martes, 26 de mayo de 2020

«Los futbolistas de Tercera vivimos de nuestros trabajos, la petición de la RFEF es absurda»

El madrileño Manu Jaimez, defensa del CDA Navalcarnero en Tercera división, lleva toda la vida pegado a una pelota, pero nunca ha podido vivir del fútbol a pesar de que ha llegado a disfrutar de los campos de Segunda división B. «Los contratos no dan para tanto y yo siempre he tenido claro que mi trabajo era lo primero». Empezó a ganar un sueldo cuando cumplió la mayoría de edad y ahora, con 31 años, sigue compatibilizando entrenamientos y partidos con su jornada laboral en una tienda dedicada a la venta de robots de cocina, en la que atiende al público. Su equipo disputará el playoff de ascenso y él, según las exigencias de la Federación, es uno de los jugadores que debería renunciar a su vida social para evitar el peligro de contagios del Covid-19. «Ahora estoy en casa, pero pronto volveré a la tienda, ¿cómo voy a dejar de trabajar por un playoff?», se pregunta el jugador, que trabaja de diez a siete antes de acudir los entrenamientos. «En esta categoría, la inmensa mayoría trabajamos o estudiamos, esa petición de la RFEF es absurda. Nosotros no vivimos del fútbol». Manu Jaimez no puede permiterse el lujo de meterse en una burbuja como sus compañeros de Primera o Segunda división. En su caso, el «aislamiento» que exige la RFEF resulta imposible «porque en la tienda tengo contacto a diario con dos compañeros y por allí pasan más de 200 vendedores, además de los clientes a los que no conozco de nada. Me llevan máquinas para arreglar y yo las tengo que manipular, por mucho que lleve guantes y máscarilla, existe un riesgo». Su historia es la de muchos otros futbolistas en una categoría modesta como la Tercera división. «Aquí te encuentras policías, sanitarios, agricultores, camareros, profesores, monitores, ¿cómo vamos a renunciar todos a nuestros trabajos?». Por mucho que le guste el fútbol y sueñe con el ascenso del Navalcarnero, Manu Jaimez tiene claro que el trabajo, como le enseñaron en su casa desde niño, es lo primero. La petición de la RFEF también ha sorprendido a Jorge Mediavilla, guardameta del Portugalete, otro de los conjuntos de Tercera división que jugará el playoff de ascenso. Él echa una mano a su mujer en un taller mecánico. «Es surrealista. Aunque nos hagan test, los resultados serían irreales porque, después de entrenar o de jugar un partido, nosotros no nos podemos meter en una burbuja como los futbolistas de Primera división», explica a ABC. «Después de los entrenamientos, de los partidos, los jugadores de esta categoría se van a trabajar y tienen contacto directo con otras personas, es inevitable, porque tienen que vivir de sus trabajos. Pedir que estén 40 o 50 días en sus casas resulta incomprensible», afirma el meta, que se considera un privilegiado porque su equipo paga unos 800 euros de media a sus jugadores. «En el País Vasco hay clubes de esta categoría que están muy asentados y tienen mucho tirón, pero esa cantidad es impensable en otras regjones». Futbolistas ON denuncia discriminación Futbolistas ON envió este martes una carta a la RFEF y al CSD en la que el sindicato transmitió la preocupación de los futbolistas por la circular informativa que han recibido los clubes que van a disputar el playoff, en la que la RFEF recomendó que los jugadores no hagan vida social y se mantengan en sus domicilios o lugares de concentración al terminar los entrenamientos. En su misiva, Futbolistas ON recuerda que «un gran número de jugadores de Segunda B y Tercera División necesitan otro trabajo para complementar los salarios que cobran como futbolistas y por eso deben acudir a sus puestos laborales antes o después de los entrenamientos, por lo que es una recomendación que no pueden cumplir». Además, el sindicato alude a la discriminación que supone que esta recomendación de confinamiento después de entrenarse sea "«exclusiva para los futbolistas de estas dos categorías, pues en cambio no se les recomienda a los compañeros de Primera y Segunda División, ni nos consta que se haga con cualquier otro trabajador, algo que inquieta a los jugadores por el presunto riesgo que corren». «A los clubes se les deben proporcionarse los recursos materiales y de personal para que puedan cumplir los protocolos que garantizan esa igualdad», asegura el sindicato

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