lunes, 28 de marzo de 2022

¿Por qué no ha habido ciclistas negros en el pelotón?

En 1913 un joven corredor marcó el décimo Tour de la historia. No solo porque en la cabeza usaba un gorro árabe rojo de forma circular en lugar de una gorra. El tunecino Ali Neffatti fue el primer ciclista africano en desafiar a las carreteras del Tour. Entre 1950 y 1952, la época de las selecciones nacionales, hubo un equipo de ‘África del Norte’ en el que destacó el argelino Abdel Kader Zaaf, quien víctima de una insolación cayó en un viñedo y fue rociado de vino por los viticultores. La leyenda embelleció la anécdota, ya que quiso reemprender la marcha borracho y en dirección contraria. Durante la última década aparecieron por el pelotón y el Tour ciclistas negros: KevinReza, Natnael Berhane, Merhawi Kudus, Daniel Teklehaimanot... Excepciones en el deporte de ricos practicado por pobres, según lo definía el eterno segundón Raymond Poulidor. Ninguno de los citados ha impactado en el ciclismo. Ha habido que esperar 126 años desde el debut de un africano en una clásica hasta la victoria de un ciclista negro. Biniam Girmay, ganador de una prueba de prestigio (la Gante Wevelgem disputada entre muros y adoquines en Flandes), es el diamante negro que buscaba su continente y el ciclismo. El peso de una historia de ausencias recae sobre este corredor de 21 años, velocista, «de sólida mentalidad y corazón de líder», según lo describe su exdirector Luc Cheilan en DirectVelo. Un ciclista destinado a terminar con la ley no escrita que ha penalizado a los africanos y a los negros para competir en un deporte gobernado por los blancos. La pregunta se volvió recurrente durante décadas en el ciclismo. ¿Por qué no hay corredores negros? «No hay motivo para que no los haya – responde a ABC David Barranco, profesor de ciclismo en la Universidad Europea y doctor en Ciencias de la Actividad Física–. Fisiológicamente no hay apenas diferencias entre africanos y caucásicos para competir en ciclismo. Su condicionante tiene que ver con el material. El uso que hacen de la bicicleta no es deportivo, sino para el desplazamiento. En Europa tenemos el metro o el bus, en Eritrea tienen que correr, andar o montar en bici. No desarrollan un concepto deportivo, sino de movilidad». Pese a los incipientes progresos de Teklehaimanot, que vistió unos días el maillot de puntos rojos como rey de la montaña del Tour, la situación de los africanos no ha mejorado. Hay más de 500 ciclistas inscritos esta temporada en los equipos de primera división (el World Tour) y solo cinco son negros. Más que una discriminación racial, los equipos aplican un criterio logístico. Según se escucha en el pelotón, no quieren perder mucho tiempo resolviendo visados y trámites laborales o administrativos. Biniam Girmay ha roto moldes. Sin una preparación específica para el ciclismo, acumula kilómetros de adolescente con movilidad en bicicleta en Asmara, la capital de Eritrea. Como profesional estrenó palmarés en África (Tropicale Amissa Bongo, Tour de Ruanda) y en el salto a Europa ha mostrado colmillo. Ganó la plata en el Mundial sub 23 de Bélgica del año pasado arrancando desde muy atrás, décimo o así, en el esprint triunfador. Este curso ha ganado una etapa en Mallorca (Alcudia) y el pasado domingo, una palabra mayor, la Gante Wevelgem. «La ausencia de negros y africanos es una cuestión de cultura y de herramientas –aporta a ABC Chema Arguedas, preparador físico que ha escrito numerosos libros sobre el entrenamiento ciclista–. Y también que el ciclismo no es un deporte muy popular en África. El entrenamiento, la nutrición y demás parámetros pueden ser iguales en todos los sitios». «Entre la población negra dedicada al deporte podemos distinguir dos variantes –cuenta David Barranco–. Los afroamericanos, que son explosivos y veloces, y se especializan en deportes como el baloncesto o el fútbol americano; y los africanos, que están más dotados para deportes de resistencia». Es famosa la anécdota del fondista Eliud Kipchoge, propietario del récord mundial de maratón. Corre torcido hacia un lado porque llevaba la mochila colgada cuando se desplazaba al colegio en Kenia. «En el caso de Girmay habrá que observar con el tiempo si su maduración fisiológica se corresponde con su edad biológica –explica el profesor Barranco–. A veces puede haber una distorsión porque los africanos son gente acostumbrada a hacer mucho ejercicio a temprana edad y su maduración fisiológica no se corresponde con su edad». Nada más ganar la Gante Wevelgem, Girmay se olvidó de los rigores del profesionalismo y la canibalización que genera la victoria: «Me volveré a Eritrea unos días. Llevo tres meses en Europa y echo de menos a mi mujer y a mi hija». «Yo comparo su caso al de los españoles cuando empezaban a ir a la NBA –dice David Barranco–. Entonces éramos aprendices y necesitábamos conocer sus métodos, los rivales, la competición... Girmay no conocía las bicicletas profesionales, los materiales, los métodos de los especialistas, las carreteras, la mentalidad europea...». Girmay nació en una localidad situada a 2.325 metros de altitud, lo cual lo equipara a los colombianos que se criaron en las montañas de los Andes a parecida altura. Una ventaja profesional al hacer acopio natural de glóbulos rojos y favorecer su rendimiento en deportes de resistencia. «Será un antes y un después –comenta Barranco–. A partir de ahora aparecerán más ciclistas africanos al impulso de sus éxitos. Lo que no pudo conseguir el equipo Qhubeka... Me recuerda a 1983, cuando Echávarri presentó un equipo español en el Tour».

De Deportes https://ift.tt/EeHQZ87

0 comentarios:

Publicar un comentario