miércoles, 18 de enero de 2023

Nadal, una leyenda de cicatrices, orgullo y respeto por el tenis

Con 3-4, en la carrera hacia una pelota para impactar con su 'drive', el clac. Gestos. Pierna al aire. Quejido al cielo. Ojos cerrados. Dolor. Frustración. Algo pasa en la cadera y la mirada de desconsuelo pasa a la de incredulidad, a la devastación, a las preguntas que no encuentran respuesta en su banquillo, a las lágrimas de su mujer, María Francisca Perelló, en la grada. Otra lesión. Otra vez. «No sé si es la cadera a nivel articular o de cartílago o hueso o si realmente es el músculo, que se ha roto. Tengo unos problemillas en la cadera desde hace años, lógicos después de tantos años jugando. En las últimas imágenes estaban un pelín peor, pero no estaba limitado. Los últimos tres o cuatro días he tenido un poco mas de molestias, pero no imaginaba nada como esto. No es un problema que me haya privado de jugar en el pasado», analizaba el balear después, apeado del Abierto de Australia en segunda ronda ante un gran Mackenzie McDonald (6-4, 6-4 y 7-5 en dos horas y 32 minutos) que lo maniató y se aprovechó de su falta de chispa, movilidad, efectividad y concentración (tuvo pelea desde el principio con la jueza de silla por el tiempo que le dejaba para sacar), y con un capítulo más en su ya largo y doloroso historial de lesiones. Otra cicatriz que se clava en la leyenda. No obstante, y en otra muestra de lo que significa ser Nadal, el balear se trató en el vestuario el tiempo que le permitieron y salió a la pista. Cojeando, sin fuerza, sin impulso, no se retiraría; no entiende así el deporte Nadal. Aún le arrancó cinco juegos a un incrédulo McDonald, que supo sin embargo doblegar al campeón malherido. «Consideré parar en varias ocasiones, pero como defensor del título no quería terminar así el partido. No podía sacar, no podía correr e intenté jugar sin agravar la lesión». Las cicatrices son su seña de identidad. Estos gestos también. Tampoco se marchó de la final del Abierto de Australia de 2014 ante Wawrinka, rígido por un problema en la espalda. Sin poder andar por la rodilla aguantó hasta finalizar el segundo set ante Juan Martín del Potro en las semifinales del US Open 2018; y hasta el quinto parcial luchó contra Cilic y contra el dolor de la rodilla en Australia 2018. Hay respeto al rival -a quien concedió todo el crédito-, a los aficionados que han comprado la entrada, a sí mismo. Darlo todo cuando no queda nada. Noticias Relacionadas opinion Si El bisturí Rafa Nadal: la mortificante cadera del tenista Dr. Ripoll estandar No Las lágrimas de Mery Perelló tras la lesión de un Nadal que acabó desesperado David Sánchez de Castro Lo que tiene ahora Nadal es frustración y otro capítulo de su tremendo historial médico. Uno que empezó en 2004, con ese escafoides roto en el pie izquierdo que casi lo deja sin carrera antes de empezar y que lleva por nombre síndrome de Muller-Weiss, el que reapareció en este 2022. A raíz de ese problema llegaron otros: la tendinitis crónica de las rodillas que derivó en un síndrome de Hoffa y que lo apartó del tenis muchas semanas entre 2008 y 2013. O las muñecas, también débiles e incapacitantes para jugar en varios episodios entre 2014 y 2016. Solo en 2022: una rotura en las costillas, otra vez el pie -cuyo nervio durmió para poder jugar Roland Garros- y el desgarro muscular que arrastró desde Wimbledon. Ahora, la cadera. Demasiado para cualquiera. «Duele como siempre, pero el vaso se va llenando y el agua puede salir. Me dolieron más las semis de Wimbledon porque estaba preparado para ganar el torneo. Pero es... otra vez. Son tres Grand Slams que no he podido terminar en condiciones. Puedo poner buena cara, que lo hago, y aceptar las cosas, que lo hago, pero uno no se tiene que engañar y hacer un discurso optimista cuando no lo es. Estoy cansado, triste, decepcionado», admitía. «Es agotador y frustrante estar luchando contra tantas lesiones. Mentiría si dijera que no estoy destrozado. Es duro recuperarse y el tiempo y el esfuerzo que haces para que vuelva a estar otra vez todo en su sitio y ser competitivo. Había recuperado movilidad estas tres semanas, pero con parones se hace muy difícil volver a coger la forma. Y más con mi edad». Son 36 años, una cicatriz más, una oportunidad menos.

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