lunes, 19 de diciembre de 2022

La contradictoria nota alta de Qatar como anfitrión

Si se coge un globo terráqueo, Qatar es poca cosa. Una peninsulilla casi invisible que se escapa de Arabia y penetra en el Golfo Pérsico. Tiene la extensión de la Región de la Murcia. Hasta hace cincuenta años era un emirato paupérrimo, una polvorienta tierra de camelleros y pescadores de perlas. El hallazgo de petróleo y, sobre todo, de una formidable bolsa de gas que atesora el 15% de las reservas mundiales, regó de dinero el país, dominado por la familia Al Thani. La fisonomía de Doha, capital de Qatar, cambió aceleradamente, con formidables construcciones que dibujaron un 'sky line' de fantasía. Este prólogo histórico es esencial para comprender por qué el Mundial ha acabado recalando aquí, en esta tierra ardiente sin pasión por el fútbol, pero con muchas ganas de ejercer el llamado 'soft power', un poder blando que no depende de los ejércitos ni de la población, sino de la diplomacia y de la capacidad de influencia. Qatar quiere estar metido en todos los ajos y, gracias a su billetera insondable, ha obrado el milagro de tener buenas relaciones con Estados Unidos y con Irán. El deporte le ayuda a conseguir un rutilante cartel internacional. Si hablamos desde el punto de vista puramente organizativo, el Mundial ha sido un éxito. No ha habido apenas fallos en la coordinación, el transporte ha funcionado bien y solo el acceso a algunos estadios ha resultado exageradamente complicado. Un ejército bien nutrido de amables voluntarios ha ocupado cada esquina de Doha para ayudar a los visitantes, periodistas o aficionados. Tampoco ha habido incidentes reseñables. La presencia policial ha sido abundante y poco intimidatoria , aunque había 3.000 antidisturbios turcos escondidos y preparados para intervenir en caso de necesidad. La ley seca que rige en todo el país, salvo en establecimientos con licencias especiales, ha contribuido a que los ánimos no se desmandaran incluso en partidos que se presentaban muy calientes, como el Argentina-México de la primera fase. Noticias Relacionadas estandar No Argentina 3 (4) - 3 (2) Francia La fe de Argentina consigue un Mundial Pío García estandar Si Mundial de Qatar 2022 Mbappé se hace aún más grande pese a la derrota Jesús Gómez Peña Pero este éxito organizativo no oculta los graves problemas de un Mundial que se adjudicó de forma muy turbia en el año 2010, con sospechas de sobornos y compra de votos. La FIFA explica que en su deseo de traer el torneo a Qatar pesó sobre todo la necesidad de exportar el fútbol y de convertirlo en un deporte global capaz de convivir con todas las culturas. Este argumento suena a justificación a posteriori. Incluso Joseph Blatter, el expresidente de la FIFA, reconoció que otorgarle la Copa del Mundo a Qatar fue «un error». En la construcción de los estadios fallecieron cientos de trabajadores emigrantes, aunque la cifra sigue en disputa y tal vez nunca se aclare. Tras muchos años negándolo, el Gobierno catarí ha acabado reconociendo «unas cuatrocientas muertes», aunque una investigación del diario The Guardian elevó esa cifra hasta los 6.000. La presión internacional hizo que las autoridades del emirato fueran aprobando diversas mejoras laborales a partir de 2018. Hasta entonces regía, como en otros países de la zona, el sistema de la 'kufala' o patrocinio, una práctica que colocaba al trabajador extranjero en situación de servidumbre, a merced de la voluntad de su patrón. Los ocho estadios del Mundial, la mayoría construidos ex profeso, son de revista de arquitectura. La creatividad de coliseos como Al Bayt, esa gigantesca jaima en el desierto, o el 974, con el exterior construido con contenedores, se sale de los cánones habituales en los campos de fútbol. Sin embargo, la mayoría de ellos se trasladarán, verán recortados sus graderíos o se convertirán en centros comerciales. Apenas mil personas acuden a los estadios para seguir la liga local de fútbol, pese a las estrellas de importación que reclutan sus equipos. Los viernes, día festivo, no se ven en los descampados de Doha a los niños pegándole patadas a una pelota, sino a trabajadores emigrantes con los palos de críquet en la mano. Una vez comenzado el Mundial, la gran disputa se produjo a propósito de la defensa de los derechos de los homosexuales. En un discurso más cínico que memorable, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, anunció que «se sentía gay» un minuto antes de prohibir que las selecciones participantes jugaran con un brazalete con los colores de la bandera arcoíris y el lema 'One love'. Como algunos capitanes habían insinuado que se lo iban a poner pese a las multas, Infantino decidió que se les sancionara deportivamente, sacándoles tarjeta amarilla, lo que hubiera comprometido su desempeño en el campeonato. Nadie lo hizo, pero quedó claro que la FIFA estaba abjurando de sus propios principios para no desairar a su anfitrión. De pronto 'love' se convirtió en una palabra maldita e incluso la selección belga renunció a jugar con su segunda equipación, que lleva escrito ese mismo mensaje de amor. Para Qatar, la homosexualidad es, más allá de un pecado, un grave delito penado con hasta siete años de cárcel. La misma pena que reciben los adúlteros. Durante la primera fase del torneo los asuntos políticos se mezclaron con los deportivos e incluso llegaron a cobrar mayor trascendencia. La decisión de los futbolistas de la selección de Irán de no cantar el himno de su país causó un enorme revuelo. Los jugadores denunciaban así la brutal represión de los ayatolás, que estaban sofocando a sangre y fuego las manifestaciones populares en favor de la libertad de la mujer. El himno iraní, una canción que se compuso tras el fallecimiento de Ruhollah Jomeini, hace votos por la permanencia de la república islámica, con lo que el silencio de los futbolistas adquirió el tono de un clamor. Los clérigos respondieron con amenazas nada sutiles y en el partido siguiente, contra Gales, los jugadores de Irán se limitaron a mover los labios sin ningún entusiasmo. El mes del Mundial ha supuesto un paréntesis en la vida cotidiana de Qatar, un país a la americana, de coche, hamburguesa y centro comercial. Hay en el emirato mucha más población emigrante que local. De los 3 millones de habitantes, se calcula que solo 350.000 son cataríes de origen. La FIFA se enorgullece de que, según sus datos, 1,4 millones de personas hayan visitado el emirato durante este Mundial otoñal. Sin embargo, la avalancha de aficionados mexicanos, argentinos, saudíes e indios no oculta la escasísima afluencia de seguidores europeos, espantados por las fechas y por una legislación tan resbaladiza en materia de derechos humanos. La costumbre qatarí discrimina a las mujeres, sometidas a la tutela masculina (esposo, padres, incluso hermanos) para cualquier decisión importante. MÁS INFORMACIÓN noticia Si El uno a uno de la final Argentina - Francia: la consagración del Dibu Martínez noticia No Los argentinos toman las calles y las convierten en la Bombonera o el Monumental noticia Si Scaloni, el pacificador que come en la mesa de Menotti y Bilardo En cuanto a los códigos de vestuario, aunque dependen de cada familia, las más conservadoras imponen el niqab, una túnica negra que solo deja abierta una ranura para los ojos. No es raro verlas, recluidas en esas cárceles móviles, cargadas de hijos o de bolsas, comiendo o comprando en los centros comerciales. Durante la Copa del Mundo ha habido una mezcla, en ocasiones muy variopinta, de vestuarios y comportamientos. Mujeres con niqab o con hiyab (el pañuelo) viajaban en el metro junto a aficionadas de largas melenas y minifalda. Nadie molestaba a nadie, pero sería temerario sacar conclusiones. La verdadera realidad del emirato aflorará de aquí a dos meses, cuando comiencen a desmontarse los estadios y de los forofos extranjeros ya solo quede un recuerdo extravagante.

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