Se hace llamar Lady y no acabó su vida a los 19 años tirándose por la ventana porque su madre lo evitó. Fue durante el confinamiento, cuando más sola se sintió. Aquella idea suicida abortada le sirvió para abandonar el oscuro mundo de las bandas latinas. A ella, pero también a su padre, que con 35 años se codeaba con los líderes de los Ñetas en Puente de Vallecas y se dedicaba a blanquear y conseguir dinero moviendo los hilos del tráfico de drogas . Hoy, esta muchacha, española, con un acento castellano mesetario, tiene 22 años, está a punto de acabar la Universidad y tiene una empresa de construcción. Como Mati, quien fuera tesorero de uno de los grupos más violentos y numerosos e la actualidad, que con 23 años ha dejado atrás el mundo de violencia que manchó de sangre, durante años, sus manos. Hoy es un hombre nuevo, con trabajo y un futuro prometedor por delante. La fe y el grupo Fuerza Nueva del Centro de Ayuda Cristiano son quienes les han sacado de ese abismo de muerte. Lady entró con 15 años en los Latin Kings y en los Ñetas DAVID CONDE | PABLO ORTEGA Esta es la primera vez que Lady cuenta su historia a un medio de comunicación. Con 15 años, había cambiado de instituto, del centro al sur de Madrid: «De pronto, no conocía a nadie. Me hice amiga de una chica cuyo novio era de una banda . Me presentaron a un grupo de chavales: 'Son mi familia', me dijo. Al principio pensé que eran unos amigos y empecé a conocerlos. Luego, trabé relación con una vecina que era de otra banda. Salí con ella a un centro comercial y me presentó a otros amigos. Los fui conociendo más, y cuando me di cuenta estaba en ambos grupos. Eran los Latin Kings y Ñetas». Los pioneros y eternos enemigos. Ella era consciente de lo último: «Como son rivales, tenía miedo. Intentaba no ir a las zonas de los unos cuando estaba con los otros, y viceversa. Sabía del peligro que corría por estar dividida. Llegó a un punto en que tuve que decidir, y eso era un problema, porque era una traidora para ellos, y me fui con los Ñetas. Jugaba en ambos bandos», recuerda, como si fuese una espía o agente. El padre, también ñeta Todo fue una cadena: su padre se metió en los Ñetas, de manera que Lady «tenía apoyo en casa», mientras que su madre estaba «en un sinvivir»: «La pobre no sabía quién de los dos volvería a casa cada noche o si no volveríamos ninguno de ambos». La muchacha dejó 'olvidados' sus estudios y comenzó a trabajar en un bar de copas. Cuando tenía 16 años, se generó una reyerta en el local, al saber, Ñetas y Latin Kings, que los primeros la utilizaban para sacar información de los otros. Una pelea con armas que prosiguió en el 'parking' del bar y que acabó con la intervención de la Policía . En su casa, «el ambiente era cada vez más tenso». «Me obligaron a estar con líderes de los Latin Kings para espiarles» Lady Ex miembro de los Ñetas Su papel (y, en general, el de las chicas en las bandas juveniles) era «pasar informaciones y portar las armas». «Es la parte más fea de ese mundo. Te infiltras en el otro grupo, te metes en la vida de alguno de ellos, enteras de los planes que tienen… Y se lo cuentas al tuyo a tu banda. Incluso te toca 'estar' con algún líder de la banda contraria. A nosotras no nos dejan opinar. Te mandan, y ya está. No tienes ni voz ni voto, hasta para ir con ellos de fiesta». Reyerta por 10.000 euros en drogas Añade que para entrar en «la familia», hay «dos caminos»: «Eres novia de alguno o tienes algún vínculo con alguien que esté ahí y te dé referencias, y eso lleva un tiempo. Cogen a chicas menores de edad, porque gustan más que las que son mayores de edad. A algunas, cuando quieren ingresar, les mandan hacer 'eso', sea que sea lo que tengan que hacer. Hasta que me vi descubierta en esa labor de espía. Conocí a un chico de los Latin Kings, y cuando se enteraron los Ñetas, me ordenaron que obtuviera información de una compra de droga. Les dije el día, la hora y cómo iban a ser la operación. Y así se arruinó el proyecto de los Latin Kings. Había 10.000 euros en juego. Cuando se enteraron, hubo apuñalados y no sé si al final alguien murió». Entonces, tocó fondo. Con la pandemia, desaparecieron las discotecas, las fiestas y esos amigos que le prometieron ser su verdadera familia. «Se olvidaron de que existía y no tenía ganas de vivir. Intenté tirarme por la ventana, matarme, no tenia nada más que perder, pero llegó mi madre y lo evitó», recuerda. Su progenitora fue quien conoció el Centro de Ayuda Cristiano, y ella y su padre dejaron atrás la vida criminal. Ahora, dice, se siente «en paz, una chica normal que va a acabar Administración y Finanzas». «La situación actual va a peor, cada vez hay más menores» Mati Ex miembro de los Latin Kings Con ese bagaje, tiene perspectiva del repunte de la violencia actual de las bandas latinas: «La situación actual va a peor, claramente. Ahora es totalmente diferente, las bandas están más activas porque se las conocen más, y quieren quitar de en medio a aquellos que no son realmente del grupo y cada vez reclutan a más menores». Al otro extremo de la mesa donde se producen estas conversaciones está Mati. A él, lo captó un amigo con el que solía jugar al fútbol. Tenía 14 años. Hasta que un día le invitó a una fiesta de cumpleaños, donde estaban los líderes de un grupo de una banda, a los que presentó «como su familia». «La gente no me cogió respeto, sino miedo: porque hay sangre, violencia y drogas para no ser consciente de lo que estaba haciendo. Mis padres discutían y yo pagaba los platos rotos, así que no quería volver a casa. Recibía maltrato de todo tipo, físico y verbal. Aparecía a los dos o tres días». Compra de armas En una ocasión, durante otra fiesta, le echaron: «Es un evento privado. Si te quieres quedar, debes formar parte de la familia. A partir de ahí, tienes que pasar todo tipo de pruebas. Por ejemplo, una vez yendo por la calle, me señalaron a un tipo mayor que yo que era de la banda rival. Me volví loco y fui a por él con toda la fuerza. Recuerdo que llevaba una camisa blanca y acabó teñida de rojo, de la sangre». Mati dice que pasó de ser «un niño tranquilo, que se reía de todo», a volverse «violento en casa, y golpear» a su hermano pequeño. Llevó armas, como cinturones con unos pulsadores que sacaban una cuchilla o un puño americano. Este joven ecuatoriano escaló puestos en la banda, «a base de violencia», hasta llegar a ser tesorero. «Detención tras detención, ya no sé cuantas. Tuve una condena por una batalla campal en una discoteca. Los castigos que se imponen a los que no obedecen son 'el tablazo' (golpes en la espalda), 'el 360' o 'la pared' (pegar en un círculo, excepto en la cabeza o la cara). «Con el dinero de las cuotas, de 5 a 100 euros, se compraban la droga y las armas. Las navajas las venden en tiendas de chinos, los cuchillos jamoneros en un supermercado... Las armas de fuego real, en la Cañada Real, pero no todos tienen acceso». Recibían órdenes de jefes de fuera de España y de quienes están en la cárcel. «Salir no fue fácil para mí, porque al perro cazador no lo dejas ir, tuve que pagar una cantidad alta». Pero lo logró. Serafín Giraldo, inspector de Policía, docente en el Centro de Altos Estudios Policiales y portavoz de la asociación H50 «Son burdas imitaciones de las originales. El control territorial ha fracasado» «Ahora mismo, las bandas latinas han repuntado. Tuvieron su máximo auge en 2006, con unos 800 pandilleros. Debido a la acción sobre todo de la unidad especializada de la Policía Nacional y a que en 2013 el Tribunal Supremo las declaró organizaciones criminales, comenzó su declive. En la actualidad, rondan entre los 400 y 600 miembros activos, con un repunte entre 2015 hasta ahora», son los primeros datos con los que basa su argumentación el inspector de Policía Serafín Giraldo, docente en el Centro de Altos Estudios Policiales, entre otras materias de Derecho Constitucional, y portavoz de la asociación H50. Su análisis detalla que «ahora mismo hay un auge de la actividad criminal de las bandas, porque es correlativo a ese incremento de pandilleros, pero la delincuencia es cíclica y muy difícil de erradicar». «No es el peor momento, que fue en 2006. Ya entonces, trataban de conseguir algo que no han conseguido aun: la territorialidad. Son meras imitaciones burdas de las bandas originales de sus países. Y ese es su gran fracaso, no haber logrado el control del territorio donde se asientan. Sí hay que reconocer su actividad extremadamente violenta, para una sociedad como la europea, que no es especialmente así». Reseña el «poco acceso a armas de fuego» , aunque continúen en auge las blancas. «La propia idiosincrasia de las bandas latinas en Europa es el reclutamiento de menores. El espejo es latinoamericano, donde existe delincuencia organizada que está integrada por gente de 30-40 años; pero eso en España es imposible. Así que, al no poder asentarse como bandas en territorios, sí lo han hecho con gente de muy baja edad. La sociedad no es igual, y tampoco el régimen jurídico ni la Policía en América. Así es como ha surgido una copia». Sobre el plan especial puesto en marcha por la Delegación del Gobierno en Madrid, Giraldo considera que «está muy bien, porque tiene dos puntos principales: trabajo en la calle en las zonas negras (se analizan dónde se han producido los delitos) y se establece ahí más presencia policial; y la especialización de los Cuerpos de Seguridad». Pero cree que «el problema fundamental es la falta de personal»: «No se pueden mantener esos efectivos todo el año. Debería ser constante, y no lo es». Eso sí, el trabajo policial «debe estar acompañado de aspectos culturales y sociológicos». Si no, «no se puede tener éxito». Las tres áreas principales de trabajo son «las calles, los institutos y las familias». «Y que los jueces entiendan que son organizaciones criminales», sentencia. Lorenzo Castro, sociólogo «Esto se va a convertir en un problema crónico. Habrá al menos otra generación más» El sociólogo Lorenzo Castro lleva veinte años analizando el fenómeno de las bandas latinas. Experto en tribus urbanas juveniles, considera que «hay factores estructurales que explican en buena parte por qué hay una base tan amplia» para estas organizaciones: «Existe un contingente grande de jóvenes que encuentran en ellas una forma de identidad y sentirse hábil. Más del 90% son españoles, frente a la primera generación, que habían sido traídos a España por sus padres, con problemas de desarraigo». Los pandilleros españoles, sin embargo, «siguen teniendo un desajuste entre la socialización primaria (familia) y la secundaria (escolarización)». La raíz es que «se produce un choque cultural, porque son españoles que se sienten extraños en nuestra sociedad». «Ahora ocurre que sus familias tienen un déficit cultural, los padres no les pueden ayudar en sus estudios y tienen la tendencia al callejeo y a hacer pellas. Además, carecen de un capital social, porque su red familiar, de amigos, no es operativa, pues siguen desvinculados de la sociedad española». Y pone el siguiente ejemplo: «Si voy a un club de alta sociedad, me siento descolocado, porque no manejo sus códigos». En cuanto al gravísimo problema del ingreso en estas bandas de niños de 11 y 12 años, considera que los grupos «han cogido prestigio en los ámbitos juveniles»: «Las bandas latinas se llaman así porque adoptan un modelo estructural organizativo y jerárquico. Los críos quieren parecerse a sus mayores; y los hermanos y primos mayores los acercan a las bandas, así se sienten que son alguien». Castro afirma que estamos ante una tercera generación de estas organizaciones criminales: «Seguimos recibiendo inmigración de modo importante. Ahora, hondureños, por ejemplo, que van a sufrir los mismos problemas que los ecuatorianos y peruanos al principio». Sí considera que se ha hecho bastante, sobre todo por parte de las policías, que «conocen muy bien el tema, los medios educativos los siguen y se informa a las familias». El problema reside en que «hay un volumen constante»: «La Policía puede trabajar con cacheos y resolver los crímenes, pero no mucho más. Esto va a convertirse en un problema crónico, que tendrá picos en relación con la capacidad policial, pero tendremos otra generación más, por lo menos. En unos años, los que están ahora lo dejarán, se casarán, pero tendrán un déficit curricular y trabajos precarios. Pero los duros irán a prisión y se comerán penas importantes, y son cantera para la delincuencia organizada, la vertical. Se pasa de lo vivencial y experimental al crimen organizado. Se está haciendo lo que se puede, no se puede poner barras al mar».
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sábado, 3 de diciembre de 2022
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» Reyertas de drogas, pensamientos suicidas... La odisea de Lady y Mati para salir de una banda latina antes de tocar fondo
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