lunes, 28 de septiembre de 2020

El Gobierno espera una mayor fluidez sin Torra en la Generalitat

El Gobierno de forma oficial solo quiso ayer mostrar su respeto por la decisión del Tribunal Supremo haciendo efectiva la inhabilitación de Quim Torra como presidente de la Generalitat de Cataluña. Pero internamente la valoración es positiva porque la figura de Torra se interpretaba en todos los ámbitos del Gobierno como un obstáculo para la apuesta estratégica que La Moncloa ha decidido desplegar. Incluso en el ámbito de Unidas Podemos, donde critican que Torra haya sido inhabilitado, su figura era percibida de forma incómoda para poder abrir «conversaciones en serio» con la Generalitat de Cataluña. En Moncloa nunca se tomaron en serio a Torra como un interlocutor válido. Su mandato siempre se ha percibido como un paréntesis, y siempre se ha caracterizado la relación por la volatilidad. «Nunca hemos tenido certezas de por dónde podía salir. En ocasiones hemos percibido independencia respecto de Carles Puigdemont, pero nunca nos transmitía muchas certezas», relata un alto cargo del Gobierno. Existían canales institucionales «porque así debía ser», pero no el nivel de interlocución que, pese a los recelos mutuos, se ha alcanzado con ERC. Con el vicepresidente Pere Aragonès tanto la vicepresidenta Carmen Calvo como el propio presidente, Pedro Sánchez, han mantenido un contacto más fluido. La salida de Torra de la ecuación y las elecciones, que Moncloa querría cuanto antes, pero que descuentan para finales de enero o principios de febrero, se interpretan en el Gobierno como una oportunidad para desembarazarse de la figura de Carles Puigdemont. Un nuevo reparto de cartas en el tablero político catalán. La Moncloa siempre ha considerado el mandato de Torra como un periodo de interinidad en el que no se podrían llegar a entendimientos duraderos. Solo cabía dejar pasar el tiempo. De hecho, a finales de enero, cuando Torra dio por terminada la legislatura catalana, el Gobierno intentó que con ello quedase paralizada la creación de la mesa de diálogo entre ambos gobiernos que el PSOE había pactado con ERC para facilitar la investidura de Sánchez. Solo la exigencia de ERC forzó a Moncloa a recular. Hubo reunión de Sánchez con Torra en Barcelona a comienzos de febrero y a finales de ese mes la primera reunión de ese foro paralelo al carril institucional. Pero La Moncloa ya había dado muestras de no esperar gran cosa del mismo mientras fuese Quim Torra quien se sentase en la cabecera de la mesa. Ahora el panorama cambia drásticamente. Incluso hay algunos miembros del Ejecutivo que defienden que durante estos meses de interinidad esa mesa debe reunirse, aunque según el formato pactado debe hacerlo sin presidentes ni vicepresidentes. Será, aseguran, el clima entre ERC y Junts «lo que definirá si esto es posible o no». Otros miembros del Gobierno consultados dudan de que vayan a celebrarse estas reuniones, pero ninguno niega que la interlocución con Aragonès como sustituto será mucho mejor. Aunque esperan que ERC pueda tener «la necesidad» de buscar algunos choques con el Gobierno durante el periodo electoral. La vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, defendió ayer que «convendría que Cataluña entrara en otro espacio en el que sean los catalanes los que hablen, cuanto antes mejor» porque «sería muy útil» de cara a los Presupuestos Generales del Estado que exista «una relación de reencuentro y cooperación con Cataluña lo más fructífera posible». Calvo defendió que «sería conveniente» que Cataluña esté en condiciones de tener pronto una capacidad de trabajo con el Gobierno de España «mucho mejor para todos, y es un tiempo que deberíamos de empezar ya».

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