martes, 26 de abril de 2022

Guardiola - Ancelotti, electricidad en los banquillos

Al contrario que con Simeone en cuartos -saludo corto, frío y con cierta distancia-, Pep saboreó encontrarse con Ancelotti, su predecesor en el Bayern. El técnico catalán le dio un cariñoso abrazo y compartieron unos 15 segundos de risas, buena táctica también para matar los nervios que ambos confesaron en las ‘flash interviews’ previas al inicio de partido. La felicidad por el reencuentro de dos entrenadores que se admiran y se respetan se terminó bien pronto en Ancelotti. Los dos goles tempraneros del City dejaron al italiano con los brazos en jarra, una cadencia de masticado de chicle más aguda, gesto de contrariedad y conversaciones con su segundo e hijo, Davide, buscando respuestas al mail inicio del Madrid. Guardiola, evidentemente, estaba bastante más contento que Carletto, pero lo disimulaba bien. Puños cerrados, pero poco más. Ni siquiera un gesto hacia Lillo. Ni media sonrisa. Gesto de concentración y manos también en los bolsillos de su plumón negro, y a lo suyo. Y lo suyo era una montaña rusa de emociones. A Pep no le hizo gracia el 2-1 de Benzema, pero lo que más le enervaba eran las pérdidas de balón de sus jugadores en la salida del mismo. En unas ocasiones se llevaba las manos a la cara y en otras a la nuca, pero lo que más enfadó a Guardiola en la primera mitad fue la que se ‘chupó’ Mahrez, aún con 2-0, cuando tenía línea de pase fácil hacia Foden para empujar el tercero a la red. La bronca que se llevó el argelino, justo cuando pasó al lado del banquillo citizen fue fina, con Guardiola incluso metido en el campo de juego. Pep calmó revoluciones con alguna que otra charla con el cuarto árbitro que ejercía de terapia de choque y con un afectivo abrazo a Stones. Guardiola forzó con el inglés, al que por cierto escondió a la prensa en los quince minutos abiertos del entrenamiento del lunes. Quién no se escondió, como nunca lo hace, fue Ancelotti en el 2-1. El italiano no estaba para celebraciones y llamó rápidamente a Kroos y Modric para ajustar líneas y debatir sobre el bloque bajo, que no acaba de convencer a Ancelotti cómo estaba siendo gestionado por sus jugadores. También levantaba los brazos en señal de incredulidad con cada duelo de Gabriel Jesús, siempre ganado por el brasileño ante la incomprensión de Carletto. Camino de los vestuarios, para el descanso, Ceballos se quedó en la bocana esperando a sus compañeros para darle la mano uno a uno. Buen gesto del utrerano, sabedor que una de las mejores versiones del City estaba haciendo sufrir al Madrid, algo que el inicio de la segunda parte volvió a demostrar. El 3-1 sí que provocó una celebración más efusiva de Guardiola. Ancelotti, con los brazos en alto, intentaba pedirle explicaciones a Vini por el error en la salida de balón, pero el brasileño aprovechó estar en la banda contraria a la del banquillo para hacerse el loco. Su gigante jugada en el 3-2, solo dos minutos después, hizo cambiar por completo el estado de ánimo de Carletto y enfurecer a Pep. Guardiola acababa de ver una amarilla por una alocada protesta al cuarto árbitro en un saque de banda en contra, cuando él lo consideraba a su favor. Esa decisión fue el embrión del 3-2, algo que le recordó Pep al cuarto colegiado con malos modos. El 4-2, tras veinte minutos de calma tensa, llevó al cielo de Mánchester los brazos y puños de Pep, y de ‘bonus track’ una mini charla para Fernandinho, al que Vinicius estaba lastimando, aunque no tanto como lo hizo Laporte. Guardiola ni se inmutó. Fue tan claro el penalti que se sentó cabizbajo sobre la nevera, sabedor que un genio como Benzema no iba a fallar tres penaltis consecutivos. La media sonrisa de Carletto también lo intuyó. La electricidad de los banquillos fue otra oda al fútbol.

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