Eduardo Coudet (Buenos Aires, 1974) aterrizó a mediados de noviembre en el banquillo del Celta dispuesto a poner en duda la teoría que dice que segundas partes nunca fueron buenas. El argentino conocía Vigo de su etapa como jugador, ya que pasó por la ciudad unos pocos meses en 2002 vistiendo la camiseta celeste. No cuajó y en invierno estaba de vuelta en Argentina, pero dejó para el recuerdo su inconfundible, a la par que censurable, tinte de pelo rubio platino. Aunque había despuntado pronto en River Plate, en el Celta apenas disputó doce partidos sin marcar ni asistir en ninguna ocasión. Ahora, como entrenador, luce un corte de pelo más normal y va camino de firmar un paso por el club bien distinto al anterior, pues ha colocado al equipo en la lucha por los puestos europeos tras sumar cinco victorias y un empate en seis partidos de Liga desde su debut. Un mes y medio en el que el Celta ha pasado de ser el colista de la Liga a entrar en la disputa por la zona alta. Es la revolución de Coudet. Un fútbol alegre y vistoso El técnico argentino está consiguiendo sacar lo mejor de sus jugadores, con un Iago Aspas en «modo Eurocopa» y un fútbol coral que atrae al aficionado celeste. No es Coudet el clásico argentino que defiende la garra ante todo, más admirador de Menotti que de Bilardo, como alguna vez ha dejado entrever. Con un discurso similar al del baloncestista Manu Ginóbili, cuando dijo aquello de que «pensamos que todo se gana con huevos y no, se gana jugando bien». Un mensaje parecido al que Coudet lanzó cuando entrenaba a Racing en su país y dijo esto otro: «Para jugar bien al fútbol hay que tener huevos, pero no para tirarse a los pies, sino para jugar bien a la pelota; no para meter patadas, sino para pedirla, para jugar, para asociarse». El Celta es hoy un equipo que, ante todo, juega bien a la pelota. Para ello, Coudet se emplea a fondo con sus jugadores, dedicándoles largas charlas durante los entrenamientos para que interioricen sus conceptos futbolísticos. Y cuando acaba la sesión, se queda corriendo veinte minutos junto a sus ayudantes, quizá para rememorar su breve paso por la ciudad como jugador. Todo encaminado a mejorar aquella etapa y cumplir con la máxima de su presentación, cuando aspiró a entrenar a un equipo con el que «se identifique la afición». Un parroquia, la celeste, que no termina de creerse el cambio de signo de los suyos. Tras dos años salvándose en el último partido teniendo una plantilla llamada a retos mayores, con Coudet en el banquillo se ha recuperado la ilusión de volver a Europa. Más allá de lo que hasta final de temporada, lo que es seguro es que el Celta es un equipo completamente distinto al de principio de temporada. La fórmula de Coudet ha calado en Vigo, donde todo empezó con un cambio en la mentalidad de los jugadores, mermados en su confianza por los malos resultados. Una vez se solucionó ese aspecto, el Celta despegó, haciéndose fuerte en defensa (3 goles recibidos) y brillando en ataque (14 goles anotados). Destacar el trabajo de Tapia en el centro del campo, Brais en la mediapunta y, por supuesto, Iago Aspas en todo el frente ofensivo, pues nadie en la Liga lleva más goles (9) ni más asistencias (6). Hoy, ante el Real Madrid, el nuevo Celta de Coudet tiene la primera prueba de máximo nivel.
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