domingo, 28 de junio de 2020

Huir de la plantación

No son pocas las conversaciones personales y los alegatos en los medios de comunicación en los que estos días he escuchado «me vuelvo al pueblo». Parece claro que el final de la «España vaciada» ha llegado y todo porque el coronavirus ha descubierto que se vive mejor en un pueblo de Torozos y que el teletrabajo se puede hacer igual desde Tierra de Campos. Declaraciones de intenciones como estas ha habido siempre pero la verdad es que esa anhelada repoblación al estilo de los primeros reyes cristianos no ha dado resultado y me atrevo a vaticinar que tampoco lo hará en esta ocasión. Mientras los más bohemios embalan sus pertenencias para trasladarse a Babia he escuchado a los agricultores y los ganaderos de Castilla y León reclamar un precio justo por sus productos. La extraordinaria campaña de cereal que se avecina –mientras Europa sufre por una sequía sin precedentes– y la situación de déficit se mantiene en el sector lechero los que de verdad viven en nuestro medio rural siguen en manos de multinacionales capaces de defender en público y sin sonrojo que los agricultores y ganaderos tienen que producir por debajo de sus costes de producción. Les invito ahora a recordar esas películas de plantaciones bananeras en el Amazonas o de café y algodón en el África subsahariana. Allí había trabajo y desde occidente nos preguntábamos por qué aquellos agricultores decidieron venirse a Europa para vivir en una chabola dejando vacíos países enteros. Ese es el escenario aparentemente lejano hacia el que camina nuestro medio rural. Si esa es la salida sólo me queda decir que adelante pero que los gobiernos y los bohemios no se pongan tras las pancartas cuando digan que esto se acaba y vean peligrar los graneros de votos y a los artífices de sus neveras low cost. Dentro de poco esos burgos podridos pasarán a ser tierras inermes vacías hasta de electores y la carne será procesada en un laboratorio. Si eso es lo que queremos repito que adelante pero después no vengan con que nada se podía hacer. Nadie vea aquí un alegato al intervencionismo estatal sino una simple reclamación de esa legalidad que lleva tiempo escrita y que queda muy bonita en los anales de los despachos pero que necesita ser aplicada.

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