viernes, 9 de diciembre de 2022

No hay otro camino

Los ritos, las ceremonias, el canto gregoriano, la misa tridentina, las capas pluviales, saber que se llama solideo, los monjes del Monasterio de Silos. Adolfo Suárez jurando el cargo de rodillas y vestido de chaqué. Sus ministros igual. Dar los buenos días, las gracias, ponerse corbata para las ocasiones: empezando por el veinticuatro de diciembre. Tener un caldo al fuego toda la mañana, picar pequeño el perejil para hacer los rellenos del cocido, forrar los libros en septiembre, besar despacio, besar largo… Tener la paciencia necesaria para hacer bien todo lo anterior. Tomar el aperitivo, aunque después no haya comida. Saber que el tenedor se coloca a la izquierda y el cuchillo y la cuchara a la derecha. Poner mantel. No usar platos de cartón, ni de plástico, ni de nada que -como mínimo- no rompa como Dios manda. Comer con vino, la sobremesa, dejar el móvil olvidado, mirar a los ojos, dormir la siesta para vivir dos días dentro de las mismas veinticuatro horas. No beber a morro la cerveza. No presentarse con las manos vacías en casa ajena. Que tu madre te diga «pórtate bien» cada vez que sales de la suya; aunque tengas treinta años. Ver afeitarse a tu padre cada mañana cuando eres crío y cortar el césped puntualmente todos los sábados. Salir planchado de casa y duchado y con la boca limpia de no decir tacos; aunque hay veces que son tan necesarios… Estudiar para un examen, incluso in extremis y rezar más de lo mismo. No dar golpes de Estado como si fuésemos caciques de la izquierda transatlántica. No regalar rosas en febrero y por supuesto nada que sea fijo discontinuo. Que los jueces sigan llevando toga y puñetas, que los letrados digan «con la venia, señoría». Seguir poniendo el belén durante el puente de la Inmaculada y cuidando las palabras cuando hay niños en diciembre y hasta el seis de enero. Conservar intacto el misterio, custodiarlo como si éste fuese el último de los Santos Lugares. De lo superficial se llega a lo profundo, no hay otro camino. Los modales importan y también los ritos. Sin todo esto -y alguna cosa más que no me cabe- nos pareceríamos demasiado a los bárbaros.

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