El Atlético-City, una eliminatoria de alto voltaje, acabó con una espectacular trifulca que alcanzó hasta el túnel de vestuarios. Los rescoldos de la tangana final y la roja a Felipe continuaron cuando los jugadores abandonaron el césped. Se vio a Savic encararse con Grealish, a Vrsaljko lanzar una toalla a Laporte y a Walker encarándose como un toro de lidia. Hasta la policía tuvo que intervenir para que el subidón de testosterona no fuera a más. Fue un triste epílogo que llegaba marcado por la intervención de la UEFA. La incógnita que reconcomió al Atlético en la previa se resolvió apenas ocho horas antes del duelo. Hasta ahí duró la angustia. A esa hora comunicó el TAS al club rojiblanco la suspensión cautelar de la sanción de la UEFA que le obligaba a un cierre parcial del campo y al dilema de tener que dejar a 5.000 aficionados con entrada a las puertas del Metropolitano. Imperó la cordura y el Atlético pudo, al menos de momento, respirar aliviado. Al final no hizo falta castigar a nadie y el coliseo se llenó hasta los topes, incluidos los 3.600 hinchas del City señalados por la afición colchonera para pagar los platos rotos. Casi nadie acabó reparando en ellos entre la marabunta roja y blanca que invadió el estadio en busca de otra noche épica para el recuerdo. A las siete de la tarde, la hora convenida en las redes sociales, la afición esperaba impaciente en la Avenida de Arcentales, lugar escogido para recibir y acompañar al autobús del equipo hacia el estadio. Primera muestra de apoyo de una afición baqueteada, que solo en la última semana ha tenido que lidiar con las críticas al juego de su equipo por lo vivido en la ida, la derrota en Mallorca y el señalamiento global por la actitud de unos pocos en Mánchester. Lo de ayer iba también de reivindicación. Pitada monumental Hubo bengalas y cánticos masivos al paso del vehículo, y el jolgorio continuó después en el interior. «Orgullo, pasión y sentimiento», se pudo leer en el gigantesco mosaico que, adornado por 50.000 cartulinas rojas, blancas y azules, acompañó la salida de los jugadores al terreno de juego. Koke, el capitán de la nave, miraba con asombro y hacia aspavientos con los brazos para agitar a la grada. Y sí, hubo pitada al himno de la Champions. No es novedad, sucede siempre, pero jamás se había escuchado con tal intensidad. Apenas se intuyó la musiquilla por más que se subiera el volumen. Fue la respuesta sonora a la que consideran la enésima afrenta a su equipo. También se recibió con silbidos la rodilla a tierra de los jugadores del City justo antes del pitido inicial, pero con el balón rodando, casi por ensalmo, se olvidó todo. Ya solo importaron la contundencia de Savic, los desmarques de Joao Félix o el pundonor incansable de Kondogbia. Se echó en falta, eso sí, ese arranque casi demente con el que el Atlético afrontaba este tipo de partidos no hace tanto. Sin ese arrebato y con el desarrollo posterior de la primera parte, donde el City volvió a llevar el peligro más claro, la gente amagó con desinflarse. Fue un espejismo gracias a ese enérgico inicio del segundo acto que demostró que el supuesto muerto estaba bien vivo. Rugió el Metropolitano con el disparo de Griezmann en el 56 y de nuevo con los dos remates de Rodrigo De Paul. Valía un gol para mantener la esperanza, suficiente para que el ánimo no decayera por mucho que los minutos parecían esfumarse demasiado rápido. Tampoco faltó el estruendoso arreón final, con recado a Guardiola incluido, en el que los hinchas locales se dieron el gustazo de ver sufrir de verás a su rival. La noche acabó sin fiesta y sin semifinales, pero la afición rojiblanca, como su equipo, dio la cara hasta el final y bastante más allá. Muchos minutos del pitido final nadie se había movido de su asiento y seguían los cánticos y el apoyo a sus jugadores.
De Deportes https://ift.tt/oaqViF0
0 comentarios:
Publicar un comentario