martes, 12 de abril de 2022

Rodrygo y Camavinga, kryptonita para Tuchel

La escenificación de Tuchel desde la misma rueda de prensa posterior al 1-3 en Londres hasta la previa de la vuelta quedó confirmada en el Santiago Bernabéu. Si algún iluso creyó que el técnico alemán iba a dar por perdida la eliminatoria a pesar del mal resultado de la ida, a los cinco minutos de juego se le quitó la idea de la cabeza. El Chelsea, a diferencia de Stamford Bridge, salió a ser el protagonista del encuentro. Cierto es que cuando no tienes nada que perder, las piernas se liberan y la mente fluye como si delante tuvieras un cocotero junto a una playa de agua turquesa, pero era evidente que el Chelsea, el actual campeón de Europa, no se iba a presentar en el Santiago Bernabéu a ver en qué estado se encontraban las obras de reforma del coliseo blanco. La historia reciente demuestra que el Madrid no se siente cómodo gestionando resultados bastante favorables en el partido de ida. Le pasó con la Juventus y el Bayern el año de la Decimotercera, y con el Ajax, en los octavos 2019, por recordar los tres ejemplos más ruidosos. Anoche, ante el Chelsea, el equipo blanco se quedó a medio camino de ir a matar la eliminatoria o defender la renta de dos goles, y en la duda el Chelsea encontró el aliado perfecto para hacer posible lo que su técnico confesó en varias ocasiones que ni siquiera era imaginable. Era tan extraño el partido para el Madrid, que hasta Benzema vio una cartulina amarilla. Con la de ayer, el francés ha visto doce en sus 13 temporadas en la capital de España. En partidos cruzados pasan sucesos anormales. Una amonestación que no generó protesta alguna de Karim, algo que si sucedió en otras acciones, y en una costó bastante caro (el 0-2 de Rudiger vino tras un corrillo de protestas previas al córner). Estaba tan frío el Madrid como el Santiago Bernabéu, mezcla que desconectó al equipo hasta el punto de hablar más con Marciniak por faltas sin mayor trascendencia que entre ellos mismos para ajustar lineas y recordar que tenían en juego unas semifinales de Champions. Y en esa falta de tacto con lo que había en juego, el Chelsea logró darle la vuelta a la eliminatoria. El escudo sale a jugar Tumbado en la lona, ahí es cuando por fin el Madrid se presentó al partido. Ese escudo es un imán para las gestas. Ancelotti agitó el árbol y puso piernas frescas sobre el verde, cuatro de ellas decisivas para remontar la remontada del Chelsea. Camavinga y Rodrygo, kryptonita para el teatro de Tuchel. El extremo brasileño igualó la eliminatoria en la primera pelota que tocó su pie derecho. Es asombrosa la estadística del chaval en la Champions: nueve goles en 24 partidos, por solo tres dianas en 67 encuentros de Liga. No hay ni un solo caso similar en el resto de Europa. Pero el 1-3 no fue su única aportación. Ayudó en defensa cuando más arañada estaba su zona de acción, con Lucas de lateral y Carvajal de improvisado central diestro, y generó peligro constante cuando cruzaba la línea del centro del campo. Camavinga puso el músculo, los kilómetros y el robo que hasta su salida al campo fueron propiedad del Chelsea. Clave en la anticipación y el pase a Vinicius en el 2-3. Tuchel fue un excelente guionista, pero se marchó amonestado. Será la semifinal de Champions número 31 de la historia del Real Madrid.

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