domingo, 27 de marzo de 2022

Un libro desvela el lugar de La Mancha y los personajes reales que inspiraron a Cervantes

Una nueva investigación, aunque no será la última, viene a lanzar otra teoría sobre Miguel de Cervantes y su obra. Es la que recoge el archivero Javier Escudero (Madrid, 1969) en su libro ‘Las otras vidas de don Quijote’ (’Sine qua non’), un ensayo en el que apunta que durante las temporadas que el autor de la obra más universal de la literatura española pasó en la localidad toledana de Esquivias, tuvo largas conversaciones con un hidalgo vecino suyo que le habló de situaciones y personajes reales que el escritor incorporó a sus novelas. De hecho, este licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Humanidades por la Universidad de Castilla-La Mancha subtitula su libro con la siguiente pregunta: ‘¿Fue el ingenioso hidalgo una persona real?’ Una cuestión que no tiene una respuesta rotunda, pero el investigador da una serie de pistas en su ensayo que nos conducen a una época y a un lugar concreto. La formación de Javier Escudero es jurídica y los cursos avanzados que tiene son en Historia del Derecho, especializado en órdenes militares. Por eso, aunque no tenía una relación directa con Cervantes y su obra, sí trabajó durante un tiempo en los archivos de Tomelloso, Socuéllamos y Mota del Cuervo, lugares que se encuentran en pleno corazón de La Mancha, donde se sitúa la historia del Quijote. «Sí que soy un apasionado de la leyenda y la mítica cervantista, que yo la considero más como una ciencia porque su obra literaria está basada en documentación fehaciente y con una elaboración teórica consistente que es la que me ha llevado a escribir este libro», reconoce Escudero a ABC. El acicate que le llevó a iniciar su investigación fueron los últimos centenarios de las dos partes de Don Quijote de la Mancha , en 2005 y 2015, cuando los teóricos alejaban cada vez más la patria del hidalgo de El Toboso, de donde era Dulcinea. Todo ello le llevó a hacer una tesis doctoral sobre la pista, entre otras, de un personaje aparecido en la obra cervantina y que saltó a la palestra por una investigación realizada por un cronista de Quintanar de la Orden (Toledo) en 1981, donde se citaba a Juan Haldudo, un hidalgo y personaje real de Mota del Cuervo (Cuenca). Para ello, su autor comenzó a rastrear tanto en archivos municipales, parroquiales y provinciales como en el Archivo General de Simancas y el Archivo Histórico Nacional, donde descubrió coincidencias de personajes y hechos reales que se corresponden con los que aparecen en las obras de Cervantes.<iframe src="https://ift.tt/Q9pw3bm" width="500" height="688" style="border:none;overflow:hidden" scrolling="no" frameborder="0" allowfullscreen="true" allow="autoplay; clipboard-write; encrypted-media; picture-in-picture; web-share"></iframe> «Evidencias extraordinarias requieren pruebas extraordinarias». Este es el lema que defiende Javier Escudero en su ensayo basándose en el estándar del astrofísico Carl Sagan. «Sabía que lo que iba apareciendo —indica—requería de pruebas que lo acreditasen, y no bastaba sólo con una coincidencia en nombres y personajes, sino también un segundo nivel, que es que todo ello se pudiera localizar en documentos protagonizados por hidalgos manchegos de la época». Lo curioso del caso es que en muchos de esos documentos que se ha encontrado el investigador aparecen personajes parecidos a don Quijote: hidalgos venidos a menos que se visten con armadura, casco, cota de malla y portan armas de guerra con las que se retan a duelo, contratan criados y compran rocines destartalados, e incluso llegan a atacar a molinos de viento. Todo ello situado en el triángulo básico geográfico que se cita en la obra maestra de Cervantes, que es Quintanar de la Orden, Miguel Esteban y El Toboso. Algunos de esos hidalgos eran Pedro de Villaseñor, cuya familia era amiga de Cervantes, como él reconoce también en su obra ‘Los trabajos de Persiles y Sigismunda’, y Francisco de Acuña. Entre ambos intentaron matarse a lanzazos en el camino del Toboso a Miguel Esteban en 1581, según textos del Archivo Histórico Nacional y otros de órdenes militares. Según explica Escudero, a diario Villaseñor y Acuña iban vestidos como caballeros medievales y el autor del Quijote pudo conocer estos hechos, puesto que los Villaseñor eran sus amigos y parodió con su novela una historia y personajes reales. Javier Escudero, autor del ensayo 'Las otras vidas de don Quijote'«La historia de Don Quijote no es inventada, es real: es lo que hacían los enemigos de los Villaseñor contra ellos. Increíble pero cierto, está documentado», afirma con énfasis el autor del libro. Antes de esa fecha, está documentado en 1573 el intento de asesinato de otro Villaseñor, Diego, en El Toboso y aquí aparece un tercer personaje, Rodrigo Quijada, que fue procesado aquel año y cuya vida fue, cuanto menos, polémica. A su apellido, Quijada, pudo añadir Cervantes un sufijo peyorativo que derivó en Quijote. Una «parodia» contra enemigos En su opinión, «El Quijote es una parodia, una burla y, teniendo en cuenta que no se escriben novelas para burlarse de amigos, Cervantes debió de gestarla para ridiculizar a quienes eran no ya sus enemigos, sino los enemigos de los Villaseñor». Muchos de esos personajes, que aparecen tanto en las novelas cervantinas como en documentos históricos y oficiales hallados en los archivos, no son coetáneos al autor del Quijote y fallecieron antes de que él escribiera sus obras. Es aquí donde destaca la figura de Alonso Manuel de Ludeña, que viene a ser el informante cualificado que necesitaba Cervantes para conocer la vida de todos ellos. El nombre de Alonso Manuel de Ludeña fue encontrado por Escudero en los protocolos de la localidad toledana de Esquivias, donde coincidió en vida con Cervantes —entre 1597 y 1604— y donde este hidalgo de Quintanar de la Orden, conocido o familiar directo de algunos de sus homólogos como Andrés de Carrión, Francisco de Acuña o los Villaseñor, le contó las peripecias de todos ellos. Además, el autor del ensayo cree que la elección de La Mancha como escenario del Quijote viene condicionada por él. Y con todos estos mimbres surge la eterna pregunta: ¿Cuál es el lugar de La Mancha de cuyo nombre Cervantes no quiere acordarse? «Cuando empecé la investigación tenía claro que ese lugar, tanto en la primera parte del Quijote como en el ‘Persiles’ sólo podía ser Miguel Esteban o El Toboso», concluye Escudero. Esta hipótesis, de momento, no ha recibido gran crítica por parte de los teóricos cervantistas, aunque cree que llegarán, pues, a su juicio, «hay muchas teorías disparatadas que incluso hablan de que Cervantes escribió su obra en una cueva». Quizá ello tenga que ver, asegura el autor del libro, con que «todos tenemos algo de quijotesco». Según él, «todos nos identificamos con don Quijote porque es el idealismo hecho persona, todos queremos que nuestro pueblo sea el lugar de La Mancha de cuyo nombre Cervantes no quiere acordarse y todos sabemos que nuestros sueños no se van a cumplir pero, aun así, seguimos insistiendo».

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