A los ocho años decidió ser guardia civil y esa determinación impropia de una niña ha llevado a Silvia Gil a convertirse en la primera mujer que mandará una Comandancia, la de Teruel, a partir de febrero. «Quería ayudar a las personas, atender a quien tenía problemas y pensé que esa era la mejor manera», afirma la teniente coronel Gil. «Desde pequeña los atentados de ETA me afectaban mucho y yo quería ser quien estuviera allí apoyando a los que sufrían». Su padre había sido militar y dos hermanos suyos –es la octava de nueve– han vestido como ella el uniforme de la Guardia Civil. Gil ingresó en la Academia Militar de Zaragoza en 1996. Eran cuatro mujeres en una promoción de treinta. La inevitable minoría. «Con los compañeros éramos uno más, pero a algún profesor se le notaba incómodo, se traslucía claramente su desacuerdo con que estuviéramos ahí». En 2001 obtuvo el empleo de teniente. Nació en Madrid (1975) y se convirtió en canaria de adopción de la mano de su primer destino. El flechazo fue tan rotundo que eligió Las Palmas para comprarse su casa pese a que tiene carretera y vuelos a las espaldas como una estrella de rock. El primer destino marca «El primer destino marca, te lo habrán dicho muchas veces. El mío fue Vecindario. Me encantó. Es como cuando acabas la carrera (es Licenciada en Derecho) y tienes que aprender dinámicas de trabajo. Me hice con el puesto enseguida y también con el personal». La teniente de ojos felinos y sonrisa que parapeta un carácter férreo mandaba a 38 guardias fijos y 23 eventuales. La recibieron a la expectativa y cumplió. Será la primera al frente de una Comandancia pero ese numeral a ella le resulta habitual, acostumbrada a serlo una y otra vez. Fue también la primera en la Sección de Rescate e Intervención en Montaña, en la otra punta de sus adoradas islas, en Cangas de Onís (Asturias). Su hermano la animó a convertirse en rescatadora. «El curso fue durísimo. Cuando acababa la jornada, mis compañeros seguían haciendo deporte y yo iba a acostarme, muerta», ríe al recordarlo. Ya como capitán pidió una misión de observadora internacional en la franja de Gaza y de ahí eligió otro puesto como oficial de enlace en la Escuela de Oficiales de la Gendarmería francesa donde impartía formación. A la vuelta de nuevo fue la primera, esta vez en Tráfico, en el Subsector de Las Palmas, un cometido muy atípico entonces para una mujer. Asegura que nunca, ni sobre la moto ni pertrechada para el rescate, ha sentido que la trataran de forma diferente por su género; sí ha vivido esa doblez en alguna decisión concreta que le ha hecho concluir: «Si hubiera sido un hombre no me pasa». Tras ascender a comandante estuvo en el órgano central de Tráfico dedicada a la compra de material, muy cerca de otra de sus pasiones, las motos. Dice con modestia que no es «muy buena» motera porque aprendió cuando ya era mayor, pero lo cierto es que no se separa de su casco y su Honda VFR 800. Lo que sin duda no es, ni nunca lo ha sido es un «florero». «Cuando te pones el uniforme tienes que mandar y a mí me gusta hacerlo», apunta con rotundidad. «Yo quería ser jefa» Su último destino como comandante fue en el Gabinete Técnico de la Dirección General de la Guardia Civil, donde impulso el I Plan de Igualdad en el Cuerpo. Criticado por algunos, Gil es una férrea defensora de la discriminación positiva. «Necesitamos más personal femenino y si la forma es mediante acción positiva no pasa nada. La Guardia Civil debe tener una ratio aceptable. No es una institución machista. Desde fuera lo parece. Entras y ya te esperas que exista y en cambio fuera te lo vas a encontrar donde menos lo crees». Con ese plan bajo el brazo y el premio Mujer Líder que le concedieron el año pasado, Silvia Gil decidió cambiar de nuevo de aires y se marchó a Colombia como observadora de la verificación del acuerdo de paz entre las FARC y el Gobierno. Estas Navidades está de vacaciones en España. Pasó por Madrid y luego se fue a casa, a Las Palmas. El servicio de observadora acaba en febrero y será entonces cuando la ya teniente coronel tome posesión de la jefatura de Teruel, una de las tres vacantes que había junto con Tarragona y Gerona. «Yo quería ser jefa», dice. «Nunca un subordinado se me ha subido a las barbas. He tenido siempre compañeros muy profesionales a mi lado y ahora siento una gran responsabilidad e ilusión con este nuevo reto». Exigente y muy perfeccionista tendrá a su cargo a 650 guardias civiles. Han tenido que pasar 32 años desde que las mujeres entraron en el Cuerpo para que una mande una Comandancia. Gil confiesa que casi nunca desconecta, le gusta estar pendiente y atender al detalle. A la pregunta de si se ve como general no se lo piensa: «Me veo feliz con lo que hago». Tanto que asegura que solo se irá cuando la jubilen. Muy personal -Nació en Madrid en 1975 y es la octava de nueve hermanos. -Obtuvo el empleo de teniente en 2001 y pertenece a la cuarta promoción de oficiales en la que entraron mujeres (cuatro). -Ascendió a teniente coronel en 2020 y será la primera mujer al frente de una Comandancia de la Guardia Civil. -Su pasión cuando se quita el uniforme son las motos (tiene un Honda VFR 800) y bailar lo que le echen, pero sobre todo sevillanas y bailes latinos.
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