Cuando uno tiene quince años tiene esa obsesión con las fotografías que a los políticos les dura toda la vida. Todos quieren más, como una pareja de adolescentes enamorados. Pedro Sánchez lo primero que hizo al llegar a presidente es hacerse aquellas fotos en el Falcon como si fuese el protagonista de una película de James Bond. Y después aquellas otras de estrella del cine o del petróleo con guardaespaldas por Nueva York. Pedro Sánchez posando constantemente porque el político es alguien que no llegó a estrella del rock y nos martiriza por ello. Se hace fotografías Isabel Díaz Ayuso como si fuera una pintura de Goya. Y no se le cruza por la cabeza –ni a ninguno de sus asesores, lo que es peor– que lo único que va a conseguir de Goya son los fusilamientos mediáticos de después. Luego su vicepresidente y el consejero inaugurando un dispensador de gel hidroalcohólico en el metro, como si fuera la mayor hazaña de su gestión en esta pandemia. Y ahora Irene. ¡Ay! Las fotografías de Irene Montero para Vanity Fair son la prueba del cinismo progresista. ¡Jo tía! Aquello que tanto le criticaron a Soraya Sáenz de Santamaría cuando sobre su gestión no pendían cincuenta y tres mil muertos. Irene en ‘Vanity’ quiere ser princesa, lo mismo que esta izquierda neopuritana critica y quiere prohibir a las niñas. Y sería una anécdota de no ser porque Irene Montero ha tenido que polarizar un país entero hasta el extremo para conseguir sus fotos de princesa por las azoteas de Madrid. Nosotros salvamos nuestra adolescencia y hoy podemos optar a un trabajo honrado gracias a que «Tuenti» desapareció y se llevó nuestras fotos consigo. Pero ellos no tienen pudor, quieren más fotografías y más grandes en las revistas y en las portada de periódicos. Los políticos sólo deberían acceder a fotografiarse para el DNI, por el bien de su carrera profesional. La prueba es que Irene Montero, que cree tanto en la redistribución de la riqueza como Pedro Sánchez en la monarquía parlamentaria, sólo ha demostrado una vez más a sus votantes que lo que de verdad le habría encantado es ser Paris Hilton. Por eso es posible que cuando salga del Gobierno se pase la temporada de verano pinchando en Ibiza. Y lo siguiente será vivir en el Palace, como Julio Camba, en vez de en Galapagar.
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