domingo, 9 de agosto de 2020

Alarma en el campo por el Covid: dudas y riesgos en el trabajo de los temporeros

Los cultivos han crecido, han madurado, se han secado y algunos ya piden ser recogidos. El Covid no rompe el ciclo de la vida agrícola, pero llena de dudas y riesgos el día a día en el campo. Los cereales ya se han cosechado en un verano histórico, los patateros intensifican ahora su trabajo en plena recolección y a la vuelta de la esquina ya asoman, entre otros productos, la uva y la fresa. Estos tres últimos sectores sufren un dolor de cabeza desconocido: los temporeros en tiempos de coronavirus. «Este año los agricultores han tirado de familiares por miedo», asegura la presidenta de la Asociación Interprofesional de la patata en Castilla y León, Yolanda Medina. «Sentimos pánico porque es posible que los rumanos no puedan salir en septiembre de su país, algo que sería dramático para la fresa», lamenta Javier Pajares, de la Asociación de Viveros de Fresa de Segovia (Vifesa). «Recoger la uva siempre es complicado, pero este año lo será todavía más», explica el presidente de la Asociación Empresarial de Bodegas de Toro, Eduardo Casas. Distancia de seguridad, mascarillas, geles, guantes... y la incertidumbre de una cosecha que está aún en el aire. Castilla y León cuenta cada año con 10.000 temporeros. De media, el 80 por ciento son extranjeros, aunque hay provincias y cultivos en los que la proporción se iguala entre nacionales y foráneos. La mayoría son trabajadores procedentes de otros países, pero ya asentados, legalizados e integrados en la Comunidad. Aun así, los agricultores se muestran inquietos. La constante amenaza del coronavirus no ha desaparecido todavía. «Aunque no seamos todos creyentes, aquí no dejamos de rezar. La preocupación es máxima», detalla Pajares. Segovia, uno de los lugares dedicados al cultivo de plantas de fresa más importantes del mundo, no duerme bien por las noches por dos motivos: porque los temporeros podrían traer el coronavirus a su tierra y porque por el mismo motivo no les permitan viajar a España. «La principal fuente de temporeros en el sector de la fresa es Rumanía y si de aquí a septiembre este país sigue como hasta ahora, adiós». Pajares solo encuentra una hipotética solución, acudir a los parados. «No sé cuántas personas desempleadas habrá entre Segovia y Valladolid, pero no podemos contar con ellos. Si no vienen las mujeres rumanas a ayudarnos no vendrá nadie y la fresa no se recogerá. Esto supondrá la ruina de muchas empresas», recalca dolido. «Sí hay preocupación por el coronavirus», afirma Yolanda Medina, quien cuenta cómo los agricultores que se dedican a la patata, en la cosecha de este verano, que ahora mismo atraviesa su pico de intensidad, han cambiado alguna de sus costumbres. «Hay muchos maquinistas que están contratando solo a los familiares. Van con las mascarillas puestas durante la labor de selección, no se quitan los guantes y durante el almuerzo mantienen las distancias», explica. Algo similar espera el mundo del vino, que necesita unos 4.000 temporeros para la vendimia. «Nos tocará tomar medidas de precaución, aunque esto no asegure que no nos vayamos a contagiar de coronavirus», sostiene Casas desde Toro. «La vendimia va a ser muy difícil por culpa de este inconveniente». Todavía hay tiempo para observar la evolución que tendrá el Covid-19, pero hay algo que está muy claro: «Cogeremos toda la uva, no puede quedar en la tierra». En el punto de mira El 24 de julio, Asaja, La Alianza UPA-COAG y UCCL y los sindicatos CC.OO. y UGT plantearon a la Junta la creación de una sección especial, dependiente de la Consejería de Empleo y enmarcada en el Ecyl (Servicio Público de Empleo), que sirva para poner en contacto a los titulares de las explotaciones que demandan mano de obra y los temporeros. El objetivo, mejorar las condiciones de vida y laborales de los trabajadores. «Depende de lo que se trabaje, pero como mínimo un temporero puede ganar 50 euros al día», asegura Dani Toderescu, líder de una cuadrilla en la provincia de Valladolid. «Nos tratan bien, aunque es verdad que lo que algunos compatriotas han hecho en España ha creado mala fama». Dani cree que «no hay que juzgar a nadie por su país de origen o su color, sino por la honestidad». «Sí que hay casos en los que viven 15 personas en un piso, pero en esto prefiero no entrar», sostiene. «Esto no es como en Huelva, donde hay campamentos ilegales llenos de temporeros. Aquí no viven hacinados como se ve en televisión», señala Pajares. «Recoger la patata del suelo es muy duro, por eso cada vez se trabaja más de forma mecánica», apunta Medina. El campo, inquieto por la temeridad del Covid-19, mima al mismo tiempo a sus temporeros, «necesarios» en la agricultura de Castilla y León. Recolección de la patata en Castilla y León - ABC «Hay que acabar con los piratas para mejorar la vida de estos trabajadores» Daniel Toderescu es el líder de un grupo de temporeros rumanos, búlgaros y marroquíes. «Dispongo de una cuadrilla de unos 35 trabajadores que están conmigo diez meses al año. En las temporadas de poda en seco y en verde de las viñas llegamos a tener casi 100 empleados», explica. «Ninguno ha elegido Castilla y León por un motivo especial. Han ido llegando a esta zona aconsejados por un amigo o un familiar y luego se han quedado». Asegura que se siente muy querido desde que llegó a España, pero lamenta que las administraciones no persigan a los «piratas». «Hasta que no acaben con ellos no mejorará la vida del temporero». ¿A qué se refiere con los piratas? «Son empresas de servicios agrícolas que aparecen de la noche a la mañana, contratan a un montón de extranjeros de manera legal y cuando terminan la campaña en la que han trabajado cierran el negocio sin pagar la Seguridad Social y el IVA a Hacienda que antes ya han cobrado a los agricultores que les han contratado», detalla. Según Dani, como se le conoce en el gremio, estos «temporeros jefes» se llenan «los bolsillos de dinero y al año siguiente vuelven a abrir una empresa para repetir la misma estrategia». «Esto lleva ocurriendo ya muchos años...».

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