jueves, 7 de enero de 2021

Decencia selectiva y vacaciones

SI Pedro Sánchez ha admitido que Salvador Illa es el mejor candidato socialista para presidir la Generalitat, y que esa es la única razón de que deba abandonar el Ministerio de Sanidad en plena pandemia –está por ver aún–, tiene lógica concluir también que abrir el Congreso un mes inhábil como enero para constituir una comisión de investigación del caso Kitchen, o tramitar con urgencia la forma de maniatar al Poder Judicial, se debe asimismo a un objetivo electoral sin más. La agenda de Sánchez es inexorable y necesitaba la cobertura de un estado de alarma usado a conveniencia. Cuando se trata de cubrir la vacuna con grandes logotipos de Moncloa, Sánchez ejerce de mando único salvífico para los españoles; cuando se trata de inyectarlas, es la cogobernanza autonómica lo que falla. El líder, siempre a cubierto. Sánchez es solo un perfeccionista del oportunismo, un envidiable experto del ventajismo. SI Pedro Sánchez ha admitido que Salvador Illa es el mejor candidato socialista para presidir la Generalitat, y que esa es la única razón de que deba abandonar el Ministerio de Sanidad en plena pandemia –está por ver aún–, tiene lógica concluir también que abrir el Congreso un mes inhábil como enero para constituir una comisión de investigación del caso Kitchen, o tramitar con urgencia la forma de maniatar al Poder Judicial, se debe asimismo a un objetivo electoral sin más. La agenda de Sánchez es inexorable y necesitaba la cobertura de un estado de alarma usado a conveniencia. Cuando se trata de cubrir la vacuna con grandes logotipos de Moncloa, Sánchez ejerce de mando único salvífico para los españoles; cuando se trata de inyectarlas, es la cogobernanza autonómica lo que falla. El líder, siempre a cubierto. Sánchez es solo un perfeccionista del oportunismo, un envidiable experto del ventajismo. Ya quedó demostrado que las «comisiones de investigación» son solo una coartada para activar la picadora de carne y descuartizar al oponente. Nada se investiga y nada se concluye, por lo que su creación nada tiene que ver con una cuestión de transparencia democrática, de control parlamentario, o de ejemplaridad pública. Son instrumentos de mera apariencia purificadora para configurar paseíllos criminalizadores diseñados a la imagen del gobernante que empieza a percibir su desfondamiento demoscópico. La cobertura es sencilla: se le comunica al ciudadano que el Gobierno hace el sumo esfuerzo de renunciar a un periodo vacacional en el Congreso para limpiar la democracia de adherencias y putrefacciones. Aplausos. Después, se expone públicamente a la pieza objeto de cacería. Más aplausos y lanzamiento de tomates al interfecto. Luego, un canutazo aquí y otro allá cada día como alpiste nutritivo de telediarios (ovaciones y rugidos)…, y finalmente, a otra cosa. Nadie recuerda hoy una sola conclusión de una sola comisión de investigación. Ninguna. Aquello tan digno de «exigir responsabilidades políticas» no deja de ser una absurda aliteración política. Un bulto sospechoso del que conviene desconfiar. Más aún, en este caso de supuesto espionaje a Luis Bárcenas desde el Ministerio del Interior, ya que ninguno de los implicados ostenta cargos «políticos». Salvo desde la perspectiva de un doble rasero ético para medir culpas, es incomprensible que quienes cínicamente negaron cualquier «responsabilidad política» al difunto Pérez Rubalcaba con el «chivatazo» a ETA, se erijan hoy en iconos altruistas de la libertad, exigiéndosela a Mariano Rajoy por Kitchen. La de Rajoy ya fue resuelta de la manera más drástica posible: con una moción de censura. Pero Sánchez pierde fuelle y su fábrica de ideas mágicas necesita realimentación y engrase. La Fiscalía filtra a capricho, señala con brocha gorda, marca sin presunción de inocencia, y después el Gobierno concluye la sangría «investigadora» en el Congreso porque el juicio tardará en llegar. Que no decaiga el artificio si la Audiencia Nacional no es suficiente. Y si además el mejunje cuaja impidiendo al poder judicial realizar un solo nombramiento más hasta que el PSOE lo colonice por mayoría renovada, enero habrá merecido la pena: Kitchen y los jueces abiertos en canal por decencia democrática; y la comisión de Sanidad y el control parlamentario a Sánchez, cerrados por vacaciones.. Nada se investiga y nada se concluye, por lo que su creación nada tiene que ver con una cuestión de transparencia democrática, de control parlamentario, o de ejemplaridad pública. Son instrumentos de mera apariencia purificadora para configurar paseíllos criminalizadores diseñados a la imagen del gobernante que empieza a percibir su desfondamiento demoscópico. La cobertura es sencilla: se le comunica al ciudadano que el Gobierno hace el sumo esfuerzo de renunciar a un periodo vacacional en el Congreso para limpiar la democracia de adherencias y putrefacciones. Aplausos. Después, se expone públicamente a la pieza objeto de cacería. Más aplausos y lanzamiento de tomates al interfecto. Luego, un canutazo aquí y otro allá cada día como alpiste nutritivo de telediarios (ovaciones y rugidos)…, y finalmente, a otra cosa. Nadie recuerda hoy una sola conclusión de una sola comisión de investigación. Ninguna. Aquello tan digno de «exigir responsabilidades políticas» no deja de ser una absurda aliteración política. Un bulto sospechoso del que conviene desconfiar. Más aún, en este caso de supuesto espionaje a Luis Bárcenas desde el Ministerio del Interior, ya que ninguno de los implicados ostenta cargos «políticos». Salvo desde la perspectiva de un doble rasero ético para medir culpas, es incomprensible que quienes cínicamente negaron cualquier «responsabilidad política» al difunto Pérez Rubalcaba con el «chivatazo» a ETA, se erijan hoy en iconos altruistas de la libertad, exigiéndosela a Mariano Rajoy por Kitchen. La de Rajoy ya fue resuelta de la manera más drástica posible: con una moción de censura. Pero Sánchez pierde fuelle y su fábrica de ideas mágicas necesita realimentación y engrase. La Fiscalía filtra a capricho, señala con brocha gorda, marca sin presunción de inocencia, y después el Gobierno concluye la sangría «investigadora» en el Congreso porque el juicio tardará en llegar. Que no decaiga el artificio si la Audiencia Nacional no es suficiente. Y si además el mejunje cuaja impidiendo al poder judicial realizar un solo nombramiento más hasta que el PSOE lo colonice por mayoría renovada, enero habrá merecido la pena: Kitchen y los jueces abiertos en canal por decencia democrática; y la comisión de Sanidad y el control parlamentario a Sánchez, cerrados por vacaciones.

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