La Semana Santa se ha convertido, para muchos, en una excusa para hacer un pequeño descanso en la rutina laboral y realizar algún viaje, aunque siguen siendo numerosas las personas que la siguen con fervor y con respeto. En Madrid, siempre han tenido su toque particular, pero el paso de los años ha cambiado mucho el ambiente en que se viven. Ha pasado más de un siglo desde aquel bando del alcalde Martín de Rosales y Martel, duque de Almodóvar del Valle, que el 31 de marzo de 1917 prohibía la circulación de vehículos y los petardos, entre otras cosas. En el texto de la norma, el regidor de la Villa recordaba la solemnidad de las fiestas del Jueves y Viernes Santo, y a tal efecto prohibía la circulación de carruajes «desde las 4 a las 7:30 de la tarde» en las calles del centro, por donde transitaban las procesiones de más tradición. Procesión del Santo Entierro, en abril de 1920, en la Puerta del Sol - PORTELA Había, eso sí, excepciones a esta norma: sí que podían circular los coches-correos, las diligencias, los ómnibus al servicio de los ferrocarriles, el coche del Juzgado de guardia, los carros para la conducción de la carne, los carruajes de baños para enfermos, los coches de las empresas funerarias, los de limpieza y de la Administración militar, y los carruajes de médicos y cirujanos. Y, por supuesto, los de las autoridades y el cuerpo diplomático. Además, para ir acordes con la solemnidad de las celebraciones, el bando también prohibía instalar puestos de comestibles o bebidas en las inmediaciones de la Capilla del Príncipe Pío el Viernes Santo, y no permitía que se tiraran cohetes o petardos el Sábado Santo. La visión de Pardo Bazán A los ojos de la escritora Emilia Pardo Bazán, la Semana Santa madrileña era «cada vez más singular y menos religiosa», como escribía en un artículo en prensa publicado el 8 de abril de 1907: recordaba entonces la «tarde bulliciosa del Jueves Santo» donde veía por las calles «trajes claros, adornados, mantillas blancas, claveles rojos, amarillos, jaspeados, flores prendidas en el pecho y en la cabeza, los cafés y los colmados rebosando concurrencia, y en las iglesias cirios ardiendo y mesas de petitorio y un gentío que entra por la derecha y sale por la izquierda, atropellándose, y en el cual son minoría los que se arrodillan a rezar la Estación». Años más tarde, en 1910, se hacía eco de una polémica que estaba ese año en la calle, «si han de circular o no coches el Jueves y Viernes Santo». Le parecía natural «el cerrarse los teatros durante algunos días de esta semana», no por capricho de los empresarios, sino «por convencimiento de que el público no iría». Palacio Real Destacaba la escritora una ceremonia religiosa en concreto, «el ostentoso culto de la capilla de Palacio, sin olvidar la extraña y solemne ceremonia del Lavatorio». Se refiere con ello a una costumbre que se repetía año tras año, en la que varios mendigos eran recogidos de la calle, vestidos para la ocasión con capas, bastón y sombrero de copa, y trasladados a Palacio, donde se sentaban en unas sillas bajas, se quitaban las botas y calcetines, y de esa guisa se presentaban ante el rey. Según relata José Gutiérrez Solana en su 'Madrid, escenas y costumbres', el monarca «se sirve de una jarra y una jofaina, en la que meten los miembros, ya lavados de antemano con estropajo, y después se los seca con una toalla». A los mendigos agraciados se les regala el traje que llevan puesto y además les regalan un cesto con comida y una bota de vino. Dice Pardo Bazán que no solían comerse esas viandas -«la magnífica cesta colmada de empanadas de salmón, trozos de mero, lenguados, besugos, y qué se yo cuántas golosinas y frutas»-, sino que las vendían, para sacar con ello ingresos que les reportaran alimento durante más días. El año de la I Guerra Mundial, 1915, cuenta la condesa de Pardo Bazán que «se suprimió la ceremonia del Lavatorio». Los regalos «fueron iguales, pero no se verificó la ceremonia» porque «no se podía reunir a los representantes de los diversos países en guerra. Ni cabía prescindir de invitar al cuerpo diplomático ni juntarte … ¡Inesperado efecto de la interminable 'conflagración'!», concluía.
De España https://ift.tt/7sVm0GD
domingo, 10 de abril de 2022
Home »
España
» El bando que prohibía vehículos y petardos en Semana Santa, y los mendigos a los que el rey lavaba los pies
0 comentarios:
Publicar un comentario