Varios estudios serios aseguran que fueron los sumerios, civilización que vivió entre el año 5.000 y el 3.300 antes de Cristo, los que inventaron la cerveza. Líquido elemento adoptado por los alemanes a tenor de la cantidad de litros que consumieron en Barcelona. Cerca de 30.000 aficionados del Eintracht se desplazaron a la Ciudad Condal para animar a su equipo. Una marea blanca, con toques negros, en la que era complicado encontrar a algún hincha sin una cerveza en la mano. No obstante, los seguidores alemanes dieron una lección de cómo se debe beber sin provocar altercados y salvo alguna nimiedad, como el corte de la Diagonal (arteria que recorre la Ciudad Condal) o la mínima intervención policial para separar a algunos aficionados de ambas aficiones, todo transcurrió en un ambiente festivo y sin incidentes. «En Alemania han dicho que para ellos es el partido más importante de su historia. Para nosotros también. A mí también me sorprendió el ambiente. Nunca había estado en ese campo. Muy agresivo, hostil con nosotros. Intentaremos igualarlo», avisaba Xavi este pasado miércoles. Y lo confirmaron ayer los seguidores alemanes, que se movilizaron en un desplazamiento sin precedentes para un partido que no es una final, sobre todo teniendo en cuenta que sólo 5.000 de ellos habían podido conseguir una de las entradas que el Barcelona, siguiendo la normativa de la UEFA, había cedido al Eintracht para sus fieles. Los vuelos entre Fráncfort y Barcelona se agotaron hace varios días, igual que los que hacen escala en Dusseldorf, Múnich y Stuttgart. La plaza Real, las Ramblas y el Born acogieron a la masa social del equipo del águila Attila, desde 2006 es la mascota en el club de Fráncfort. Incluso el presidente del club teutón, Peter Fischer, se acercó a la céntrica Plaza Cataluña para darse un baño de multitudes con sus socios. Al estilo del desatado Joan Laporta, el mandatario del Eintracht no dudó en saltar y corear allí los cánticos que su afición proclamaba. Conforme se acercaba la hora del partido, la afición alemana se dirigió, como una marea blanca, hacia el Camp Nou. Una de las preocupaciones en el Barcelona era que muchos aficionados del Eintracht hubieran conseguido la entrada por su cuenta y aumentaran esa cifra de 5.000 seguidores previstos en las gradas del Camp Nou. Muchos aficionados trataban de conseguir una boleto a última hora. «¿Cómo que no hay entradas? Si venimos desde Alemania para ver el partido», se lamentaba una aficionada del Eintracht ante el taquillero en una de las tres taquillas abiertas para solventar incidencias. El club catalán había puesto en marcha un dispositivo para que los socios que no acudieran al Camp Nou (las fiestas de Semana Santa auguraban una masiva salida vacacional) cedieran gratuitamente su asiento para que el club pudiera «maximizar el apoyo al equipo y generar nuevos ingresos». La queja de Masip No obstante, por lo que se pudo comprobar, cerca de 20.000 hinchas del Eintracht pudieron conseguir una entrada para ver el partido, mientras que el resto siguieron a su equipo en locales de ocio y bares de la Ciudad Condal. Toda la grada estaba salpicada de aficionados alemanes con su vestimenta blanca. Curiosa fue la salida a calentar de Ter Stegen. El portero recibió los pitos de los seguidores del Eintracht, que a falta de media hora para el inicio del partido eran absoluta mayoría. Se quejaba por ello en las redes sociales Enric Masip, asesor del presidente: «Todo el mundo está en su derecho de vender sus carnés, pero la realidad provoca que ver un Camp Nou con tantos aficionados rivales da mucha lástima...». En las redes sociales se culpó de ello al socio azulgrana.
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