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Está de regreso a su mundo, y afanoso y detallista como es para el trabajo, Fernando Alonso ya se ha colocado el mono de piloto y el traje de líder. Faltan cuatro meses para que estrene el Renault o Alpine con el que volverá a la Fórmula 1, si antes no prueba el coche como desea en las ensayos invernales de Abu Dabi, y el español que fue campeón del mundo ya ha sintonizado la frecuencia de su futuro equipo. Se ha instalado un punto de seguimiento en su casa de Lugano, junto al lago suizo del mismo nombre, para no perder detalle de la evolución del coche francés y del desempeño de sus trabajadores durante las carreras y el día a día. Así lo expresó el piloto en la presentación de un documental sobre sus últimos dos años de vida, en Amazon Prime: «Tengo como un pequeño garaje remoto en mi casa con un ordenador donde puedo seguir las carreras y escuchar las radios del equipo». Esta tecnología de alcance tiene que ver con la limitación de jornadas de entrenamiento que exite en la Fórmula 1. Tres o seis días en el mes de febrero antes de inaugurar la temporada 2021, se supone que en Australia si el virus no dice lo contrario. «Estoy bastante involucrado en lo que están haciendo cada fin de semana en el equipo y eso me sirve para ponerme al día, para que no haya muchas sorpresas cuando empiecen los primeros entrenamientos oficiales». Probar el Renault en 2020 Alonso quiere probar antes el Renault 2020. Ha movido hilos para estar presente en los ensayos de final de temporada, destinados a pilotos jóvenes, pertenecientes casi siempre a las escuelas de promoción de las diferentes escuderías, que tendrán lugar en Abu Dabi después de la última prueba del Mundial 2020 (el 13 de diciembre, casi en Navidades). Si se desbloquea esa posibilidad o se produce una baja médica de Esteban Ocon o Daniel Ricciardo, los actuales pilotos de la marca francesa, el español podría pilotar el Renault este año. De lo contrario, tendrá que esperar a 2021. En esa integración en marcha, Alonso ha vivido tres jornadas de reencuentro con la fábrica de Enstone, en Inglaterra, donde ingresó en 2002 como piloto de pruebas y donde regresa ahora 18 años después, con 39 primaveras, dos títulos mundiales, y siendo una leyenda del automovilismo. En conmemoración de la vuelta a los orígenes, el piloto se hizo la misma foto que en 2002 justo a la entrada de la fábrica. Alonso siguió ayer un programa con el simulador de Enstone (una enorme sala con una pantalla gigante que, en efecto, caracteriza a la perfección la visión desde el monoplaza para un piloto), recorrió las instalaciones de una factoría cargada de historia y ya con señales del paso del tiempo ubicada en la campiña de Oxford, se tomó las medidas para hacerse un asiento a su medida en el futuro Renault y admitió que se siente como un niño en el «primer día de colegio». «Con mucho que aprender y a lo que acostumbrarse, pero fue muy productivo –indicó–. Han cambiado muchas cosas, el simulador es nuevo y el túnel de viento se ha actualizado, pero hay otras cosas que siguen igual, como las oficinas o el gimnasio que durante tanto tiempo visité». Salvo cambios, tiene previsto acudir a los GP de Ímola (1 de noviembre) y Abu Dabi. «Vuelvo a la F1 porque necesito un volante, la sensación de competir», abundó en la idea expresada en el documental. «No sé por qué soy tan competitivo. Mis padres son muy tranquilos, nada competitivos, mi hermana y mis amigos, también. Nadie tiene ese gen. Soy el bicho raro de la familia. Sí, mi vida es todo competición, hasta en el súper trato de adelantarme para coger la leche por el otro pasillo».
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