sábado, 24 de diciembre de 2022

Escenas madrileñas para un día de Navidad

Querido lector de Navidad. Has madrugado, eres sano, el champán te achispó y nada más. La cabeza del langostino te dio fuerzas inopinadas y por eso va esta carta, esta receta, esta encíclica cachonda. Celebra hoy la Natividad de Cristo en una ciudad, en una Comunidad, no tan cerrada. De entrada, con la primera entrega de regalos, los de Papá Noel, San Nicolás o el Olentzero, esos tres Reyes Magos de la España plural, puedes llevarte a las crías a un Madrid que estará vacío y de resaca. Se sabe que la Nochebuena, pasada la Misa del Gallo, tiene ese desenfreno golfante, y no es tu caso, y si lo es, tira de voluntad para salir y saca a airear a los bambinos desde la carretera de La Coruña a donde te dé la gana. Deja el 'pinabeto' de la plaza de España con los restos de la gallofa nocherniega, deja el pavo en esa nevera madrileña que se hará 'roastbeef', y huye al Madrid verde. O al centro. Si primero vas al centro, lo verás con tedio salmantino. Ve a la plaza de la Villa, con los mesones cerrados quizá, sí, pero algo a la plancha encontrarás para yantar. Y anda, anda con el niño con el patinete eléctrico o de motor humano, de Cascorro a Chamberí, como cantaba Antonio Molina en su estudiantina. Vas a ver la ciudad vacía, primorosa, como un decorado. Y antes de pasar por la plaza de Villa, que es ese reducto moro, renacentista, moderno, alfonsino que tiene Madrid; antes, digo, vete al Viaducto. La niebla va a disiparse, y en la ilusión navideña dile al niño que las marquesinas para evitar a los suicidas, a aquellos que Manolo Alcántara, llamaba «impacientes», y mira un monte del que luego te hablaré. El de Abantos, el más al Oeste. Ya casi en las cresterías de Gredos. Porque esa es otra película. Noticia Relacionada estandar No Larga Navidad: 40 días para vivirla en la región Nacho Serrano El encendido de luces capitalinas marca el inicio de unas fiestas que cada año parecen ocupar más espacio en el calendario. Para disfrutarlas, tome nota Y lector, luego, algo habrá abierto por mera estadística. Que en Tabarnia , por suerte o por desgracia, habrá barra de aluminio. Vas a volver al tópico del bocadillo de calamares, pero está en tu ADN y, eso, no lo puedes cambiar. Y si no un 'kebab', que dicen que es invierno. El cartel de cerrado del comercio madriles tendrá algo abierto, siempre. Y quien abre tal día como hoy es un prodigio de ternura humana comerciante y hostelera, quizá sea asturiano. Saca dos fotos vacías al asturiano de marras, al reloj de Sol, y vive, que por no haber, no habrá ni carteristas ni los hombres de trapillo que se ganan la vida allí. Sube y respira vida Pongamos que eres otro lector, que comiste jamón frente a tus creencias pseudoveganas y eres como un Mohamed Katir. Ponte bastón, abriguito y a la Sierra. Si llevas al niño a por setas, vas a por setas, que ha llovido. Si no, los amigos del GERA trabajan 24 horas y tampoco eres de perderte en la Sierra que te la conoces desde que empezaste con la parienta. Sube y respira vida. Tira por cercanías a El Escorial, sube a San Lorenzo, visita los belenes urbanos y empieza a caminar Abantos, que está señalizado mejor que el anillo ciclista, que sí que no es recomendable para bajar la cena; más que nada porque lo más visible es un «cruceiro» al lado del cementerio de Montecarmelo. Galicia calidade, que dicen. Gozando el Guadarrama Y los restaurantes, algunos, abren de aquí a Somosierra, doy fe. Se ha pasado una pandemia, un Vía Crucis, es Navidad y todo van a ser facilidades; les va la vida en ello. Se insiste en el sol primaveral el día 25 de diciembre, lo cual, si no es cambio climático, es una bendición divina. Piensa en el sol, las gafas oscuras, los críos engolosinados y viviendo y gozando el Guadarrama sin nieve. Qué se le va hacer. Con suerte se atisbará Gredos, y ya el crío se lleva una lección de Geografía en día festivo. Y si eres motero, ve a la Cruz Verde con la térmica debajo a poner la patilla y saca la fotografía. Y si sólo quieres leer esto y estirar las patas por bajar el tocinillo de la noche de autos, date un garbeo por la Gran Vía, sin tráfico. O sin mucho tráfico. Ponte en el auricular a Antonio Flores con el tema homónimo, y que esa melancolía de domingo que es domingo, se te quite redescubriendo la ciudad. Es una sensación placentera, rara, pero que está ahí y hay que explorarla. En el Lago de la Casa de Campo Arriba, terraza del Café del Lago. Sobre estas líneas, a la izquierda, El Urogallo; derecha, bar Las Postas, cerca de la Plaza Mayor Tania Sieira O más allá, a la Casa de Campo a ver las aguas venir, pasar e irse como en una metáfora marinera. Sentarte con tu paquete de patatas, trampear, recordar a Jorge Manrique y que el niño navegue el barco a radiocontrol en pleno síndrome de Stendhal navideño. Y luego, como en el soneto con estrambote de Cervantes, recoger el barco, «fuese y no hubo nada». Más un beso al niño, marinero en tierra. Se recomienda llevar bocadillo, por descanso del personal. Y las sobras, ay las sobras, que se le den a las ánades con disimulo y donaire. La fauna de la Casa de Campo es muy agradecida. Pero hay que tener encanto en este ejercicio, alegal, de darle un pico de pan con sabor de chorizo pamplonica a un pato. Y después, junto al ancla, siesta con manta al sol . Y si no hay posibles, todo se arregla con una 'yonquilata' y una bolsa de pipas (recoge las cáscaras, por muy ecológicas que sean) allí, en el lago. Abierto en Lavapiés Madrid, además, tiene su pluralidad sana. En Lavapiés hay bares abiertos. La cuestión es que tú, madrileño, pases el festivo como quieras. Toledo y Segovia también andan por ahí. Y es que la Navidad, que no la cena, tiene sus cosas. Y siempre habrá un chino, un pakistaní y una gasolinera abierta. Añádase el paraíso artificial de un centro comercial, una película que no haga pensar en demasía, y las amplitudes climatizadas de Príncipe Pío. Se trata, madrileño, de que no le des a tu hijo, hija o hijastro o sobrinastro, un domingo más. Sabes que lo mereces. Que lo merece.

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