domingo, 31 de mayo de 2020

El reclamo, ¿una mera afición?

El despertador grita sin piedad desafiando los dominios de Morfeo. El cuerpo agradece tan abominable sonido. La mente repite el plan minuciosamente elaborado durante la noche de insomnio: «Hoy, para el alba, daré el puesto de las Encinas, un puesto que todos los años da algún resultado positivo; iré con mi pollo de segundo celo, un prometedor animal que reúne todas las cualidades para ser el ansiado reclamo de bandera; con un poco de suerte conseguiré verlo con perdices en la rasa y juzgar su comportamiento y talento a la hora de tratarlas; y si le entran a la zona de lucha comprobaré su recibo, que debe ser erguido y con un cuchicheo casi imperceptible; ahí y solo ahí se le dará el gusto de la victoria y si no es así que se vaya, siempre dije que el mejor tiro es el que no se tira». En esta caza somos meros espectadores, el brazo ejecutor de la voluntad del reclamo. Con la estrategia bien aprendida y la felicidad a flor de piel, bajo las escaleras. Una patética sombra me persigue; la miro de reojo y noto que ha perdido el vigor y la frescura de la juventud. Me dirijo al coche: escopeta, cartuchos, pájaro… Y cargado de bártulos e ilusión viajo hacia mi destino. Por un momento me entretengo en admirar a la verdadera protagonista de la noche, la Luna, amparo de las almas somnolientas, la cautiva amante del rey Sol, quien espera con paciencia el breve momento del amanecer para verla. Llego al cazadero en una total oscuridad; 45 minutos de subida hasta llegar al puesto por una senda de cicatrices labradas por tantos cazadores de antaño… Por fin ya en el puesto, contento de seguir siendo el fiel peregrino de todos los años. Noto el viento lamiendo mis sienes ya plateadas, conecto con la naturaleza en una simbiosis ancestral, entiendo su lenguaje, comprendo sus signos de advertencia… Las claras del día ya se ven, el campo se despereza… y el prometedor pollo, ya en el pulpitillo, satisfecho, erguido, empieza su repertorio con conocimiento. Se escucha a una perdiz soltera por su forma insistente y repetitiva de cantar lanzando sus lamentos al aire. Por otro lado, un macho dominador de aquellas cumbres evita por todos los medios que su hembra sucumba a los encantos de mi pájaro, que sigue convenciendo a la perdiz de que aquí está su nuevo compañero, el que la defenderá, el que defenderá su prole con su propia vida… Pero todo esto es una obra de teatro y el reclamo de perdiz el actor principal. Solo lo hacen para satisfacer sus necesidades y las de su cuidador. He llegado a tener pájaros que miran hacia la tronera pidiendo ya el disparo… Es la alcahueta hembra la que se acerca curiosa pero desconfiada; así debe ser. Él la trata con suavidad, conocedor de la sensibilidad del momento; ella cede por fin a los encantos del gallardo reclamo que, exultante y vigoroso, la recibe con dulzura. Se acerca al pulpitillo; la naturaleza se paraliza sabedora de la trascendencia del momento; la gota de rocío por un momento duda en caer a la tierra para no romper la tensa escena que se observa en primera fila. Ahora sí… como un lamento irrumpe el eco de la vieja escopeta, que manda la infame carga hacia la vieja y estéril perdiz, cerrando el ciclo de la vida. Para el novel reclamo será su consagración, su evolución como cazador. Satisfecho, me levanto pensando en las grandes contradicciones de esta caza, la vida y la muerte, bajo la empinada montaña, y observo el regalo con el que la naturaleza de nuevo me obsequia. El viento se desgarra en cada mata, en cada piedra; la prematura primavera viste de colores la pradera, proponiendo al ser humano la importante hermandad para el bien del planeta; le invita al arte, a hacer las cosas con la sensibilidad necesaria para su cuidado: segar una vida como la de la hembra cumpliendo las leyes milenarias para la que se creó la caza, de forma selectiva, ya sea para quitar un exceso de machos de perdiz que estorbarían con su fogosa forma de comportarse a las ya apostadas hembras o para liberar el campo de perdices viejas o no sanas que romperían la cadena genética de la pureza de nuestra perdiz española; algo tan común en estos tiempos de consumo de perdiz de granja, esas que se sueltan sin miramiento y entran sin celo en cotos intensivos, sin escrúpulos para unos nerviosos gatillos que han pagado con derecho a tiro… Yo me vuelvo a la perdiz de campo, a la impotencia de esa brava perdiz que no me ha entrado. Me vuelvo al calor de la chimenea con los amigos, a los arroces aderezados con charlas desmesuradas… Me vuelvo a la esencia de una caza que te ofrece la satisfacción de haber cumplido con unas reglas milenarias que forman parte de una técnica de enseñanza que se generó para el reclamo, cuya función era seleccionar y controlar la superpoblación de machos o el descaste de animales viejos y deteriorados por el bien de la pureza de nuestra perdiz española…. Yo me vuelvo… Junio Lolo de Juan Junio nos recibe con el contraste del calor repentino y los recuerdos de alguna tormenta improvisada. El relente peina la mies arrastrando olores de cereales y nacimientos recientes. El campo está poblado de seres que vieron la luz hace semanas pero ahora quieren conocer y habitar el mundo que los ha sorprendido con su existencia. Conduzco despacio pues los perdigones asaltan los caminos. La otra madrugada me topé con un zorrillo de pocas jornadas de vida que intentaba dar caza a un ratón en el rastrojo recién segado… Qué mágico es el campo que narra su historia ajeno a las dobleces de la política o el hormigón. Talibán menea el mosquero en comunión con un entorno que saborea la mejor primavera de todos los tiempos... Lástima que sean tantos los que han partido hacia lo eterno sin poder abrazarlos. Y no pude menos que echar un recuerdo a Manuel Gutiérrez-Mellado.

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