martes, 5 de enero de 2021

Medio siglo de la «tabarra» que lo cambió todo

El Barcelona femenino, brillante líder de la Liga Iberdrola con diez victorias en diez partidos, la mayoría goleadas, jugará hoy (18.0 0) en el Camp Nou por vez primera desde que la sección se volvió oficial y lo hará nada menos que contra el Espanyol. Ya de por si atractivo, por el salto que supone y por el morbo que siempre desprenden los derbis, este encuentro encierra, sin embargo, un homenaje tanto a un grupo de mujeres a las que un día les dio «por dar la tabarra» como a un año, 1970, en el que el fútbol femenino irrumpi ó de manera definitiva en el panorama nacional. Madrid y Barcelona, un todo en España y por supuesto en los futbolístico, fueron las ciudades que acogieron estos encuentros. Uno en una fría mañana de la capital y el otro sobre el césped del estadio con más aforo de Europa. El 25 de diciembre de 1970, como era tradición en la época, se celebró en el Camp Nou una «matinal» con fines benéficos que reunía un conglomerado de actividades y que tenía como colofón un partido del Barcelona, para el que ya corría un joven Carles Rexach, con el CSKA de Sofía. Los 60.000 espectadores que habían acudido al estadio se quedaron un poco descolocados cuando, unas horas antes del gran evento del día, saltaron al campo 22 mujeres uniformadas para disputar un partido de fútbol. «Fue algo surrealista. Dimos la tabarra para que nos dejasen jugar y debimos de coger en un buen día al presidente», cuenta Carme Nieto, una de las integrantes del primer Barcelona femenino, no del todo oficial y dirigido por Antoni Ramallets, que se enfrentó aquel día bajo el nombre de Selección Ciudad de Barcelona al Unió Deportiva Centelles. «Jugamos de blanco. El blaugrana lo teníamos solo en las medias», explica a ABC entre risas la exjugadora. La catalana narra que ser mujer y futbolista no era del todo sencillo en la época: «Había muchas mujeres muy futboleras, influenciadas por sus hermanos o padres, pero era difícil de compaginarlo con la vida laboral. Mucha enfermera y estudiante, que cambiaban los turnos para poder ir a jugar», relata Nieto, que cuando dijo en su casa que quería practicar el fútbol hubo «sorpresa», pero también apoyo. Incluso en la década de los setenta, los equipos femeninos ponían anuncios en revistas para encontrar nuevas jugadoras. «En algunos campos nos decían de todo, pero nosotras seguíamos a lo nuestro. Algunas incluso le cambiaban un par de letras a su apellido para que no les reconociesen», explica la catalana. «El otro día fui a la ciudad deportiva del Barça y le dije a Jenni Hermoso que me daba envidia de lo buena que era, pero que ella no había jugado en el Camp Nou». Cincuenta años después, el Barcelona femenino vuelve a la que fue su casa, al menos durante una tarde. «Desde entonces no se ha dejado de jugar», concluye Nieto. Casi dos semanas antes del partido del Camp Nou y en un escenario menos lujoso pero con encanto inherente, en Madrid, concretamente en el barrio de Villaverde y cerca del actual estadio del Getafe se disputó una anomalía. 25 pesetas en Villaverde «A las 10 de la mañana, el panorama era desolador», especifica a este medio Rafael Muga, todo un pionero en el fútbol femenino en España y principal responsable de este partido, que enfrentó al Sizam y al Mercacredit el 8 de diciembre. «El partido se había anunciado en los medios, pero allí había cuatro gatos. Encima empezó a nevar un poco y se llegó a valorar la cancelación», explica Muga, que además cuenta con el honor de haber sido el primer seleccionador nacional de la mal llamada «clandestina». Como narra el extremeño, el día se fue despejando y la gente, al ser festivo, se percató del partido, que había sido anunciado con intensidad con carteles por todo el barrio. «Al poco de su comienzo, había una cola de medio kilómetro y se estaba acabando el cambio para las entradas, que costaban 25 pesetas». El partido, con cerca de 8.000 personas en las gradas con las supletorias, acabó 5-1 y también dio una de sus primeras estrellas al deporte, Concepción «Conchi» Amancio, autora de todos los tantos para el Mercacredit. Al acabar, a Muga, ante el revuelo que había provocado el encuentro en los aledaños del recinto del campo de Boetticher, lo vinieron a buscar dos guardias civiles para que explicase qué había pasado. «Me dijeron que les acompañase al cuartel. Al llegar, más que furiosos, estaban como confusos, no entendían que un partido de fútbol femenino se pudiese llevar a cabo».

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