jueves, 2 de julio de 2020

¿Ciudadanos hará la vista gorda?

A falta de que se confirme la consecución de un acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Casado para la «reconstrucción» de España, el movimiento táctico-político más relevante generado por la pandemia ha sido el viraje circular de Ciudadanos hacia el PSOE amparando la prolongación del estado de alarma, abriéndose a negociar los presupuestos incluso con Podemos, y asumiendo las condiciones del socialismo para la rehabilitación social, económica y anímica de los españoles. Inés Arrimadas corre sus riesgos, pero su elección parece firme, y la demostración más palpable de que no rectificará el rumbo fue el inmediato indulto político que concedió a Sánchez cuando el PSOE pactó con Bildu, con total opacidad, la derogación de la reforma laboral sin que Ciudadanos intuyera la maniobra. Ahora, ese idilio entre Sánchez y Arrimadas, con la connivencia nunca gratuita del PNV, va a experimentar su bautismo de fuego porque si algo no debería permitirse Ciudadanos es aparecer como cómplice de una estratagema del Gobierno para que la concesión del tercer grado a los separatistas catalanes condenados por sedición quede como un accidente. O peor, como un irrelevante juicio de menor cuantía ya desfasado, o como una sentencia superada por un virus y por criterios de conveniencia política. Recurrir o no la concesión privilegiada del tercer grado -la semilibertad- a los condenados cuando solo han transcurrido diez meses desde la sentencia, será otra prueba para determinar la autoridad real que tiene Dolores Delgado frente a los fiscales que planteen anular tan obscena medida. Pero en el ámbito político, Ciudadanos corre el riesgo de poner su crédito en almoneda. Arrimadas no se juega su existencia oscilando entre el PSOE en el Congreso y el PP en autonomías o ayuntamientos, porque en términos electorales la bisagra se ha oxidado y parece rentar poco. Arrimadas dirimirá el futuro de Ciudadanos en las elecciones que Joaquim Torra tenga a bien convocar en Cataluña ahora que el independentismo está irreversiblemente fracturado. Si después de hacer la vista gorda a la reactivación de la «mesa de diálogo» entre Moncloa y Torra, el mensaje de Ciudadanos en una virtual precampaña catalana fuese apoyar, por la vía indirecta de sus acuerdos con Sánchez, que el Gobierno y la Fiscalía permaneciesen inermes ante unos terceros grados abusivos, la credibilidad de Arrimadas se resentiría de manera definitiva. No será posible pasar de ser el azote coherente e implacable del separatismo a mirar de reojo un retorcimiento de la ley para favorecer un fraude a la justicia penal con tal de mantener vivas las aspiraciones de Ciudadanos. Porque si lo hace, Arrimadas habrá fulminado la esencia de ese partido y la razón esencial de su creación.

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