
La designación de Salvador Illa como candidato del PSC a la Generalitat, el puenteo a Laura Borrás en Junts para colocar como cabeza de lista a Carles Puigdemont y el ya conocido dedazo que impuso a Carlos Carrizosa como candidato de Ciudadanos en detrimento de Lorena Roldán son los últimos ejemplos de unas prácticas que están lastrando las aspiraciones de regeneración de los partidos políticos. Un objetivo que hace un lustro identificó en las primarias un mecanismo inequívoco para aumentar la calidad democrática de las formaciones políticas. El caso más rocambolesco es el último de los conocidos, en el ámbito del PSC. El 30 de diciembre se anuncia que Miquel Iceta da un paso al lado, es decir ya se descontaba que él era el candidato, en favor de Salvador Illa. Ahora bien, en el día de ayer, el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, aseguró durante una entrevista en La Hora de la 1 de TVE que sí, que se había abierto un proceso de primarias, pero «no se presentó nadie» y tuvo que ser la Comisión Ejecutiva del PSC la que se lo propusiera a Salvador Illa. Su afirmación causó sorpresa porque tal proceso no constaba, ni ninguno de los protagonistas se había referido al mismo estos días. Casi de inmediato se trasladó desde el PSOE y el PSC una carta, que firmaba el propio Illa como secretario de Organización del PSC, en la que quedaba certificado que se abría un proceso en el que podían presentarse candidaturas hasta el 29 de diciembre. Lo que es seguro es que Salvador Illa no se presentó a ese proceso. La justificación es que se le nombró después de que no se presentase ningún candidato. Pero lo llamativo es que todos definían a Iceta como el candidato en los días previos sin hacer alusión pública alguna a ese proceso de primarias. La carta enviada a los militantes, sin fechar, es la única prueba del inicio de algo a lo que no se dio ninguna visibilidad pública. Y que solo se ha esgrimido con posterioridad para demostrar que se cumplieron los cauces estatutarios previstos. Sin transparencia En el mejor de los casos estamos hablando de un proceso secreto que no desvelase la maniobra que Pedro Sánchez, Miquel Iceta y Salvador Illa habían urdido. El propio Iceta vino a reconocer la opacidad: «Los procedimientos internos de los partidos a veces quizá no gozan de la publicidad, de la transparencia y del conocimiento general, pero todos los miembros del Comité Nacional y todas las agrupaciones de partido recibieron una circular donde se explicaba el procedimiento pero nadie hizo el menor movimiento». El caso más evidente de vulneración arbitraria de la voluntad de los militantes se dio en Cs, el partido que más abiertamente las defendió. Lorena Roldán ganó en julio de 2019 unas primarias en las que logró el 86% de los votos frente a otras once candidaturas. Venía, eso sí, avalada como la candidata del aparato de Albert Rivera. Pero los mecanismos al menos se cumplieron. En agosto de 2020 Inés Arrimadas designaba a Carlos Carrizosa como candidato. El final de esta historia es conocido. Roldán será finalmente la número dos del PP en las próximas elecciones. Otro de los casos en los que el proceso de primarias ha sido «burlado» en parte ha sido en Junts, el instrumento político creado por Puigdemont y que, de alguna forma, ha recogido la antigua herencia de CiU y de su sucesor, el PDECat. Tras un proceso de elección de candidato que se calificó por el propio partido de ejemplar, Laura Borràs cedió el primer lugar de la lista a Puigdemont, aunque bien es cierto que el expresidente fugado la encabeza a modo simbólico, porque no podrá ser elegido presidente. De este modo, la candidata efectiva no deja de ser Borràs, que arrasó en el proceso de elección cerrado el pasado 29 de noviembre frente a Damia Calvet. El proceso de primarias en Junts se cerró con una segunda vuelta en el que se elegían los cuatro primeros puestos de las candidaturas de Gerona, Lérida y Tarragona, así como el resto de la lista de Barcelona hasta el número ocho. El proceso elegido ha causado malestar, por otra parte, entre algunos personajes de perfil secundario, que han sido relegados a los últimos puestos de la lista, pese a que en las primarias obtuvieron un resultado mejor, pero fuera por ejemplo de los ocho puestos que se eligieron en Barcelona.
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