El Real Madrid, a rezar y ganar para seguir vivo

Hace casi una década, temporada 2010-2011, que el Real Madrid no ve desde el sofá una final de la ACB. Desde entonces, todo han sido luchas por el título para el conjunto blanco, inmerso ahora en una espiral que escupirá vencedores y vencidos, expectantes los de Pablo Laso por ver en qué bando les toca posicionarse. El nombre del técnico viene a cuento porque, casualidad o mérito, desde su llegada al banquillo el equipo está abonado a soñar hasta el último día con levantar la copa de campeón. Algo similar a lo que sucede con el otro gran torneo nacional, la Copa del Rey, en la que el dominio del elenco madrileño se extiende hasta el punto de que no falta a una final desde la de 2010, con la única excepción de la que jugó el Valencia ante el Barcelona en el año 2013. El mérito se le presupone esta noche al Madrid, fundamental como es para el defensor del título ganar al Zaragoza (21.30 h) para seguir sin hacer las maletas en esta Fase Final. Es ahí donde entra en juego el factor cabalístico. En concreto, en el partido que tres horas antes (18.30 h) medirá al Gran Canaria con el Valencia. Si los de Jaume Ponsarnau ganan, serán primeros y dejarán a los blancos sin opciones. El asunto tiene su miga. Los canarios se juegan la vida en su cita -serán primeros de grupo si ganan y el Madrid pierde, segundos en caso de que los capitalinos ganen-, igual que el Valencia, que se quedaría fuera en caso de salir derrotados y que el Madrid gane a los aragoneses. Por contra, el Zaragoza es el único equipo del grupo B que no tiene ninguna opción de clasificarse, debilitado como estaba para esta Fase Final en la Fonteta por las bajas de DJ Seeley y Jason Thompson, quienes rescindieron sus contratos con la crisis del coronavirus para volver a Estados Unidos, y Fran Vázquez, que se retiró. Para el Madrid es un todo o nada: serán primeros si ganan y la fortuna les sonríe y se quedarán fuera si la misma diosa les niega el paso. Es el precio a pagar por las derrotas ante San Pablo Burgos y Morabanc Andorra, dos rivales que dieron la campanada y superaron con cierta suficiencia al grupo de Laso, que se guarda en el saco de los argumentos para la esperanza los antecedentes más recientes en el duelo que en buena medida dilucidará su destino. El Gran Canaria ha vencido en las tres últimas ocasiones en que se enfrentó a los valencianos, que por contra son el único equipo que ha sido capaz de llevarse el triunfo en tres de sus cuatro partidos hasta la fecha. Ahora bien, la letra pequeña aporta matices: en el último, ante el Burgos, estaban contra las cuerdas, hasta 18 abajo llegaron a estar, pero en un último cuarto casi perfecto dieron la vuelta al marcador. «Un torneo muy distinto» «Hemos tenido partidos en los que hemos estado bien y en otros más o menos regulares. Son muchas cosas, es un torneo distinto y muy difícil para todos. A unos equipos les afecta de una manera y a otros de otra», resumió Gabriel Deck ayer. El argentino aludió así al formato con el que se ha resuelto la liga, un compilado donde en el mejor de los casos se jugarían siete partidos en trece días. Los méritos del pasado quedaban borrados y a todos se les entregaban las mismas armas. Un esprint donde cada tropiezo saldría demasiado caro. El mismo que debían correr todos, a fin de cuentas, con el añadido de que no había bajas que lamentar en el Madrid hace nueve días, cuando el balón volvió a botar, panorama bien distinto al que han tenido que hacer frente otros clubes a los que la pandemia sí golpeó con dureza. Ahora incluso el Andorra y el Burgos se agarran a los rezos para soñar con una clasificación rocambolesca, pendientes ambos del duelo que servirá como dado para desvelar qué pasa con el nudo que sujeta el grupo B.

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