Cuando Albert Rivera preguntó a Edmundo Bal si quería ir en las listas electorales de Ciudadanos (Cs) por la provincia de Madrid no esperaba una respuesta tan inmediata. El abogado del Estado no aguardó a consultarlo con la almohada, como se suele decir, y dio un «sí, quiero» sin rodeos. Atravesaba una mala época, después de haber sido purgado por el Gobierno de la causa abierta contra el «procés» catalán. Bal, hombre de fuertes convicciones, debía redactar el escrito de acusación de la Abogacía General del Estado contra los cabecillas del intento de secesión del otoño del 2017. Él apreciaba entonces una posible rebelión, pero estaba dispuesto a acusar solo por sedición. Por lo que no pasaba era por la pretensión del Ejecutivo de eliminar toda violencia de la relación de hechos. Se negó a firmar el escrito resultado de las injerencias gubernamentales y las consecuencias no tardaron en llegar: fue apartado del caso. Fue entonces cuando Rivera fijó su mirada en él y cuando lo convenció –no fue difícil– para concurrir a los comicios del 28 de abril del 2019 bajo las siglas de Cs. Lo hizo como candidato independiente, aunque meses después se afilió al partido, ya inmerso en la vida política. Bal cayó en ella de pie, y sorprendió en aquella campaña electoral con su excelente desempeño en los mítines. En Valencia, en el cierre de campaña, confesó a los periodistas que esos catorce días se había sentido como «una estrella del rocanrol». No ha dejado de tocar la guitarra desde entonces, aunque ha cambiado la eléctrica de las campañas por la acústica del Congreso de los Diputados. El acto en moto, con su chupa de cuero, también le vino como anillo al dedo. Y su espíritu colchonero, como aficionado del Atlético de Madrid que es, le ayudó a sufrir cuando en la debacle del 10-N perdió momentáneamente su escaño. Lo recuperó después, tras la dimisión de Rivera. Todas las personas de su entorno destacan su lealtad. Nunca tuvo una mala palabra hacia Rivera, a quien siempre le agradece haberle abierto las puertas de su partido, pero es ahora, con Inés Arrimadas, con quien ha cobrado mayor peso y protagonismo mediático. El abogado del Estado ha ejercido durante meses de «Pepito Grillo» jurídico de Cs y continúa siendo el principal asesor en esta materia. La confianza de Arrimadas en él es plena y, aunque no pudo incorporarlo a su candidatura en las primarias que la enfrentaron a Francisco Igea –el reglamento exigía una antigüedad de afiliación que Bal no cumplía aún–, dejó claro desde el principio que contaría con él indudablemente. Nueva reunión en La Moncloa entre el Gobierno y una delegación de Cs La relación entre la parte socialista del Gobierno y Ciudadanos (Cs) está ya consolidada y naturalizada. Por segunda vez desde que se superó el estado de alarma, una delegación del partido de Inés Arrimadas acudirá al Palacio de la Moncloa a evaluar la evolución de la pandemia del coronavirus. Desde que estalló la crisis del Covid-19 en marzo, Arrimadas adoptó una posición cooperadora que ha asumido a la perfección Edmundo Bal durante la baja por maternidad de la presidenta de los liberales. Hoy, a las once de la mañana, será él quien encabece el grupo de Cs. En la sede del Gobierno, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y la ministra de Política Territorial, Carolina Darias, recibirán a Bal, a Marina Bravo, a Carlos Cuadrado y a José María Espejo. Sobre la mesa solo están asuntos relacionados con el Covid-19, pero no se le escapan a nadie los guiños del PSOE a Cs para pactar los Presupuestos ni la mano tendida de los liberales. Tampoco a la ministra de Igualdad, Irene Montero, que dejó patente en redes sociales su incomodidad: «Cs ha rechazado reunirse con el Gobierno de coalición y ha optado por reunirse solo con el PSOE». El 11 de mayo, con la vista puesta ya en su inminente maternidad, Arrimadas dio entrada a Bal en su Comité Permanente, mucho más reducido que en la época de Rivera. El núcleo de decisión del partido estaba integrado solo por la secretaria general, Marina Bravo, los vicesecretarios generales, Carlos Cuadrado y Joan Mesquid a, el vicesecretario adjunto, José María Espejo, y la portavoz nacional, Melisa Rodríguez. La llegada de Bal supuso entonces toda una declaración de intenciones del rumbo del partido. Si Rivera solo había incorporado, de sus grandes fichajes, a Marcos de Quinto –hoy ya fuera de Cs– a la ejecutiva reducida, Arrimadas dejaba al exvicepresidente de Coca-Cola en el Comité Ejecutivo y daba galones a Bal. Galones a la moderación Con la incorporación de Bal, Arrimadas introducía en la ejecutiva permanente un perfil moderado nada más haber respaldado la cuarta prórroga del estado de alarma. Aquella votación supuso un terremoto en Cs, con la despedida de Juan Carlos Girauta y las críticas al partido desde la derecha, tras abstenerse el PP. La intención de la presidenta de los liberales era que Bal ejerciese de voz autorizada en su ausencia y que liderase el grupo parlamentario. Con Bravo, Cuadrado y Espejo al timón del partido a nivel orgánico, correspondería a Bal explicar la posición de Cs y los sucesivos pactos con el Ejecutivo; ser la cara visible en el Congreso y en los sets de televisión. Ha sido relevante además su papel negociador con conversaciones con Pedro Sánchez y, sobre todo, con Carmen Calvo. El abogado del Estado, cesado por el Gobierno socialista, se convirtió en el principal valedor de una estrategia que resituó a la formación en el centro; capaz de ir en coalición a las elecciones vascas con el PP, mientras respaldaba el estado de alarma o «la nueva normalidad» de PSOE y Unidas Podemos en Madrid. En su primera entrevista en ABC tras su fichaje por Cs se definió como «progresista», pero siempre marca distancias con el «populismo» que encarna Podemos. Es de los que piensa que es mejor intentar acercar al PSOE al centro antes que permitir que los socialistas se echen en brazos de «populistas y nacionalistas». Aun así, defendió en su día la doctrina Rivera del «no es no» a Sánchez y siempre asevera sentirse tan cómodo ideológicamente con Arrimadas como con su antecesor: en «el centro radical». Eso implica un camino a veces complicado de entender, pero Bal lo ha reivindicado estos meses desde la tribuna de oradores apelando a una «política útil», lejos de «las trincheras» que encontró al desembarcar en la Cámara Baja. El peón de Arrimadas para apuntalar el giro estratégico ha ejercido en su ausencia de rey –o de reina–.
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domingo, 2 de agosto de 2020
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» Edmundo Bal, el peón de Inés Arrimadas para dar un giro a la estrategia de Ciudadanos
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