domingo, 30 de agosto de 2020

Niños bomba

Hoy, que ya no es verano en los Torozos y se ha ido vaciando el pueblo y la luz de agosto, pienso en lo de los críos y los colegios. En esa pereza –que es en verdad dejadez de funciones– que le ha dado al Gobierno para repartir como mínimo un traje EPI a cada profesor a falta de ninguna idea mejor, porque ni siquiera se han puesto a pensar. No les importó lo de las residencias de ancianos en marzo, que más darán los críos y un suicidio colectivo ahora. Visto el panorama, a falta de una semana para la vuelta al colegio, lo mejor que se les ha ocurrido a los ministerios de Sanidad y Educación es recomendar ir en bici al colegio, cuando habría sido más original hacerlo en monociclo ya puestos a hacer equilibrios. Cada vez pienso más en montar una escuela rural entre estos muros de La Casa Grande para salvaguardar una civilización cada vez más extinta. Una especie de Institución Libre de Enseñanza como sugiere Víctor, que es un nostálgico ilustrado, para todos aquellos padres que no pueden con la condescendencia de Celaá y la piromanía de Pedro Sánchez. Un lugar donde a los estudiantes se les hablara de la libertad y la democracia, donde leyeran de verdad y no sólo estudiaran de memoria autores y con cada autor una cita de una obra como si fueran ocas de engorde para la Selectividad. Aquí se estudiaría a Virgilio y el campo, geometría, a Sor Juana Inés de la Cruz, a Quevedo y a Cervantes. Se leería el Quijote en el único castellano –universal– en el que está escrito a la edad que corresponda y no en alguna adaptación para hacer niños blanditos. Las clases de música se las encargaría al maestro Lobete para que los críos aprendan lo que es un músico de verdad y no a aporrear una flauta mientras tocan la banda sonora de ‘Star Wars’ con la nariz. Tal vez así escucharían por primera vez en sus vidas la «Pasión según San Mateo». Andrea enseñaría pintura y Mario les hablaría de las uvas y las ovejas a la sombra de una encina. Aprenderían lo que es un zurrón y un castellano rico donde todavía existen la palabra amargacenas, lontananza o trocha. En noviembre se haría la matanza para que entendieran a nuestros abuelos y no se empeñaran cuando sean mayores en acabar con esa España rural y de las tradiciones como una revancha que más que nada es superioridad moral, que es el peor de los pecados. Las clases de filosofía serían obligatorias desde primaria y las daría Miguel Ángel Quintana que cada vez me resulta con mayor seguridad uno de los filósofos más lúcidos de España. A ver si así hacemos niños un poco más libres y con menos ombligo. En mitad de mí enclaustramiento en La Mudarra es la única solución que le encuentro si de verdad queremos reconstruir el país –pensando en el futuro– cuando esto acabe. Por lo pronto si tuviera hijos no los llevaría al colegio la próxima semana, lo tengo claro. En primer lugar porque el Gobierno y las autonomías pretenden mandarlos a las aulas como niños bomba a ver qué pasa, sin más previsión ni solución para cuando todo estalle. Y en segundo lugar, más que por el miedo al coronavirus, por el impacto que me provocó el estudio que se publicó hace un mes donde se afirmaba que los jefes preferidos para los niños de Castilla y León serían Messi, Katy Perry o Fernando Simón. ¡Por Dios! Con estas expectativas no me extraña que Castilla se quede cada vez más despoblada… Pero la culpa no es de los colegios en verdad, aunque le revuelva el sectarismo a la ministra Celaá los niños todavía son de sus padres y no del Estado. Educar sigue siendo tarea exclusiva de los padres. Y bajo esta premisa y con este panorama, según se publicó el informe me habría gustado que actuaran de urgencia los servicios sociales y el juzgado de guardia.

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