lunes, 28 de septiembre de 2020

Un intento de «asalto» al Parlament para un triste adiós

El independentismo radical representó ayer por enésima vez su tan ensayada coreografía de repulsa a las decisiones judiciales que afectan al «procés». En Barcelona, varios cientos de personas, muchos eran jóvenes y adolescentes, se reunieron al atardecer en el céntrico paseo de Gracia. Ya de noche iniciaron una marcha lenta que callejeó por las avenidas del Ensanche esquivando las barreras policiales desplegadas por los Mossos d’Esquadra. Por el camino, corearon sus consignas con más rutina que entusiasmo. «Pim, pam, pum, que no en quedi ni un» (un viejo cántico etarra contra la Guardia Civil recuperado por los Comités de Defensa de la República, los organizadores de la cita), «Las calles serán siempre nuestras», «Independencia» y «Urquinaona, lo volveremos a hacer». En definitiva, la protesta contra la inhabilitación de Quim Torra mutó rápidamente en un disparatado homenaje a los disturbios que hace un año, después de la sentencia del Tribunal Supremo contra los organizadores del 1-O, bloquearon Cataluña durante casi una semana y llenaron las calles de Barcelona de barricadas y contenedores ardiendo. Ni una pancarta reivindicado al expresidente inhabilitado. Tampoco cánticos ni personas coreando el nombre de Torra. En su lugar, manifestantes ebrios cerveza en mano y quijotescos insultos a quienes, desde sus balcones, reprochaban el tono de la marcha al grito del ya célebre «La república no existe, idiota». La marcha acabó con más pena que gloria en el paseo Lluís Companys, donde está el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en el que declaró Torra, con cientos de manifestantes tratando de acceder al parque de la Ciudadela, donde se encuentra el Parlamento autonómico. «Todos dentro», gritaban algunos radicales encapuchados tras forzar las puertas del parque. La mayor parte de los manifestantes decidieron no entrar. Quienes sí lo hicieron se encontraron con un notable pelotón de antidisturbios custodiando la sede del legislativo regional. A ellos se les sumaron otros seis furgones que convirtieron el parque y las puertas del Parlament en una ratonera. Al cierre de esta edición no se produjeron más altercados. Melancolía El ambiente exaltado y juvenil de la concentración organizada por los autodeminados CDR contrastó con el tono apagado y melancólico de quienes se concentraron ante el Palacio de la Generalitat para dar el último adiós al Torra «president». Allí abundaron las personas de avanzada edad, las conocidas «tietes», que se arremolinaron en los alrededores de la sede oficial del Gobierno catalán para arrancarle un saludo o un «selfie» al último «mártir» del «procés», un Quim Torra con la mirada perdida y el semblante serio que salió de Palacio escoltado por sus acólitos -los consejeros del Govern que comparten Junts y ERC- que hoy pondrán, probablemente, el punto y final a su paso por el Govern designando a su sustituto. Un gobierno en funciones.

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