domingo, 31 de mayo de 2020

«Cosecha PNV»: 24 años de ganancias en Madrid

Gobierne quien gobierne España, el PNV siempre gana. Este es un axioma informal cincelado en el frontispicio mental del Congreso de los Diputados, donde el grupo nacionalista vasco vende a precio de oro su puñado de escaños. Siempre al mejor postor. Da igual Aznar que Zapatero, Sánchez que Rajoy. El suyo es un negocio redondo que administra con talento y ambición. El riesgo de su inversión en la gobernabilidad del país es bajo, la rentabilidad es máxima. Y si algo no le gusta al PNV se desentiende como ya demostró hace hoy dos años, cuando en apenas una semana fue capaz de apoyar los Presupuestos de Rajoy a traicionarle sumándose a la moción de censura a favor de Sánchez. Soltaron amarras sin salpicarse. Con apenas cinco o seis diputados, el partido de Andoni Ortuzar lleva años recolectando jugosos frutos de La Moncloa, cheques millonarios o competencias que han hecho calar la idea de que el PNV es el administrador único de los intereses del País Vasco. De hecho, se atribuyen el nombre de «Grupo Vasco» en las Cortes, pese a que son 6 de los 18 diputados por las tres circunscripciones. Esta última semana han enseñado los dientes a Bildu, por meterse en el juego de «ser influyente» en Madrid. Tras el pacto de Otegui con PSOE y Podemos, el PNV ha vuelto a sacar tajada de Sánchez. El País Vasco y Navarra gestionarán el Ingreso Mínimo Vital. Y retomarán la negociación para el traspaso de 37 competencias, incluidas las prisiones vascas y quién sabe si finalmente el régimen económico de la Seguridad Social.. Que el PNV se vende muy bien lo comprobó pronto José María Aznar, quien inició un idilio insólito que no duraría dos años. No necesitaba sus cinco votos, pero los sumó a su acuerdo de investidura con CiU y Coalición Canaria. «Hemos sacado más en 14 días con Aznar que en 13 años con Felipe González», señaló Xabier Arzalluz el 30 de abril de 1996 saboreando en Génova el jugo exprimido. «Un beso en la boca» Aznar mejoró el Concierto Económico: amplió su capacidad normativa sobre el IRPF y les dio la recaudación vasca sobre impuestos especiales: tabaco, hidrocarburos y alcohol. El PNV rascó la creación de la empresa de telefonía Euskaltel. Y se congeló el Cupo, lo que el País Vasco paga al Estado por los gastos de competencias como Defensa, Exteriores... Arzalluz reprochó a los sindicatos el bloqueo a transferir la Seguridad Social, la gran aspiración pendiente. «Han impedido que nos demos un beso en la boca», dijo contrariado porque el PP «no movió un dedo» para ampliar las competencias previstas en el Estatuto vasco. Después llegó el Pacto de Estella, la pista de aterrizaje que el nacionalismo le puso a ETA frente a la reacción ciudadana por el asesinato de Miguel Ángel Blanco. El PP y el PSOE se distanciaron del nacionalismo excluyente. La Ley de Partidos y el Plan Ibarretxe confirmaron la ruptura entre bloques. El PNV votó contra las dos investiduras de Zapatero, pero fue su salvavidas final cuando España naufragaba en la crisis económica.Ortuzar avisó el viernes de que el Gobierno pasará por caja: «Nuestra aportación a Sánchez fue la investidura, ahora él nos tiene que pagar a plazos» Septiembre de 2010. La delegación del PNV en el Congreso que lideraba Josu Erkoreka dio una rueda de prensa en Sabin Etxea eufórica, como si acabara de ganar las elecciones por mayoría absoluta. Llevaban de Madrid un botín «histórico» en la maleta. «Hemos traído al País Vasco un millón de euros diarios», aseguró exultante Erkoreka, que venía de apoyar los Presupuestos de los recortes al PSOE. El Gobierno agonizaba y Zapatero ganó un año de vida más a cambio del blindaje legal del Concierto, paso previo en 2009, y de transferir las políticas activas de empleo, un pacto que se cifró en 470 millones con inversiones indefendibles en pleno estallido económico y social. Fue la puntilla de Zapatero al lendakari Patxi López, al que el PNV enseñó que dirigía los intereses vascos incluso fuera de Ajuria Enea. Al PSE le quedaba un año de mandato. «Te dejo el tractor, Aitor» Iñigo Urkullu, entonces presidente del PNV en la oposición, arrancó de Zapatero un compromiso para completar el traspaso de 20 competencias pendientes, que quedó en papel mojado cuando el PP volvió a La Moncloa. Otra vez el PNV pasaría a años de barbecho hasta que en 2017 Rajoy les necesita. «Si quieres grano, Aitor, te dejaré mi tractor», le animó al portavoz vasco, Esteban, en el Congreso. Los de Ortuzar volvían a exprimir la debilidad del Gobierno, hasta hoy. En la negociación de los Presupuestos de 2017, el PNV logró otro acuerdo «histórico» para el País Vasco que se tradujo en 5.000 millones en forma de devoluciones del Cupo, impulso del Ave vasco y otras inversiones millonarias. Su apoyo a las Cuentas de 2018 se cuantificó en 540 millones, aunque el PNV forzó una subida general de las pensiones que Montoro negó a Ciudadanos. Días después, llegó la gran traición. El último en pasar por caja es Sánchez, que además de prometer el traspaso de 37 competencias pendientes al País Vasco, les acaba de premiar en vísperas de la campaña electoral con la gestión del Impuesto Mínimo. El Estado paga y el Gobierno del PNV entregará la prestación. «El tanque está algo más lleno», confirmó sonriente Esteban tras avisar de que su confianza se agotaba por el pacto con Bildu. Lo resumió bien Ortuzar el viernes: «Nuestra aportación a Sánchez fue la investidura, ahora él nos tiene que pagar a plazos».

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