, sin recortarse embarazosamente sobre el telón de fondo. La hegemonía es un hecho social complejo, que cuaja a lo largo de los años y no se corrige desde un partido político. Con esto ha de contar la derecha. Con esto hemos de contar todos nosotros.

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