Davide Ancelotti le dice a su padre que hay que cambiar en el Nuevo Los Cármenes, pero Isco entra muy tarde al césped. Tan tarde, que el malagueño, poco disciplinado genéticamente, con el ADN de Arroyo de la Miel, ha dejado de calentar porque le dice a Pintus que ya está calentito, física y mentalmente. En El Collao alcoyano, con la eliminatoria copera decidida, Ceballos se enoja porque solo va a disputar tres minutos y hace gestos reprobatorios que demuestran también su falta de respeto profesional por el entrenador. Son sucesos inmersos en una filosofía «ancelottiana» de no hacer sustituciones, una política que Davide, su mano derecha, le pide reconvertir. Su hijo analiza que es mejor hacer dos o tres cambios antes del minuto setenta, para aportar energía al equipo, y luego gastar los cinco relevos sin esperar a quemarlos hasta los últimos segundos, salvo que sea para perder tiempo. Por fin le ha convencido. Frente al Valencia hizo rotaciones antes y ejecutó las cinco. Y el Real Madrid jugó a placer con Camavinga, Ceballos y Valverde en el centro del campo. Ceballos, Camavinga, Nacho, Rodrygo y Valverde, otrora titular fijo con Zidane, necesitan jugar para hacerlo con confianza y no sentirse aparcados Líder destacado, el responsable deportivo del conjunto blanco ha sido criticado por esa faceta conservadora de no utilizar el banquillo de lujo que posee, una postura que lleva al extremo de no contar tampoco con chavales de futuro como Blanco, Miguel, Arribas y Marvin, que jugaban con Zidane, ahora superados en su cabeza por Peter y Rafa Marín. Seamos objetivos: Ancelotti no cuenta con los chavales de Raúl. Solo Peter, veloz y artista en el regate, le encanta. Davide le ha rogado una variación en su visión de las cosas que da resultado y contenta a futbolistas hastiados por su ostracismo. Todo fue bonito el sábado en el Bernabéu. Camavinga y Ceballos disfrutaron de 23 minutos de fútbol y se sintieron muy bien, protagonistas. Valverde y Nacho tuvieron diez porque el gol de Guedes, ese 3-1, hizo echar el freno al técnico para no desconfigurar el once con cinco cambios de golpe. Isco entró al final para mantener la posesión. Es el comienzo de una gran amistad con el reparto de esfuerzos, un ideario que hasta ahora no había cumplido. En el club extrañaba que, con una plantilla tan potente, hombres como Valverde, titular con Zidane en diversas fases de las dos últimas temporadas, hubiera pasado a la reserva y no recibiera minutos. El uruguayo estaba perdiendo la confianza y cada vez le costaba más rendir, porque no tenía tiempo en el césped para demostrar sus virtudes. Lo mismo sucedía con Camavinga, que fue de más a menos. Ahora, el joven francés ha vuelto a ser importante. Ancelotti se ha dado cuenta. Si otorga confianza a los jóvenes rendirán cada día mejor, pero si les mantiene en el anonimato su aportación será cada vez menor. Ha cambiado. Ya no concentrará sus cinco cambios en los doce minutos finales, que sonaban a relevos para la galería, para cobrar primas y no quejarse. Los jugadores se quejaban ya. No solo quieren percibir más dinero, quieren jugar. Davide hablaba con los futbolistas y les dijo que estuvieran tranquilos, que esto iba a cambiar y así ha sido. Dialogó con su padre. Los relevos son buenos también para evitar lesiones de los veteranos. El minuto setenta es el crítico. Y los suplentes de lujo deben sentirse partícipes del liderato. Ceballos, Camavinga, Nacho, Rodrygo y Valverde, otrora titular fijo con Zidane, necesitan jugar para hacerlo con confianza y no sentirse aparcados.
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