lunes, 26 de diciembre de 2022

Fracasamos

Asistimos al fracaso de la política. El calor mullido de la familia en torno a las mesas navideñas y el amable chinchín al brindar por la amistad de estos días no ha podido disipar la densa niebla de desesperanza agarrada a nuestras instituciones. Fue vergonzoso, torpe y disparatado el pleno en las Cortes para aprobar los Presupuestos de la Comunidad, el proyecto más relevante del año para el funcionamiento de Castilla y León. Resultaron ofensivos y degradantes los plenos en el Congreso y el Senado que refrendaron el abordaje de la Justicia y el Código Penal por el Gobierno al dictado de sus socios necesarios. Retorcer y buscar las fisuras de cada reglamento no es gobernar si no desafiar nuestra democracia. Todas las instituciones representativas se resquebrajan ante los tentáculos de unos partidos políticos desbocados que aprendieron a vivir de la política y olvidaron que su objetivo único consistía en gestionar el bien común. Los populismos, extremismos y la ambición personalista desmedida han deformado los partidos y abandonado los ideales. Nuestros líderes visten siglas como mallas de licra. Qué diría ahora el maestro Julio Camba que a inicios del siglo XX ya advertía en sus crónicas parlamentarias del fracaso del ideal. «Es triste pensar que aquí han fracasado todos los idealismos. No han fracasado porque vivamos bien, puesto que cada vez uno tiene más conflictos y menos dinero». El pacto constitucional del 78 otorgó mucho poder a las organizaciones políticas y sindicales para fortalecer una recién estrenada democracia sin músculo institucional y desacostumbrada a la libertad. Sin embargo, ese poder ha eclosionado en una carcoma que o engulle o destruye. Un proceso de desmadre político que encontró en el sanchismo el culmen de la injerencia y de un Estado tan a la venta como las estaciones de metro de Madrid. Dijo el periodista y revolucionario Jean Paul Marat que «no existe el fracaso excepto cuando dejamos de esforzarnos». Fracasamos. Al menos mientras en vez de afanarnos en disipar juntos esa dañina niebla nos embriague la reyerta del irreconciliable desencuentro partidista.

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