Son ángeles de la montaña. Gente bragada, humilde, tan valerosa como didáctica. Salvar vidas es una pasión, pero también un oficio complejísimo en el que todo, la técnica, la experiencia y el humano deben cooperar al milímetro. Éste es el trabajo que lleva desempeñando el GERA (Grupo especial de rescate en altura) desde hace veinticinco años, que para un tango es poco pero que para estos 54 hombres son cerca de 4.000 intervenciones; salvamento arriba, rescate abajo. Veinticinco años en los que ha evolucionado la tecnología, evidentemente, pero sin menoscabo de esa vocación de servicio público. La historia del GERA es la historia reciente de la montaña en Madrid. Su surgimiento, explica Miguel Ángel, jefe de turno, en la mañana neblinosa en las alturas de Navacerrada, se debió a dos acontecimientos. Noticia Relacionada SUCESOS estandar No Rescate a pie del cráter en el volcán más grande de España Laura Bautista Un hombre se accidentó en el interior del Parque Nacional, en Pico Viejo. Fue necesario esperar al amanecer para activar el helicóptero «A una nevada como no se recordaba en el 96» y a la «aparición del SERCAM (Servicio de Emergencia y Rescate de la Comunidad de Madrid)», que pese a todo no lograba ofrecer el servicio específico que merece un medio tan cambiante y duro como es la montaña. Por eso mismo serán homenajeados el próximo sábado día 16, la víspera de su constitución. Por medio, una máxima en latín que da sentido a su labor: «SALUS POPULI SUPREMA LEX» («La salud del pueblo es la ley suprema». La necesaria rutina Pongamos una mañana cualquiera en el Parque de Bomberos de la Comunidad en Navacerrada, donde los GERA tienen parada y fonda y donde «en breve se incorporará un sanitario». Y una biblioteca con algunos libros de Julio Verne y videos en VHS de rescate en los Alpes Franceses. A primera hora se produce el cambio de retén, suena una batidora triturando tomates «que no es para un gazpacho, sino para las tostadas». El GERA invita a café, y los reporteros se apartan por no estorbar un momento sagrado de compañerismo. Una vez desayunados y una vez han observado la previsión meteorológica para los próximos días, el temido vórtice polar , guían por sus instalaciones, ufanos por el material nuevo del que disponen. Siempre alerta Sobre estas líneas, distintos momentos de un simulacro de rescate en la sierra madrileña esta semana, desde la preparación del agente a la recuperación del cuerpo y su traslado JAIME GARCÍA Miguel Ángel cuenta que en los últimos años han aumentado las intervenciones, con años en que se han llegado hasta a las 400. Lo cuenta Miguel Ángel con calma, quitándose cualquier importancia. De hecho, y aunque esta unidad sea una de las más laureadas de su gremio, tienen los trofeos y reconocimientos en un rincón. No se olvidan, eso sí, de Joaquín 'alias' Pinga, un GERA fallecido en una expedición al Mont Blanc . Pinga, además, fue uno de los fundadores de este grupo que tanto tiene de vocacional. En las diversas instancias del parque, junto a carteles motivacionales, cuadrantes, tablas para calcular la sensación térmica, sorprende un boceto a rotulador del escudo del grupo que da cuenta de la ilusión que mueve a estos funcionarios. Y luego el material en perfecto estado de revista: arneses, piolets, y material específico de espeleosocorrismo (que es el rescate en cuevas, cárcavas y cuántos agujeros ofrezca Pachamama ). Todo, en el parque de bomberos y sede del GERA, está perfectamente dispuesto para una urgencia. Desde lo más básico, que es una manta térmica y unas cuerdas, hasta el transporte: dos 'quads', uno con cadenas y dos todoterrenos, uno de ellos empleado como «puesto de mando avanzado» y del que se despliega una mesa con mapas donde los especialistas acotan la zona de maniobras. Insiste Miguel Ángel que «en la Comunidad de Madrid los rescates son gratuitos», y esta gratuidad, lejos de provocar que la gente haga el cafre en la montaña es, sin embargo, algo positivo. Alegan los 'gera' que en zonas donde hay que abonar por salvamento, la gente suele tener la querencia de esperar al último instante para pedir ayuda. Cuando ya el desenlace suele ser inevitable: cuando entra la noche y ya no pueden entrar los medios aéreos. Añádase que un rescate tiene un coste pecuniario de alrededor de 3.000 euros que, en nuestra región, se reparte entre todos los contribuyentes. Última tecnología Los GERA cuentan además con la última tecnología en telecomunicaciones, y quien está «operando en la radio tiene que tener conocimientos avanzados de informática», que es algo que Miguel Ángel, nuestro cicerone particular por los mundos de los rescatadores en la alta montaña, se encarga de reseñar. Acaso porque la comunicación, «el primer eslabón», es fundamental. Relatan que cuando llega un aviso por extravío en la montaña, tienen que hacer casi de detectives para poder ubicar a la víctima. Desde donde dejó el coche hasta el último cartel que vio son elementos que ayudan. Aunque muchas veces, el frío, el hambre y la desesperación del excursionista perdido en la montaña complican, y mucho, el rescate. Es entonces cuando hay un ejercicio de psicología. Pese a todo, los móviles de última generación suelen precisar «con mucha exactitud» la ubicación en montaña. Aunque todo 'gera' que se precie lleva consigo una brújula, que «esa nunca falla». Es verdad que en la mitología de la escalada o del senderismo, el Sistema Central en general y la Sierra de Guadarrama en particular no suponen un hito de dificultad montañera. Pero los rescatadores se enfrentan, en cambio, a la imprudencia de «los urbanitas» que tienen «la Sierra al lado», y es que la metrópoli en los festivos muchas veces les obliga a un sobreesfuerzo. Estos hombres del GERA , además de acreditar tres años como bomberos en el Cuerpo de la Comunidad deben pasar una prueba de selección, un examen teórico, y dominar el esquí, el alpinismo, la orientación, la resistencia física y los rudimentos del espeleosocorrismo . Requisitos exigentes para un grupo de élite. Quienes viven de salvar vidas en la montaña también se jubilan. Es el caso de Eloy, sonriente, que dejará su puesto en breve rumbo a un merecido descanso. Y es que la edad, y el tiempo, son clave en situaciones extremas. El tiempo que va desde la llamada de auxilio al 112 hasta que llegan los efectivos; en esos instantes hay muchas vidas en juego. No sólo la del herido, también la del retén que participe en el rescate. Por eso, sus integrantes van rotando, y por eso tienen el material listo para cualquier contingencia. Una contingencia que puede ser la de encontrar un cadáver tras una puerta metálica, o una hipotermia por un repentino cambio de tiempo. Siempre al servicio del ciudadano. Un parque funcional, y decorado El parque tiene un diseño funcional. La famosa cucaña está «más por tradición que por otra cosa», que a la hora de la verdad «es más rápido bajar por las escaleras». En el puesto de control, junto a las radios, hay unos celulares casi militares, porque el WhatsApp, aunque parezca mentira, ha ayudado en algunos rescates. Los GERA han creado además un programa que acelera la localización y agiliza las operaciones de rescate. El parque es funcional, sí, pero hay espacio al arte más joven. Dibujos de bomberos en las paredes, y una réplica del helicóptero de salvamento colgado en la cochera. Elementos que humanizan algo tan humano (sic) como salvar vidas. Y si algo caracteriza a los GERA es su precisión milimétrica en todo. En el hangar donde protegen al helicóptero y donde tras el simulacro lo protegen de los elementos serranos. O el código, casi un lenguaje con el que el mecánico/operador del brazo de grúa que recoge la camilla con el montañero herido se entiende con los bomberos a pie de tierra. Un lenguaje donde no sobra ni falta nada, y así se ha podido comprobar con 'munición real'. El simulacro Más allá está el aspecto personal, la historia de estos hombres. De repente aparece por las instalaciones Alfredo Fernández, al que presentan «como una leyenda» y que rememora uno de sus momentos más complicados en una intervención en Cabeza del Hierro. Cuando fueron a atender a un resbalón se encontraron, además, con una pareja; él con contusiones múltiples y ella fallecida. Sin embargo, Alfredo aprecia el agradecimiento de los rescatados, pese a que haya gente que no valore su trabajo y se piense que «es un servicio más». Llega el momento del simulacro y se palpa la tensión. Cada paso se verbaliza en voz alta porque así se interioriza y se recuerda mejor cada acción, hasta el punto de que el profesional haya mecanizado el protocolo de actuación. Un 'dummie' hace las veces de un montañero herido y los GERA lo fijan en la camilla, se comunican con el operario del brazo de grúa de la aeronave que lo aúpa. Es un simulacro, sí, pero hay que imaginarse en plena ventisca la operación para valorar la profesionalidad de este grupo y la dificultad de usar sus herramientas. Terminada la maniobra que es casi una coreografía, encierran al helicóptero en el hangar en el que han colocado una avioneta a escala como salida de un cómic de Tintín. Así es un día como tantos en el Parque de Bomberos de Navacerrada. Con el mismo afán que hace 25 años.
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