sábado, 23 de abril de 2022

Pasión, música, respeto al himno y el capote de Joaquín

Tres años después, la final de Copa del Rey volvió a ser el partido más bonito del año, porque lo es, principalmente, gracias al ambiente que crean las dos aficiones finalistas. Ahora que España es, por fin, un país libre de mascarillas y que el coronavirus ha pasado a ser la décima noticia de un informativo, quizás a muchos se les haya olvidado, pero desde mayo de 2019 no se disputaba una final de Copa con público. Tanto la de 2020 -jugada en 2021 y ganada por la Real Sociedad al Athletic (1-0)- como la de 2021 -disputada solo dos semanas después del duelo vasco, y también perdida por los de Marcelino, esta vez ante el Barça y con enorme rotundidad (4-0)- se celebraron con un vacío sonoro. Anoche, en la Cartuja, a la tercera ocasión que el estadio sevillano acogía la final de manera consecutiva, las hinchadas de Betis y Valencia sí que pudieron disfrutaron del encuentro más especial de la temporada como la ocasión lo merece. También hubo música, y no solo la que salía desde la megafonía. Mario Vaquerizo y Alaska pusieron el ritmo y el baile en los quince minutos previos al pitido inicial. Fue otra de las novedades de la final. Por primera vez en la historia de la Copa, el torneo contaba con una canción oficial, compuesta y cantada por el popular dúo, y que desde ayer mismo sonará al principio de todos los partidos del torneo del K.O.: «Fue una idea loca de la Federación y de su presidente, y le estamos muy agradecidos», explicó la cantante. En el show, aparte de ‘Celebrar es ganar’ tocaron algunas de las canciones más conocidas de Fangoria, de la que Alaska es su cincuenta por ciento. Al sarao prepartido no llegaron a tiempo el Rey, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, y el máximo dirigente de la Federación, Luis Rubiales, que accedieron al palco justo segundos antes de que comenzara a sonar los acordes del himno nacional. Aquí también hubo un viaje emotivo al pasado. Por primera vez desde 2013, cuando Atlético y Real Madrid se jugaron la Copa en el Bernabéu con título final para los colchoneros (2-3), había dos equipos de clara tendencia nacional sobre el verde. En las última ocho finales, siempre hubo presencia de Barcelona, Athletic o Real Sociedad, lo que generaba una sonora pitada al himno de España. Ayer, la Cartuja se llenó por completo de banderas de nuestro país y se tarareó con gozo y pasión su melodía favorita. Pero como en toda final, la felicidad, las risas, los nervios, las emociones y los sentimientos exaltados dieron paso al éxtasis absoluto entre la afición ganadora, y al llanto desconsolado en el bando perdedor. También hubo lágrimas entre los verdiblancos, pero en su caso de alegría. Estalló primero Miranda, el lanzador del penalti ganador. No recorrió ni un solo metro el canterano para celebrarlo. Rodillas al suelo y manos a la cara justo antes de romper a llorar, tumbado boca bajo sobre la hierba de La Cartuja mientras sus compañeros corrían como locos a tirarse encima de él. La épica de una final a miles de revoluciones conquistada desde los once metros provocó situaciones insólitas, como una veintena de aficionados del Betis saltándose el cordón de seguridad para llegar junto a los futbolistas y abrazarse a ellos. Justo lo contrario que en su rival. Musah pedía perdón a la grada por su penalti errado. Alderete lloraba sin consuelo, en la soledad del banquillo. Como Gayá en el ‘flash interview’. El contraste con la sonrisa infinita de Joaquín, que elevó la Copa al cielo de Sevilla y puso el capote final.

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